Crítica de Mali Twist
Crítica de la película Mali Twist
Colorista e inspirada película de Robert Guédiguian, en la que la música se convierte en el mayor aliado para alcanzar la libertad..
El 20 de junio de 1960, la región africana de Malí se independizó oficialmente de Francia. Dos años más tarde, comienza la trama de Mali Twist. En una nación todavía balbuceante, donde la utopía marxista de la justicia social aún alimenta los sueños de los jóvenes malienses, es en la que Robert Guédiguian enmarca este drama romántico, vivido con emoción por un muchacho ansioso por cambiar la terrible realidad de su nación, y una chica casada por la fuerza con un hombre al que detesta.
Esta es la trágica historia de Samba Touré (Stéphane Bak)y Lara (Alice Da Luz). Él es un veinteañero apasionado y elocuente, que recorre los pueblos para aleccionar a los campesinos sobre la explotación de la tierra, a base de cooperativas agrícolas; aparte de presentarles las tesis agradables de un futuro ausente de tradiciones injustas, y carente de explotaciones del proletariado por parte de los intereses capitalistas, provenientes de la antigua metrópoli y del enriquecimiento de unos pocos. Un día, mientras visita con sus colegas un poblado, Samba descubre una polizona en la camioneta que este conduce. La muchacha dice llamarse Lara (Alice Da Luz), y se ha subido al vehículo para escapar de los malos tratos que le da su esposo: el nieto del jefe del poblado, con quien su familia la casó, a cambio de una suculenta dote. Pese a que Samba se muestra un poco reacio al principio, debido a que ayudar a huir a una mujer casada era un delito grave en Malí, al final acepta, y concuerda con sus amigos dar acomodo y protección a Lara. Poco a poco, y con la música de un local dedicado al twist como catalizador sentimental, el revolucionario y la atormentada chica comienzan a desarrollar un sentimiento mutuo fuerte y esperanzador. No obstante, los obstáculos que se les presentan por delante amenazan con destruir la felicidad de tan singular pareja.
Robert Guédiguian escenifica la relación entre Samba y Lara con una precisión abundante en matices, que va de lo particular a lo colectivo, a través de situaciones contundentes y diálogos explosivos, respecto a las diferencias que existen entre los sueños y la realidad a la hora de llevarlos a cabo. El responsable de Marius y Jeannette articula un relato verosímil e intenso, con el proceso de la independencia de Malí como telón de fondo. Un argumento altamente romántico y envolvente, en el que los jóvenes actores Stéphane Bak y Alice Da Luz exhiben sus respectivos talentos, al frente de los personajes de Samba Touré y Lara.
Sin perder nunca el pulso fílmico ni el ritmo, Guédiguian sitúa el amor desgraciado de los protagonistas en un contexto en el que las ilusiones se desvanecen con rapidez, en manos de unos políticos empeñados en pisotear todo lo que tiene de utópico el socialismo igualitario, en el que Samba y sus compañeros de equipo creen ciegamente. El director francés desvela, con estos elementos, el descarrilamiento ideológico de la revolución maliense, al imponer un régimen policial y un severo código de leyes alienantes, en el que todo estaba prohibido y la libertad de pensamiento era inexistente.
Dentro de semejante pesadilla de luchas intestinas por el poder, Samba y Lara únicamente encuentran una vía de esparcimiento mediante la música y los ritmos occidentales. Para ellos, Diana Ross y The Supremes, Chubby Checker y Johnny Hallyday no son los corruptores de las tradiciones que dictaminan los líderes nacionales, sino los auténticos símbolos de la esperanza en alcanzar un mundo mejor. Justo como también los experimentaban los chicos de Rebeldes del swing, en la cruda Alemania del ascenso del nazismo.
Jesús Martín
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