Más allá del Tiempo es una curiosa película que mezcla ciencia ficción con drama romántico, lo cual hace que escape de lo habitual en este tipo de producciones. Primero porque consigue atraer con su premisa inicial a un mayor rango de público que simplemente si fuese una película de género fantástico o dramático. Segundo, porque maneja lo suficientemente bien sus engranajes para hacer que la historia funcione sin que ninguno de sus elementos parezca abandonado a su suerte o simplemente ignorado.
Quizá ayude que el guión de la película venga firmado por alguien con ciertas tablas en el asunto. Un experto en mezclar géneros, drama y fantástico, con cierta solvencia. Bruce Joel Rubin es el guionista de películas tan interesantes como La Escalera de Jacob, Deep Impact o Mimzy. Aunque, seguramente, su guión más famoso sea otro drama fantástico (quizá el drama fantástico que más recuerda el público en general de los años noventa), Ghost. Lo que sucede es que mientras Ghost pecaba de exceso y le sobraba azúcar en casi todo su metraje, Más allá del Tiempo consigue mantener un tono bastante más moderado y no tan edulcorado. Más maduro e inteligente, incluso. De hecho, los paralelismos entre ambas historias están ahí, y no sólo en la mezcla de géneros, sino en el significado de la película en sí. Ambas tratan de relaciones imposibles, de la ausencia y de la esperanza.
Aquí conocemos a un niño llamado Henry, que una noche descubre que puede viajar en el tiempo. No a su gusto, no por decisión propia. Simplemente por azar. Sucede y no puede evitarlo, pero esa noche su don/maldición le salva la vida mientras su madre muere (no es ningún spoiler, todo esto sucede en los 3 primeros minutos de película). De mayor Henry (Eric Bana) vive solo hasta que conoce a Claire (Rachel McAdams), a la que, según ella, ya conoce en realidad. Lleva visitándola desde niña. Por supuesto, ahí nace esta peculiar historia de amor. Y las muchas paradojas temporales que se suceden a continuación, claro está.
Al director Robert Schwentke, le conocemos por su trabajo en Plan de Vuelo: Desaparecida, y resulta una curiosa elección como director para un drama de este estilo. Quizá por ello, la historia no deja flaquear los elementos de género fantástico o de ciencia ficción en favor de la historia romántica. Y quizá por ello el tono de la película es tan oscuro en la mayor parte del metraje, con situaciones realmente opresivas para el espectador (callejones, persecuciones, noches frías y oscuras…) y para Henry. Un tono oscuro y adulto, que se pretende sin concesiones, aunque las haga y mucho. Porque, en definitiva es una historia de amor, y es ahí donde al director se le va la mano alargando innecesariamente momentos que requerían de una elipsis como de comer. Pasada la primera media hora de metraje, cuando la historia se centra más en la relación de pareja, hay momentos en los que uno desearía que la película tuviese el mismo don que Henry y saltase hacia adelante en el tiempo. Una economía mayor en la narración, que por otro lado es visualmente muy interesante, le habría dado mayor empaque a la película, un mayor interés por parte del espectador. A veces uno no sabe cómo colocarse en la butaca, por un empeño bastante extraño por relatarnos cosas que cualquiera puede imaginarse sin necesidad de ver. Como para recalcar algo que ya hemos visto y experimentado, y dejando de lado ideas muy interesantes argumentalmente y que podrían definir a sus personajes mejor o llevarlos por caminos bastante más peligrosos u oscuros (la pelea en el callejón, por ejemplo, o la relación de Henry con su padre, que parece culparle aún de la muerte de su madre).
Claro que la película se beneficia de la interpretación de dos actores (McAdams y Bana), que son de lo mejor que ha dado el cine en los últimos diez años. Hay química entre ellos, imprescindible en estos casos, y hay momentos en los que todo se dice con una sola mirada, o un simple gesto, que son los que realmente te hacen empatizar con ellos y aceptarlos. Quizá son personajes demasiado planos, pero ellos hacen maravillas por sacarlos de su agujero y convertirlos en personas reales.
Así que tenemos una extraña historia que mezcla viajes en el tiempo con romance, pero lo hace con inteligencia, sin tratar de cargar las tintas. Lo de los viajes en el tiempo, gracias a Dios, no queda como simple excusa argumental, sino que está perfectamente integrado en la trama. Hasta cuando el personaje revela su secreto a otros, la cosa no se sale de madre, no hay momentos que causen vergüenza ajena al espectador ni risas contenidas por situaciones embarazosas. Eso sí, como no se explica demasiado bien todo lo del viaje temporal, las cosas llegan a liarse un poco. Demasiadas paradojas (parece ser que el protagonista sólo puede viajar al pasado, y de repente no es así…), pero el hilo principal de la historia no se pierde ni varía demasiado.
En definitiva nos encontramos ante una película bien escrita, bien interpretada y bien rodada. Sin estridencias enormes ni lagunas brutales, quizá algo larga por momentos, su mayor pecado. Pero adulta y madura, eso sí, sin que nos sobre demasiado de ninguno de sus aspectos. Con algunas preguntas que se plantean y se resuelven (o no) a lo largo del metraje. La inamovilidad del destino, la imposibilidad de cambiar lo que sabemos que va a suceder o ya sucedió (¿o quizá el hecho de que Henry viaje al pasado a conocer a Claire predestine el futuro?), con el amor como lista de estancias o ausencias, y con una sana ironía en el final, aunque algo más de humor no le habría sentado nada mal a la cinta. Si hay que elegir una película romántica para el fin de semana, Más Allá del Tiempo es una opción más que interesante. Compártelo en tu perfil de facebook Compartir