Crítica de la película Monster Hunter
Pasarratos entretenido que da lo que promete con eficacia.
Disparatada y descerebrada, cierto, pero también disfrutable como producto de evasión rápida y trepidante, todo acción, poco o casi ningún desarrollo de personajes. Es satisfactoria si uno sabe lo que busca y siempre que uno sepa lo que va a ver. Claro que confundirse de tipo de producto conociendo el título y sus artífices -Paul W.S. Anderson, Milla Jovovich y Constantin Films, responsables de la saga de películas de Resident Evil, añadiendo al cocido a Tony Jaa, repartidor de collejas de Ong Bak- es difícil, o en todo caso un problema inexplicable de falta de información del espectador al elegir el tipo de película que quiere encontrarse en la pantalla.
En su conjunto es algo más floja que las propuestas similares de la saga de Riddick, a la que me recuerda incluso más -sobre todo a la tercera entrega de la franquicia protagonizada por Vin Diesel- que la propia saga de Resident Evil. Es justo decir también que es más competente y mejor que las últimas entregas de Milla al frente de Resident Evil en el cine. Por ejemplo, con peores resultados nos hemos tragado cosas como Doom, otra adaptación más pobre de videojuego, superada por esta.
Paul W.S. Anderson se muestra eficaz en el uso de un argumento esquemático que sabe además dosificar su metraje para no pasarse de tiempo y hacer que el espectador suspenda su acuerdo de aceptación del disparate evasivo que nos propone. La película tiene buen ritmo, con eficaz alternancia de las amenazas (léase los bichos), y además sabe perfectamente sacar partido a su naturaleza fundamentalmente superficial, sin complejos, acumulando secuencias de acción con refuerzo de los paisajes de fantasía y ciencia ficción y sacando partido a la solvencia que tienen ya más que probada en este tipo de películas sus protagonistas.
No necesita más para entretener durante algo más de hora y media, y aunque es cierto que todos sus personajes, y especialmente los integrantes del grupo que acompaña a Ron Perlman, y especialmente el propio Ron Perlman, bien podrían estar ligeramente más desarrollados y mejor aprovechados, cumplen su función como pretextos para generar la acción. Aunque ciertamente esa falta de desarrollo de los tipos y tipas del barco junto con el amuleto-anillo que lleva la protagonista, son puntos flacos en el guión, insuficientemente sustentados, y precisamente por ello actos fallidos -si lo queremos poner en clave freudiana- de intento en falsete de darle mayor consistencia al asunto del que requiere, dada su fórmula.
Otro punto a favor, es que nunca intente ser lo que no es. Error que sí afectó, y mucho, por ejemplo, a la última intentona de llevar Hellboy a la pantalla grande, tanto más fallida por cuanto no supo conocerse a sí misma y medir sus fuerzas. Paul W.S. Anderson no está intentando otra cosa que lo que lleva haciendo, con mayor o menor acierto, durante toda su filmografía: proporcionar a los espectadores una vistosa hamburguesa cinematográfica que nos entretenga con eficacia durante algo más de hora y media, sin complicarse con aspiraciones a ser original ni sentar cátedra en un género que tiene identidad de serie B para disfrute acelerado y máxima suspensión de la credibilidad.
Yo le aplaudo por ello. Y he pasado un buen rato viendo esta película.
Miguel Juan Payán
★
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