Crítica de la película Nomadland
Posiblemente la mejor película del año, y muy necesaria.
Estamos solos, y Nomadland va sobre esa soledad. Es la soledad del individuo frente al sistema. Una soledad que muchos hemos sentido durante la pandemia, en todo el mundo, y que muchos están sintiendo todavía hoy. Una soledad del ciudadano frente al gobierno y la burocracia y el oportunismo de estraperlistas que quieren enriquecerse a toda costa, en cualquier lugar del mundo. COVID 19 ha convertido accidentalmente esta película en la propuesta más interesante, oportuna y actual de la verdad que necesitamos ver en el cine, aunque su argumento alude a una crisis económica anterior al coronavirus, pero que bien puede reflejar muchas de las cosas que están ocurriendo ahora mismo y que me temo van a ocurrir.
Ya solo por eso Nomadland merece estar destacada como una de las mejores, sino la mejor, del año. Pero no se queda ahí.
Lo cierto es que Chloé Zhao y Frances McDormand nos conducen a un viaje cinematográfico apasionante, más allá de su valor como referencia social para los aciagos tiempos que estamos viviendo.
Por la parte de Zhao, fabrica una variante de western con todas las claves de la película de itinerancia, y su película de viaje, la road movie, queda ilustrada espectacularmente en lo visual con un abordaje que bien podría denominar épica de la sencillez. Porque en lo sencillo, en lo cotidiano, en esa insistencia en sobrevivir fuera de toda la vida que habían tejido anteriormente y que les fue robada, sus personajes encuentran no solo una nueva manera de existir tan lejos como pueden y en la periferia de ese sistema que les traicionó y los repudió, dejándoles solos, sino que además lo hacen reinventándose por el camino más difícil.
Los traicionados siguen adelante en las condiciones que poco a poco ellos mismos reinventan para vivir, por difíciles y solitarias que estas sean. Y lo primero que aprenden es que dependen exclusivamente de sí mismos. No es extraño que cuando se les ofrece reintegrarse de algún modo al carrusel del sistema, rechacen esa posibilidad, casi con un orgullo primario del animal herido que nunca va a dejar que le engañen para que sus heridas cicatricen. Y eso, si me permiten una opinión personal, les hace grandes, íntegros, puros, y los aleja de ser otro juguete roto de la farsa social, económica y política en la que habitamos.
Nomadland es así una película de héroes contra pronóstico, cargada de poesía visual, de pelea existencial, de ira contenida, de distanciamiento en planos del individuo integrado en ese paisaje inmenso y desolado que parece ser una alegoría de la vida, planos de gran belleza de paisaje sin camuflar, agreste, duro, de la noche y el frío en la oscuridad de la nada, para pararse a pensar tranquilamente en todo aquello en lo que queremos creer, pero que en realidad no nos creemos, en las mentiras que enmascaran las falsas propagandas de valores de hacendado que nos lanzan los medios de comunicación como churros mal cocinados tres días antes y que saben ya a goma pasada de fecha, en el trampantojo moral en el que vivimos.
Para ese camino, Nomadland se propone y nos propone un juego entre la realidad representada por muchos de sus personajes que son otros tantos casos reales, y una protagonista que camina a medio paso entre la realidad y la ficción. Y la fusión de documental y falso documental funciona estupendamente.
Y luego, además de todo lo anterior, está Frances McDormand. Una actriz de otro nivel que vuelve a echarse sobre los hombros un reto y sale del mismo en triunfo, aplicando verdad a ese personaje que navega entre la realidad y la ficción y regalando talento en cada gesto de un personaje que, como muchos de los suyos, resulta imposible imaginar en otras manos que no sean las suyas.
Esta película, obviamente, no sería ni la mitad de eficaz sin ella. No podría sobrevivir con un cromo de Hollywood al frente de este viaje donde las fronteras entre realidad y ficción están tan difuminadas. Por eso Nomadland vive también de la oportunidad y la coincidencia de un contenido interesante y con significado esclarecedor al mismo tiempo que demoledor, de una puesta en escena y un trabajo de dirección y composición notable, de una coincidencia en el tiempo en el que su tema se entremezcla con la realidad que estamos viviendo, más allá del motivo de origen que empujó a estos nuevos nómadas, y de una actriz en un momento brillante de su carrera, en un alarde de talento que parece ser perpetuo, considerando la cantidad de años que esta mujer lleva imponiéndose en cada papel interesante que le sale al paso.
Resumiendo: película para ver varias veces. Película para dejarse arrastrar a un viaje nómada en el que resulta imposible no pensar que lo que ocurre en la pantalla nos podría pasar a cualquiera de nosotros simplemente con cualquier mala decisión en la cadena de fabricación de juguetes rotos que nos amenaza. Película para espabilar y dejar de vivir en los mundos de yuppy y la calle de la piruleta.
Miguel Juan Payán
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