Crítica de la película Nightcrawler
Cercana a Taxi Driver, es una de las mejores películas que vamos a ver este año.
Merodeador nocturno. Ese es el oficio elegido por un inadaptado de los muchos que pasean por la noche urbanitas de nuestro tiempo inventándose su propia vida a mordiscos, dando dentelladas a la adversidad como un perro hambriento de afecto y de esa “normalidad” de vida más o menos civilizada que les está negada. El personaje que interpreta en esta película Jake Gyllenhaal y me atrevo a situar ya entre los mejores trabajos de este notable actor, no es otra cosa que un depredador. Si quieren ver un lobo feroz este fin se semana no tienen que pasearse por los bosques de Into the Woods para ver a Johny Depp, sino simplemente acercarse a ver esta película en la que el temido depredador del cuento se materializa en el cazador de noticias que cámara en mano recorre las noches de la gran ciudad dispuesto a hacer lo que sea necesario para conseguir imágenes exclusivas.
Lo primero que se nos viene a la cabeza a poco que hayamos visto algo de cine es que efectivamente Nightcrawler tiene mucho en común con Taxi Driver de Martin Scorsese. El parentesco o proximidad entre ambas puede explicarse secuencia por secuencia, y precisamente por eso es muy revelador ver las dos películas y compararlas para percibir los cambios que se han operado en el discurso cinematográfico desde el año 1976 en que Martin Scorsese dirigiera su película y la actualidad. Evidentemente, Es evidente que el Lou Bloom que interpreta Gyllenhaal tiene mucho en común con el Travis Bickle al que diera vida Robert De Niro. Comparten ambos la sonrisa crispante de pirado imprevisible asociada a unos ojos que miran al abismo de la locura y la verborrea de autoafirmación absolutamente disparatada digna de un discurso de teletienda cutre perdida en la madrugada. Repasen la escena en la que Lou y Travis piden trabajo al principio de su pesadilla urbanita y podrán comprobarlo. Repasen la secuencia en que ambos se enfrentan al espejo y notarán el trazo del guiño o el homenaje en el segundo frente a la memorable secuencia del primero, pero sin perder la personalidad propia, porque más que lo que une las dos películas, Taxi Driver y Nightcrawler, lo realmente interesante de reflexionar en este caso es lo que separa a Travis y Lou. Verán ustedes, ocurre que las dos películas tienen similar objetivo, que no es otro que retratar la alienación de nuestra sociedad, sus lados más oscuros, esto es: nuestros lados más oscuros, como individuos y como colectivo. Pero lo hacen a través de personajes que son claramente diferentes. Ambos viven un sueño de aceptación social, integración en el colectivo por la vía del éxito y redención de sus pecados a través del heroísmo. Ambos son unos alucinados. PeroTravis era una víctima. Lou es un depredador. Bastaría reparar en la manera en que intentan ligar con las mujeres que han elegido como compañeras para darse cuenta de ello, pero hay otra escena aún mejor que esa para definir lo mucho que separa a Lou de Travis. Y, como todo lo bueno, es una de esas escenas de aparente sencillez que no obstante encierra un contenido tremendo, incluso demoledor: la absoluta soledad. Es la escena en que Lou está planchando en su casa, en la tele, viendo una película de comedia de Danny Kaye. Y se ríe. Esa es la frontera que empieza a trazar las diferencias entre Travis como un poble diablo, juguete roto del sistema y sus sermones sobre el heroísmo y el sacrificio y Lou, recluta ansioso de los discursos sobre el éxito a cualquier precio en una sociedad que se devora a sí misma como un cuerpo moribundo. Y es en este segundo tema donde entramos en otros dos grandes referentes que marcan la identidad potente y vigorosa de denuncia que sin subirse al púlpito ni soltarnos falsos discursillos bienpensantes nos propone Nightcrawler. Me refiero a la reflexión sobre el verdadero papel de títeres de esa antropofagia social que están jugando los medios de comunicación en nuestros días. Es un camino por el que esta película se acerca temáticamente a lo que ya abordaron Billy Wilder en El gran carnaval (1951) y Sidney Lumet en Network, un mundo implacable (1976). Dos clásicos que merece la pena revisitar urgentemente después de ver esta excelente puesta al día de sus preocupaciones sobre el papel de los medios de comunicación en nuestra sociedad. Por ejemplo, si el papel de Lou está emparentado con el de Travis en Taxi Driver, el de la periodista Nina que interpreta Rene Russo también aporta singulares oportunidades de reflexión sobre cómo ha cambiado nuestro mundo si lo comparamos con el que en su momento interpretara Faye Dunaway en Network.
Nightcrawler tiene por tanto muy buenos padrinos en el cine clásico, pero debería convertirse en un título de culto por méritos propios, y es en mi opinión de las mejores películas que vamos a ver este año. Una de esas que ves varias veces, porque tiene toda la cualidad hipnótica del cine que nos hace mirar al abismo de nuestras propias miserias.
No es buena. Es muy buena.
Miguel Juan Payán
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