La recreaciรณn en clave musical de las peripecias donjuanescas de Federico Fellini durante el rodaje de Ocho y Medio, no llega a cumplir las expectativas que habรญa creado merced a su reparto de campanillas y arropada por la esperanza de que su director pudiera repetir el รฉxito que le acompaรฑรณ en Chicago.
En mi opiniรณn el pinchazo no es responsabilidad de sus actores, desde luego no lo es de su protagonista, Daniel Day Lewis, que como siempre estรก por encima de lo esperado y no se limita a cumplir con su tarea, sino que se recrea en la suerte entregรกndose a la creaciรณn de un personaje con un trabajo que supera, de largo, el que hiciera Richard Gere para Chicago. Tampoco puede achacarse el pinchazo a las actrices que se van pasando el relevo en los nรบmeros musicales de la trama, aunque a decir verdad llama la atenciรณn que sea la mรกs veterana de todas ellas, Judi Dench, la que finalmente, y junto con la cantante Fergie, escape mejor de ese encuentro con la canciรณn a que se han visto sometida todas las fรฉminas de la pelรญcula. Penรฉlope Cruz tiene un nรบmero imposible, que defiende con lo mejor de su talento como actriz, mรกs justa en la voz que en la interpretaciรณn, todo hay que decirlo, pero inevitablemente queda superada por su antagonista dentro del relato (ella es la amante, la otra es la legรญtima esposa), Marion Cotillard, que en su papel como clon de Giulietta Massina tiene un nรบmero final demoledor muy similar en algunas de sus claves (y superior) al que protagoniza la espaรฑola en la apertura del desfile de aportaciones canoras de las fรฉminas de la historia. Ellas son los dos polos entre los que se mueve la pelรญcula, que para ser francos deja las contribuciones de Nicole Kidman y Sofรญa Loren en meras anรฉcdotas. Ambas dos, pero especialmente la segunda, se muestran particularmente acartonadas en sus aportaciones musicales, como si hubieran sido fichadas mรกs como mascotas o adornos que como participantes activas de la misma. Puedo disculparlo en la Kidman, que al fin y al cabo encarna a una rรฉplica de Anita Ekberg, esa diva del cartรณn piedra erรณtico festivo construido magistralmente por Fellini en La dolce vita. La propia Nine incluye una escena en la que, quitรกndose el postizo del pelo, Kidman/Ekberg se queja de que el director nunca la conociรณ, y por tanto tampoco la mostrรณ, como algo mรกs que cartรณn piedra erรณtico festivo para alimentar la libido de la audiencia. Opino no obstante que la protagonista de Moulin Rouge merecรญa estar mejor aprovechada por el director para esta pelรญcula. Pero el asunto es peor en el papel de la Loren, que es nada menos que el de la madre del protagonista y requerรญa una emotividad y una capacidad para ganarse la complicidad del espectador del que carece totalmente el trabajo de la veterana diva.
No se me ha olvidado Kate Hudson, cuyo nรบmero es el mรกs movido de una colecciรณn de temas musicales que, para ser sincero, me gustan bastante menos que los de otros musicales, incluyendo por supuesto Chicago. La canciรณn que interpreta es la mรกs pegadiza de la discutible selecciรณn de temas que ha pasado a la versiรณn cinematogrรกfica desde el musical original, sobre la que habrรญa mucho que hablar, del mismo modo que me parece un error que de todo ese nรบmero los responsables de la distribuciรณn en Espaรฑa hayan elegido para la promociรณn en televisiรณn los gritos: ยกGuido! ยกGuido! ยกGuido!… que no son precisamente lo mejor del tema y el nรบmero, sino mรกs bien todo lo contrario. El nรบmero de la Hudson es un buen termรณmetro de por dรณnde y cรณmo respira toda la pelรญcula. Ella se esfuerza y cumple, pero no tiene la culpa de estar subida a lomos del tรณpico, como el resto de la pelรญcula, que se inicia con una frase del protagonista sonrojantemente ingenua por ser un topicazo desmaรฑado, filosofรญa de urinario escasamente ventilado por la realidad pero no obstante con irrisorias pretensiones intelectuales. Nos dice el protagonista mรกs o menos que las pelรญculas son sueรฑos hasta que empiezan a rodarse, y que luego sรณlo un milagro en la sala de montaje puede conseguir que parte de ese sueรฑo se pueda recuperar.
De manera que el verdadero problema de Nine no son ni sus actores, ni su direcciรณn, que tiene algunos momentos afortunados, sin llegar a ser brillante, por ejemplo en todo lo que rodea al personaje de Marion Cotillard, lo mejor de todo este recargado puzzle argumental. El problema es una falta de base en torno a los personajes que se hace notar especialmente porque advertimos los lugares comunes con otros musicales que se repiten como una fรณrmula agotada y un puntito agotadora sin aportar nada nuevo en esta ocasiรณn. Le falta a Nine el vigor y ย el humor y el poder de seducciรณn que tenรญan algunos momentos de Chicago, por ejemplo el nรบmero de las chicas condenadas del corredor de la muerte, sin equivalente posible en esta ocasiรณn, como no sea por el Be Italian, la recreaciรณn del personaje de la mรญtica Saraghina que borda Fergie, por otra parte sin contar con el respaldo visual que merece en la planificaciรณn y la puesta en escena. Atreverse a clonar el momento de encuentro con Saraghina que ya mostrรณ el propio Fellini no peca tanto por osadรญa como por su flagrante falta de intrepidez.
Todo queda muy descafeinado, como si les diera miedo dar dos pasos mรกs allรก para no ofender a la memoria mรญtica del maestro italiano, es decir, por no incordiar al icono, no tanto por miedo a enfangar la memoria del cineasta o del hombre.
Asรญ les queda un espectรกculo antes discordante y verbenero que provocador y atrevido, eso sรญ, con muchos gritos como los de ยกGuido! ยกGuido! ยกGuido!
Y con mucho tรณpico sirviendo como lastre del relato, que en otras manos y contemplado como bajada a los infiernos del protagonista, podrรญa haber sido muy interesante.ย Cuando le liberan de la pleitesรญa a las fรณrmulas mรกs repetitivas y pedestres del musical, Daniel Day Lewis sirve ese plato con su habitual eficacia y algunos toques interpretativos de autรฉntico maestro, rescatando lo que con otro actor y sin Judi Dench, Fergie y Marion Cotillard en el reparto corrรญa el riesgo de convertirse en un tostรณn infumable.
Miguel Juan Payรกn