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viernes, abril 19, 2024
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Pájaros de papel ****

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Era ésta una película peligrosa para sus responsables. Hacer una película como Pájaros de Papel, hoy en día, supone disfrazarse de piñata para que te sacuda una de esas dos Españas que desgraciadamente tenemos entre nosotros. Hay saturación de dramas guerra-civilistas en nuestro cine, y cada vez que se haga uno más, tendremos discrepancias por aquéllos que sostienen que el cine español debería de dejar de tocar temas enterrados y supuestamente olvidados. Emilio Aragón es, además, cabeza visible de un grupo mediático claramente alineado, que ha parido una obra que, como no podía ser de otra manera, se decanta por los suyos. Y está en su derecho.

Pero más allá de consideraciones ideológicas, que, ciertamente, sí determinan el tono de la película, lo mejor de Pájaros de Papel es que es una estupenda película, una cuidadísima producción que tristemente se perderán todos aquellos que la rechacen, no ya por cuestiones de poca o nula afinidad ideológica, sino por quienes desconfíen de la capacidad como cineasta de un tipo tan polifacético como a veces poco talentoso. Emilio Aragón ha hecho de todo en su vida profesional, y a mi pocas cosas suyas me interesan. Pero de repente, y con 50 años, se ha puesto a dirigir, y su ópera prima bien la podría haber firmando uno de nuestros más consagrados directores.

El conocimiento del oficio, la excelente dirección de actores, y, sobre todo, un efectivo y atractivo guión escrito a cuatro manos por el propio Aragón y Fernando Castets (responsable del libreto de El Hijo de la Novia), hacen de la película un compendio de todo aquello que uno busca a priori en una película como ésta, que se sitúa, y espero que nadie me tome por hereje, al mismo nivel que las más famosas producciones semejantes de nuestro cine, ésas que sí contaron con el respaldo de todos, como Ay Carmela o El Viaje a Ninguna Parte. Pájaros de Papel juega en la misma liga.

Estamos, como todo el mundo sabe sin necesidad incluso de haber visto la película, ante un sentido homenaje a los cómicos, aquellos artistas que se jugaban la vida intentando poner un mínimo colorido en la etapa más gris de nuestro país. Ellos cantaban, bailaban, hacían magia y ventriloquia, y, sobre todo, sonreían, cuando toda su existencia estaba impregnada de motivos para llorar. Y todo por un mísero salario que apenas les daba para subsistir, y con la amenaza constante de ser víctimas de un régimen totalitario que vigilaba cualquier atisbo de discrepancia. Precisamente ese término, el de “cómicos”, puede ser el que provoque sarpullidos en una parte del poder mediático. Son los mismos cómicos a los que recordó Javier Bardem cuando recogió su Óscar. Otra vez las dos Españas.

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Pero es importante insistir en que estamos ante una obra que realmente merece la pena, más allá de esas consideraciones. Y por muchos motivos. Yo me veo obligado a acordarme  en primer lugar de Imanol Arias, que en mi opinión ofrece la mejor interpretación de su carrera, un trabajo impresionante que, de haberse visto unos meses antes, bien podría haber puesto en peligro el Goya al Mala Madre de Tosar. Imanol Arias alcanza aquí un nivel estelar, tanto que perjudica incluso a alguno de sus compañeros, que empequeñecen frente a la maestría inalcanzable del actor. Y mira que la película está plagada de buenas interpretaciones, con un Lluís Homar que demuestra en cada trabajo que era uno de los grandes tapados de nuestro cine, y secundarios tan convincentes como Fernando Cayo (capaz de ponerse en la piel del Rey Don Juán Carlos en las tv-movies de Antena3 y de ser un implacable fascista aquí) o José Ángel Egido, impagable en su rol de alcalde estúpido y caciquil. Emilio Aragón saca de todos ellos lo mejor.

Y como estamos frente a una producción ambiciosa, nada puede decirse de la ambientación o de la dirección artística. Las épocas de la Guerra Civil y de la posguerra son reflejadas en la cinta de manera soberbia, recreando a la perfección lo que tenía España en aquel entonces de pobre, de triste y de regresión. A ello contribuye además, otro de los puntos fuertes de la película: la magnífica música compuesta, cómo no, por el director, que nos devuelve a las grandes producciones del Hollywood clásico., como si estuviésemos en una épica epopeya con el trasfondo de la Guerra de Secesión, o, incluso, de la Segunda Guerra Mundial.

Resulta sorprendente que se pueda transmitir todo lo que transmite Pájaros de Papel siendo una primera película. Emilio Aragón logra emocionar, conmover…desde los primeros devaneos de la historia (con los trágicos sucesos que ocurren en la vida del personaje de Imanol Arias) hasta el desenlace, tan sentido como esperado. Y lo hace con una historia que nos han contado muchas veces en nuestro cine. Ahí reside uno de los grandes méritos de este hombre-orquesta. Su película nos recuerda a multitud de obras, desde las citadas Ay Carmela y El Viaje a Ninguna Parte hasta El Laberinto del Fauno, pasando por La Lengua de las Mariposas o Los Girasoles Ciegos. Pero no se queda atrás a la hora de tocar la fibra de un espectador que asiste incrédulo a los muchos momentos tristes que ve en la pantalla, sorprendentes en alguien que mostraba tanto almíbar empalagoso en sus producciones televisivas.

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No todo es perfecto. Algunos pasajes de la historia están poco explicados (ese año “sabático”  del personaje de Imanol…) y el desenlace what if que inevitablemente nos recuerda a Tarantino resulta algo forzado. Y a mi me chirría el niño Roger Princep en alguna escena, como también una Carmen Machi algo sobreactuada. Pero estos problemas quedan eclipsados, afortunadamente, en el resultado global. Y yo sí me he emocionado con el final, anunciado y sentimental. Emilio Aragón ha hecho su película y se la ha dedicado a su padre. Y ha hecho muy bien.

Ha querido triunfar con creces, y ha dicho “mierda” siete veces. Poca gente, me temo, verá Pájaros de Papel. Algunos no irán porque la considerarán “más de lo mismo”, otra sobre la Guerra Civil en la que los malos son muy malos y tontos mientras que los buenos son muy buenos y artistas. Otros porque creerán que es simplemente otra inquietud de Milikito, al que ahora le da por hacer películas. Pues que sepan unos y otros que Milikito ha hecho una muy buena película. Ellos se lo pierden.

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