Vale, es muy probable que no lo sea, sobre todo cuando en la comparación entran aquellas maravillosas películas en glorioso blanco y negro. Y al final uno trata de llamar la atención con los títulos de sus artículos, de ahí la contundencia en la calificación. Pero Pretty Woman es una delicia y, de lo que sí estoy convencido, es de que es la mejor comedia romántica en color hecha nunca. Y el público así lo entendió desde su estreno, lo que se demostró ya no sólo por el increíble respaldo en forma de mastodóntica taquilla sino ateniéndonos además a la cifra de copias vendidas de la película en vídeo y dvd, y, sobre todo, por las más que generosas audiencias televisivas obtenidas con cada emisión. Efectivamente, Pretty Woman es eso que muchas aspiran a lograr y sólo unas pocas consiguen: un clásico.
Yo creo que es una obra maestra, pero ésa es sólo mi opinión. Sí creo que es un hecho cierto que estamos hablando de una de esas obras en las que multitud de factores coinciden para dotar al conjunto de una trascendencia infinita. Ha ocurrido varias veces a lo largo de la historia del cine. Me refiero a películas que uno nunca metería en una lista con las que considerase las mejores películas de la historia, pero que, sin embargo, transmiten algo que las convierte en únicas e inolvidables: magia. Porque cuando las ves, a mi al menos ésa es la sensación que me invade, la de que estoy viendo una película mágica. El cine tiene mucho de personal, y cada uno puede sentir algo parecido con películas muy diversas, pero yo creo que obras como ésta, o como E.T., o como La Princesa Prometida impregnan de ese sentimiento a prácticamente todo el que las ve. Y podemos remontarnos hasta una película como Casablanca, a la que muy pocos críticos situaron en aquellas listas que proliferaron hace unos lustros con motivo del centenario del cine, y que recogían las que en su opinión eran las mejores películas de siempre. Pero resulta evidente que Casablanca pareció, desde el principio, tocada por la varita de un mago, que le dio el don de perdurar y trascender. Como Pretty Woman…
Los factores que propiciaron el éxito resultan evidentes, sobre todo cuando han pasado veinte años desde su estreno. A nadie escapa que el cásting resultó perfecto, a pesar de que ni Julia Roberts ni Richard Gere fueron las primeras opciones consideradas. Y podría ocupar párrafos y párrafos hablando sobre el guión y la dirección. Pero yo estoy convencido de que antes y después se rodaron películas con idénticas virtudes, que no alcanzaron ni de lejos el mismo éxito. Y ahí es cuando entra el juego esa conjunción astral en la que yo, ingenuo, creo firmemente. ¿Por qué una comedia romántica, un género no precisamente rompedor de taquillas, logró semejante éxito? ¿Por qué lo logró con un protagonista masculino cuya carrera declinaba y con una chica de escasa trayectoria? ¿Qué importancia tuvo la presencia tras las cámaras de un tipo que no contaba hasta entonces con ningún éxito destacable? ¿Cómo una historia mil veces contada, basada en los típicos gags sobre los distintos modos de vida de clases sociales antagónicas con toques de La Cenicienta se ganó el fervor de todo tipo de público? Yo no encuentro respuestas racionales y me limito a creer que, como tantas cosas en la vida, simplemente ocurrió. Serían los astros, sería el destino…pero, afortunadamente, ocurrió.
Pretty Woman contó con prácticamente todos los elementos que posteriormente serían considerados como la seña de identidad del género. Rasgos inequívocos como el proceso de enamoramiento de los protagonistas (que sí, que no, que sí…), los secundarios entrañables y de enorme importancia cómica y, sobre todo, la perfecta conjunción de comedia y drama. En donde sí logró la película sentar cátedra, hasta niveles inalcanzables posteriormente, fue en el tono general de la cinta. Para entendernos, Pretty Woman es una increíble historia de amor que no empalaga, que no resulta vomitiva para quienes escapamos de frases cursis y ñoñas. Yo, que tenía catorce años cuando la vi en el cine, quedé fascinado por esa expresión de sentimientos tan pura y al mismo tiempo, apta para todos los públicos. Con una edad en la que se suele estar más cerca, por ejemplo, de Jungla de Cristal que de Pretty Woman (la segunda entrega de la saga protagonizada por Bruce Willis se estrenaría también en aquel 1990), yo, adolescente aún virgen de amoríos desatados, caí rendido con la historia de amor de Vivian y Edward…
Había química, toneladas de química…Había tanta que yo a veces tengo la impresión de que el concepto de “química” referido a la relación entre dos protagonistas de una película se inventó con ellos. Richard Gere y Julia Roberts magnetizaban el patio de butacas con cada escena que compartían. Nunca, ninguno de los dos, encontró semejante complicidad con otro compañero de reparto. Y nunca ninguno estuvo tan bien. Gere era un actor de renombre que no atravesaba precisamente su mejor momento. Había gozado de prestigio en la década anterior, gracias a sus trabajos con Terrence Malick en Días del Cielo, con Paul Schrader en American Gigoló y con Coppola en Cotton Club, pero llevaba más de un lustro sin enganchar un éxito destacable. 1990 sería el año decisivo en su carrera, porque logró su mayor éxito con Pretty Woman, pero porque además estrenó también Asuntos Sucios, un estupendo thriller policíaco dirigido por Mike Figgis en el que Gere estaba genial, y que debió de merecer más suerte. Nunca fue Gere un dechado de talento y sus interpretaciones destacables han sido pocas. Además de estas dos, Chicago y El Dr. T y las Mujeres pueden rescatarse de su filmografía.
Lo de Julia Roberts fue tremendo. Es cierto que había sido nominada al Óscar un año antes por su papel de reparto en el drama romántico Magnolias de Acero, pero la relevancia que logró con su papel de Vivian fue abrumadora. De hecho, si repasamos los nombres de las actrices que han sido nominadas en los últimos cinco años al Óscar a la mejor actriz de reparto, encontraremos muchas que han pasado al más absoluto olvido. Viola Davis, Ruby Dee, Taraji P. Henson o Adriana Barraza, por citar solamente a algunas, no tuvieron su Pretty Woman después de haber sido nominadas. Julia sí, y de ahí al cielo. Había nacido la novia de América.
Y esa condición rompió moldes además porque se trataba de una prostituta. Vale, ya sabemos que el poderoso Edward Lewis sacó a Vivian de la calle, pero el personaje que nos enamoró a todos, el que se ganó nuestros corazones era una prostituta. Hollywood había asaltado las taquillas de todo el mundo con una historia de amor entre un millonario y una chica de vida alegre, y, lo que resulta más increíble, Touchstone Pictures, la productora del invento, era una filial de Disney. Por increíble que parezca, la puritana compañía del ratón Mickey se forró gracias a una prostituta…
“!Bienvenidos a Hollywood! ¿Cuál es su sueño? Todo el mundo tiene uno…” Esas son las primeras frases que pronuncian en la película. La chica que nos conquistó soñaba con una vida mejor que la que tenía, y su sueño se hizo realidad. Ahí Hollywood fue más Hollywood que nunca y en ese aspecto no defraudó. El mismo personaje que pronunciaba esas frases al principio, un homeless dicharachero, las repetiría al final, como si le tocase a otro ver cumplidos sus deseos. ¿A él quizás?
Los secundarios jugaron un papel fundamental. Y representaron unos roles marcados, decisivos en el devenir de la trama. Inolvidable resulta la Kit encarnada por Laura San Giacomo, auténtico motor cómico de la historia y fundamental para compensar la candidez de su inseparable compañera de trabajo Vivian. Las mejores frases de la película salen de su boca, y los gags más recordados suceden con ella en pantalla. La actriz había logrado cierta relevancia con el debut tras las cámaras de Steven Soderbergh, Sexo, mentiras y cintas de vídeo, pero nunca alcanzó un status importante. En la televisión encontró la estabilidad laboral, gracias a las series Dame un respiro y Saving Grace.
Jason Alexander fue Philip, el malo de la película. Una comedia romántica no suele dar cabida a villanos al uso, pero quizás la necesidad de acentuar la integridad del protagonista masculino provocó ese perfil desagradable del personaje. Philip Stuckey era el socio de Edward, un tiburón de los negocios sin escrúpulos, que trata de torpedear la historia de amor de su compañero para poder mantenerle activo en sus intereses empresariales. Jason Alexander sólo contaba con un papel importante en la serie Urgencias, pero demostró ser un actor excelente, alcanzando notoriedad al lado de Seinfeld. Yo le recuerdo, sobre todo, como el soez Mauricio, amigo de Jack Black en esa maravilla incomprendida que es Amor Ciego, la escatológica comedia de los hermanos Farrelly.
Otro de los aciertos mayúsculos fue contar con Hector Elizondo como gerente del majestuoso Hotel Regent Beverly Wilshire, en donde se alojaba Edward, y que se veía sacudido por el terremoto Vivian, a la que Elizondo adiestraba en las artes del protocolo y el buen gusto, con el objetivo de no desentonar en las reuniones de negocios a las que debía de asistir con su “cliente” Edward. Elizondo protagonizó, junto a Julia Roberts, varias escenas memorables, y sin duda hubiese merecido una nominación al Óscar al mejor actor de reparto.
Y una mención merece también Ralph Bellamy, fallecido un año después del estreno de la película, actor extraordinario y representante de la edad dorada de Hollywood, visto en obras memorables como Luna Nueva o El Hombre Lobo. Bellamy se despidió del cine con el papel de James Morse, un empresario de buen corazón que apela a la bondad de Edward para que salvaguarde los intereses económicos de su familia.
El reparto proporcionó, en su trabajo conjunto, un resultado mucho mejor que el que a priori podríamos esperar de las individualidades. O dicho de otro modo, nadie contaba que con semejantes mimbres se fuera a hacer un cesto tan bonito. De hecho es muy probable que si cada toma se hubiese rodado en un día diferente, ninguno de los actores hubiese estado tan bien. Insisto, cosas del destino.
Todos sabíamos que el hombre de negocios seductor y misterioso terminaría por llevarse a la chica de la calle. Lo que transmitían cuando compartían escena no podía quedar en una mera transacción comercial, en forma de servicio de compañía. Richard Gere fue capaz de expresar a la perfección ese sentimiento de incredulidad por haber encontrado a la chica de su vida en una esquina de una calle de Los Angeles. Y Julia Roberts fue lo más parecido a Audrey Hepburn, en escenas tan increíbles como aquella en la que negociaba la tarifa mientras se daba un baño de espuma escuchando música con unos enormes auriculares. La reencarnación de la inolvidable protagonista de Charada, uno de los seres más angelicales de la historia del cine, se dedicaba al oficio más antiguo del mundo…
El trabajo de director y guionista sí que nos dejó pasmados a todos. Pocas veces dos profesionales tan poco reconocidos dieron en el clavo con tanta rotundidad. Garry Marshall es un hombre de cine, un tipo que conocía los resortes de la profesión, en la que había trabajado como actor, guionista y director. Pero en ninguna de las tres facetas había destacado especialmente, o al menos no como para llegar con ninguno de sus trabajos a un público masivo. Como director se había especializado en comedias amables e insulsas, hasta que logró cierta relevancia con el drama Eternamente Amigas. En Pretty Woman mostró una destreza como sólo antes se había visto en los más grandes del género, manejando los tiempos y la cámara como en su momento habían hecho Lubitsch, Capra o Wilder. No parecía el cineasta de aquellas comedias olvidables, al servicio de unos jóvenes Tom Hanks (Nada en Común) , Kurt Russell (Un mar de líos) o Sean Young (Los locos del bisturí).
Pero si lo del director fue sorprendente, lo del guionista fue ya de traca. El libreto de Pretty Woman estaba firmado por J.F.Lawton, entonces un treintañero que sólo contaba con un guión convertido en película, y cuyo título no puede ser más redundante: Cannibal Women in the Avocado Jungle, una “comedia de acción selvática” en la que también ejerció como director. Pero viendo lo que hizo después de Pretty Woman, guiones como los de Presa de la Secta, Alerta Máxima o Reacción en Cadena, a uno sólo le queda pensar aquello que siempre afirmaba el entrañable Carlos Pumares cuando un director firmaba una buena peli tras haber hecho siempre bodrios: “se la hizo un primo”. Pues el primo de J. F. Lawton escribió un guión magnífico…
Pretty Woman se estrenó en los Estados Unidos el 23 de marzo de 1990. Obtuvo una recaudación en su primer fin de semana de 11 millones de dólares, pero el boca a oreja fue implacable y la cinta terminó recaudando 178 millones, para un total de 463 en todo el mundo, cifras astronómicas teniendo en cuenta que estamos hablando de una comedia romántica. Dentro de ese género, es la cuarta película más taquillera de la historia, y ciertamente resulta triste comprobar que ha sido superada por cosas tan olvidables como Hitch, Lo que piensan las mujeres y Mi Gran Boda Griega. Fue también la cuarta película más taquillera de aquel año 1990, clasificación que lideró otra comedia, ésta de características muy diferentes, Sólo en Casa. El amor triunfó en las taquillas aquel año, ya que la segunda fue Ghost, mientras que la gran triunfadora del año en cuanto a premios, Bailando con Lobos, fue la tercera. El auténtico mérito de Pretty Woman fue superar a cintas como La Caza del Octubre rojo, La Jungla 2, Desafío Total o Dick Tracy, todas ellas adscritas a géneros mucho más susceptibles de arrasar las taquillas. En España ha sido emitida catorce veces en televisión, liderando siempre los ránkings de audiencia, que nunca ha sido inferior a los 3 millones de espectadores.
La crítica también se rindió, y la premió con opiniones, cuanto menos benévolas. Y por supuesto hubo muchas que la destacaron como lo mejor del año. Julia Roberts fue nominada al Óscar como mejor actriz, y la banda sonora de la película se vendió como rosquillas, gracias a una serie de canciones que encajaban perfectamente en la película. Especialmente destacable fue el éxito del tema It must have been love, del dúo Roxette, que se convirtió sin duda en lo único empalagoso de la película.
Garry Marshall volvió a juntar a buena parte del equipo en 1999 en Novia a la Fuga, para la que reclutó otra vez a la pareja protagonista, sin olvidarse de su inseparable Hector Elizondo, habitual en buena parte de su filmografía. La película contaba con un guión original y divertido, pero el éxito no fue, ni mucho menos, el mismo. Hace muy poquito pudimos ver Historias de San Valentín, otra comedia romántica del director, con un amplísimo reparto repleto de caras conocidas entre las que estaba Julia Roberts. También resultó entretenida, pero la magia, lo que convirtió a Pretty Woman en una película inolvidable, se había acabado.
Quizás todo fue fruto de un sueño, ése del que hablaba el desconocido que salía al principio y al final de la película. Quizás fue el sueño de un director que soñaba con un gran éxito, o el de un actor en declive, o el de una joven promesa de sonrisa inabarcable, o el del primo de un guionista de escaso talento. Pero, afortunadamente para todos, el sueño se hizo realidad.
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