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viernes, diciembre 13, 2024
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Toy Story 3 ***

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A la vista de otras propuestas de sagas de dibujos animados que nos han llegado recientemente a la cartelera, podríamos pensar que tres películas son demasiadas y cuatro ya no digamos, pero Toy Story 3 sigue rompiendo con todo lo previsto y fulmina cualquier prevención sobre si podría aguantar el tipo en una nueva entrega a base de soltar en pantalla un chorro de talento y unos cuantos chistes realmente desternillantes, y regresa, por méritos propios, a los primeros puestos de taquilla, mostrando que todavía hay mucha tela que cortar en esta franquicia.

Para empezar los primeros minutos de la película son un inteligente guiño en clave satírica de todas las manías y excesos visuales del cine comercial en la era del blockbuster, una especie de película de montaña rusa en miniatura protagonizada por Woody y compañía que permite a los artífices de la película demostrar que el 3D empleado indiscriminadamente y como simple anzuelo comercial es un error, pero cuando cae en buenas manos, cual es el caso de esta película, se convierte sin duda en el mejor aliado del cine concebido como gran espectáculo.

Pero la cosa no queda ahí. Tras la apertura en plan épico, pronto entramos en una clave más familiar a la saga de los juguetes, que nuevamente se convierten en protagonistas de su propia odisea cotidiana en esta trilogía que confirma su consagración a una manera de entender la vida y el mundo que siempre me recuerda el “ciclo de la vida” de El rey león, pero con más sentido del humor. Su vitalismo desatado y su elevada dosis de cinismo capaz de mostrarnos el mundo con cierto aire sardónico pero claramente enfocado hacia una serie de valores imprescindibles para poder seguir mirándose al espejo cada mañana sin sentir vergüenza o asco, me resulta mucho más apasionante que El rey león y hace que me siento más cómplice, especialmente cuando en Toy Story 3 llegamos a una escena de relevo generacional particularmente emotiva para quien esto escribe, quizá porque he sido hermano mayor y  como tal tuve mi propio momento de ceder los trastos a mi hermano pequeño… enseñándole a jugar con mis juguetes. Es curioso y revelador que ese momento, esencial para toda la saga, lo protagonicen los personajes humanos de la historia, que como sabemos son tradicionalmente los personajes más secundarios en la misma.

Hay otras dos escenas que realmente levantan el interés del espectador en momentos clave, dando muestras de la buena salud narrativa y de ritmo que goza esta tercera entrega. Tras el comentado arranque en clave épico-satírica y después de un planteamiento de la historia que quizá a los más impacientes les haga temer que les van a despachar una ración de más de lo mismo, Toy Story 3 da un primer volantazo genial esquivando lo repetitivo y lo previsible metiéndonos de lleno en una película de cárceles y fugas, alcanzando su cota más alta en esa parcela con ese flashback ejemplar narrado por el payaso en la casa de la niña, muestra de gran pericia de ejecución en el retorno al pasado, digna de un fragmento pensado por Nolan para El caballero oscuro… en clave humorística.

Más adelante llegamos hasta un tercer acto en el que nos espera una traca final que no es otra cosa que un viaje al infierno en toda regla, y como al principio sacando el máximo y más juicioso partido a la aplicación del 3D. Esa escena épica de lealtad hasta las últimas consecuencias es digna de figurar entre lo más emotivo que hemos visto en toda la historia del cine de dibujos animados, y a la altura de algunos momentos clave del cine en imagen real.     Dejando de lado esos momentos de gran cine que tiene, Toy Story 3, le apunto también en lo positivo los chistes sobre Barbie y el metrosexual Ken, todo un hallazgo de esta tercera entrega, y el mono-vigilante con sus platillos, además de un villano ciertamente inquietante y complejo en sus motivaciones que dará mucho que pensar a los espectadores más maduros en esta tercera entrega sin duda más oscura e incluso siniestra que las anteriores (ojo con el muñeco-bebé…), algo lógico considerando el arco de desarrollo de la propia saga.

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Por sacarle alguna pega, lo menos conseguido es esa subtrama sentimentaloide de pareja, algo precipitada y diseñada con prisas, que protagoniza Buzz Lightyear, y donde la idea de jugar con los tópicos sobre los españoles me sigue tocando un  poco bastante las narices a nivel personal, quizá porque insisto en que como muchos otro españoles, no bailo flamenco. Si comparan el previsible y bastante tópico enredo sentimental al que someten a Buzz con la divertida relación de pareja entre Barbie y Ken, entenderán mejor lo que quiero decir. De paso esa comparación me lleva a pensar que si bien no creo que la saga de Toy Story esté totalmente agotada, va siendo hora de que, caso de proseguirla, le den más participación a algunos personajes secundarios.

Creo francamente que con esta entrega la historia de Woody y Buzz está ya suficientemente explotada, aunque me apuntaría a ver las aventuras del Señor y la Señora Patata, el dinosaurio cobarde, los marcianitos verdes y sobre todo Barbie y Ken, que pueden dar mucho juego en clave de sátira social.

Pixar ha demostrado que está por delante de sus competidores.

Miguel Juan Payán

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