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sábado, abril 20, 2024
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¿Qué se esconde dentro de la chistera? El ilusionista El truco final: El prestigio.

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El caso que no es ocupa no es sino una demostración más del enorme atractivo que tiene el mercantilismo cinematográfico. El hecho de que coincidan en el tiempo dos películas que por su temática y estética son incluso difícilmente diferenciables es la constatación definitiva de que en Hollywood dinero llama a dinero.

No se trata en esta ocasión de un plagio ni de una cinta realizada a rebufo de otra, sino de dos filmes coetáneos en el tiempo por pura casualidad. Ambos cuentan con elencos de rostros célebres y con calado entre las audiencias, y en el caso de El Prestigio, con un realizador adorado (y sobrevalorado en demasía) en los últimos tiempos, a saber: Christopher Nolan.
El ilusionista y El truco final giran en torno al mundo de la magia, al de los ilusionistas que durante el siglo XIX amenizaron con éxito los escenarios de teatros de diverso bagaje, desde los de los pueblos más humildes hasta el Albert Hall londinense.

Para recrear dicha época, sendos filmes cuentan con unos decorados exquisitos y detallados, es decir: un diseño de producción y dirección artística muy logrado. Sin embargo, si bien El truco final fue nominado a los premios de la Academia por su dirección artística, es mi deber alabar por el contrario la de El ilusionista, no porque sea mejor (que quizás así sea) si no porque consigue con un budget mucho menor (16 millones de dólares frente a los 60 del film de Nolan) una ambientación tan notable como digna de admiración.

En cuanto al elenco, los roles parecen repetirse en ambos filmes, si bien en donde El ilusionista coloca a un protagonista, El truco final nos deleita con dos roles principales. Es difícil escoger con quien quedarse, puesto que Edward Norton y Christian Bale son actores con fórmulas de trabajo fácilmente intercambiables y a nadie se le escapa que son actores con garra tanto dentro como fuera de la pantalla (las disputas de Norton con los realizadores de los filmes donde participa son muy sonadas, y Bale acumula grescas en todas las cintas donde actúa y Nolan no es su realizador).
Por otro lado, Hugh Jackman queda en tierra de nadie, y quizás sea por el hecho de que su papel como Lobezno lo ha sepultado en el encasillamiento actoral. Es difícil no ver el filme y pensar que en cualquier momento va a sacar sus sables para cortar el bacalao a diestro y siniestro.

En el caso de las féminas, Jessica Biel hace de damisela en apuros en la película de Norton mientras que Scarlet Johannson hace lo propio en el fim de Nolan. Por alguna extraña razón que un servidor no para de preguntarse Scarlett ha sido desde sus comienzos como actriz la niña mimada de la crítica mundial. Sin embargo, sus dotes como actriz ya han sido puestas en tela de juicio y la escasez de nominaciones a premios de renombre así lo atestigua. En este duelo actoral, Biel es a mi parecer la vencedora, quizás ayudada por el hecho de que su papel tiene mucho más jugo que el de su contrincante, aunque también innegablemente porque funciona mucho mejor en sus intervenciones en la pantalla.

Debo apuntar también que a pesar de que muchos vayan a estar en desacuerdo, Nolan erró al repartir los papeles entre Scarlett y Piper Perabo, cargándose  a esta última al comienzo del metraje y siendo Scarlett su sustituta. Es imposible no pensar en que otro gallo hubiera cantado si Perabo le hubiese robado el rol a su compañera de película (y de tintes, por lo que se puede comprobar).
Otros papeles que parecen seguir directrices similares son los de Paul Giamatti y Michael Caine. Ambos ejercen de mentores en sendos filmes, y en este caso concreto la disputa queda en tablas, puesto que la labor ejercida por ambos es admirable y digna de reconocimiento. Sí es cierto que Caine es un perro viejo y que a Giamatti  le queda mucha teta que mamar para llegar a la eficacia actoral del célebre y galardonado actor británico, pero confiamos en que sus habilidades como alumno aventajado no le hagan sucumbir en su particular lucha.

En definitiva, se podría decir que El ilusionista es un filme para aquella gente mundana que quiere disfrutar con una película sin pretensiones y que El truco final es para aquellos pseudointelectuales que quieren buscar en una película de Houdinis victorianos una explicación filosófica de mercadillo. A nadie se le escapa que Nolan se ha convertido en especialista en vendernos en todas sus películas gato por liebre; en el fondo es digno de admiración que sea capaz de endosarnos a todos filmes de calidad que no pasan del notable como si fueran verdaderas obras maestras. Quizás el ejemplo catedralicio sea su visión emo de Batman, pero ésta no se queda atrás. No quiere decir con ello que El truco final sea mucho peor que El ilusionista, ni mucho menos que se trate de un mal film, sino que no es un producto sincero.

Por ello, El ilusionista gana, porque aunque sea discutible la idea de que el cine es entretenimiento (que lo es, a mi humilde parecer)  está fuera de duda el hecho de que en el séptimo arte no se puede ni se debe jugar con dobles caras. El ilusionista es puro divertimento, pero notable entretenimiento al fin y al cabo. Sin embargo, El truco final no podría ser más explícito: es un truco en sí mismo, pero la liebre no termina de salir de la chistera. Epic Fail.

 

Lorenzo Chedas.

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Jesús Martín
Soy un auténtico apasionado de las películas que despiertan la imaginación

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