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viernes, abril 21, 2023
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Regreso al futuro (Back to the Future ) (1985)

Regreso al futuro (Back to the Future ) (1985)

Crítica de la película Regreso al futuro (Back to the Future ) (1985).

Director: Robert Zemeckis, Intérpretes: Michael J. Fox, Christopher Lloyd, Lea Thompson, Thomas Wilson, Crispin Glover, Claudia Wells, Marc McClure, James Tolken, Casey Siemaszko, Billy Zane; Año de producción: 1985; Nacionalidad: EE UU, Guion: Robert Zemeckis y Bob Gale; Director de fotografía: Dean Cundey; Banda sonora: Alan Silvestri; Color; Duración: 110 minutos.

Cuando en 1978 se estrenó en España Locos por ellos pocos podían suponer que tras tan estrambótico título en absoluto fiel al original: I Want to Hold Your Hand, se escondía una magnífica comedia que evocaba el ambiente de la América de 1964, concretamente la de aquel mes de julio marcado por la primera gira triunfal de los Beatles al otro lado del Atlántico. Por razones difíciles de entender para aquellos que no están habituados a los designios empresariales de las grandes compañías de Hollywood, la película nunca se ha vuelto a ver (hasta hace poco ni siquiera estaba reeditada en Estados Unidos) , lo que no impide que en la memoria de muchos quedara el nombre de su director, Robert Zemeckis, y sobre todo su capacidad para recrear un momento tan concreto y visualmente atractivo remitiéndose al uso de imágenes de archivo y a secuencias rodadas en interiores. Perteneciente a la misma generación de jóvenes talentos encabezada por George Lucas y Steven Spielberg, Zemeckis disponía del talento necesario para revitalizar el lenguaje cinematográfico de su época y sobre todo para reformular un tipo de películas destinadas a un público mayoritariamente adolescente pero no por ello descerebrado.

Entusiasta de los efectos especiales propiciados por los avances tecnológicos de los ochenta, Zemeckis empleó los primeros años de la década en la supervisión de los aspectos técnicos de varias películas rodadas por otros directores y en afianzar su propia trayectoria con títulos como Coches locos, frenos rotos –homenaje a la serie B de los setenta– y Tras el corazón verde, una peculiar revisión en clave femenina de En busca del arca perdida con la que alcanzó un puesto de honor en la taquilla de 1984. Sin embargo, lo mejor estaba aún por llegar.

Rodeado de un aura de misterio que recordaba a las grandes producciones de antaño, Zemeckis estaba poniendo en marcha Regreso al futuro, una original comedia adolescente realizada con una holgura de medios y una batería de espectaculares efectos especiales completamente insólitas en un estilo de películas consideradas hasta ese momento como de segunda fila y diseñadas para el consumo rápido más propias de las pequeñas compañías independientes que venían proliferando en Hollywood desde mediados de los setenta que de los grandes (y a menudo conservadores) estudios. Vista con la suficiente perspectiva se trataba de una apuesta de riesgo, pues reunía bajo una misma premisa argumental los referentes de las viejas y edulcoradas comedias de los cincuenta y la entrañable figura del científico loco, pero inofensivo con un lenguaje, una visión de la vida mucho más liberal y una iconografía totalmente identificados con la juventud americana de 1985. Si a eso le añadimos ciertas audacias de base presumiblemente científica que recuperaban el sueño del viaje en el tiempo y la inquietud que pueden sembrar en la mente del espectador las infinitas posibilidades de la paradoja inherente al binomio espacio-tiempo, el resultado podía ser una película por completo fallida o uno de esos títulos que entran por derecho propio en el subconsciente colectivo como uno de los grandes acontecimientos cinematográficos y culturales de su época.

Ambientada en una pequeña ciudad californiana, la película arranca con la presentación de Marty McFly, el típico chaval insignificante, pero lo suficientemente hábil como para sortear con relativo éxito la amenaza cotidiana que supone la presencia de los matones del instituto al que acude sin aspirar, claro está, a ser popular entre sus compañeros y mucho menos entre las chicas. En realidad, su máxima preocupación viene motivada por sus padres, una pareja que ha dejado atrás todos sus sueños de juventud para asentarse en la parte baja de una escala de valores que desprecia a los fracasados y en la mediocre estrechez de aquellos sin más horizonte vital que pagar sus innumerables deudas. Por suerte para él, McFly tiene 17 años y toda la vida por delante: una novia que le espera a la salida de clase, un grupo musical en el que toca la guitarra por más que nadie quiera darles una oportunidad de actuar en público, un amigo científico al que llama cariñosamente Doc y a quien solo él parece hacer caso y una destreza poco común en el manejo del monopatín, que si no le convierte en una figura admirada, al menos le permite escapar de algunos apuros puntuales con asombrosa rapidez. Sin embargo, no ha contado con los problemas que puede originarle su amigo Doc, al que no tarda en relacionar con la noticia de un robo de plutonio. Para qué querrá Doc tan preciado y peligroso combustible es un misterio que apenas tendrá tiempo de resolver: mientras por un lado Doc es perseguido por un grupo terrorista que pretende hacerse con el plutonio; por el otro, apenas tiene tiempo de explicarle a McFly su disparatado proyecto, que consiste en convertir su coche en una potente máquina del tiempo que una vez ajustada será capaz de trasladarlos a la época que deseen. Intentando huir de los terroristas que disparan contra él y contra el desafortunado Doc, McFly pisa a fondo el acelerador del coche y tras atravesar una cortina de luz que recuerda por su potencia al destello de un rayo acaba estrellándose contra la pared de un viejo almacén de madera. Socorrido por un hombre de mediana edad, McFly despierta al cabo de unas horas y contesta como puede a las preguntas que le formula la hija de su benefactor, una joven de 17 años que le resulta vagamente familiar. Aún no lo sabe, pero su viaje al pasado acaba de comenzar.

Lo que hasta ese momento parecía una comedia costumbrista cambia por completo para adentrase en el terreno de una amable parábola de ciencia ficción, en la que lo interesante no es un futuro lleno de artilugios espectaculares y sofisticados, sino un pasado en el que al cabo de unos minutos el protagonista empieza a reconocer su propia ciudad y, lo que es más preocupante, a aquellos que en 1985 son adultos, en especial a su padre, un adolescente tímido y acosado por un matón curiosamente parecido a quien tres décadas después será su jefe, y a su madre, una joven atractiva y soñadora que no tarda en enamorarse de ese muchacho llegado de no se sabe dónde que se expresa y habla de manera un tanto peculiar y que sin ella saberlo será su hijo. Cuando McFly comprende todo lo que le está ocurriendo cae en la cuenta de que todo su futuro y el futuro de su familia están en juego; de hecho, es su propia existencia la que puede perderse en ese bucle espacio-temporal al que le ha conducido el experimento de Doc si no consigue que su madre se enamore de su padre. De paso, y mientras intenta ejercer de moderno Cupido, también debe buscar la forma de regresar a 1985 a tiempo de salvar la vida de Doc y de restituirse a su propia existencia. Lo que ocurra en los siguientes días será una de las mayores aventuras que el cine hecho en Hollywood haya deparado jamás a un adolescente sobre el que recae el privilegio de representar las coordenadas de una juventud suspendida entre dos épocas. El hecho de que este personaje fuera encarnado por un actor irrepetible en el género como Michael J. Fox y que el guion incluyera una casi ilimitada serie de guiños a espectadores pertenecientes a ambas épocas, desde el contraste entre la moda de los cincuenta y la de los ochenta a la amenaza terrorista pasando por una afortunada referencia a los orígenes del rock and roll planteada a partir del encuentro de MacFly con un claro trasunto de Chuck Berry no hizo sino reforzar el atractivo de una película innovadora que ya dejaba entrever el buen hacer profesional de su director; el mismo que pocos años más tarde nos sorprendería con dos propuestas tan dispares como Quién engaño a Roger Rabbit y Forrest Gump. Por otra parte, y como es lógico a tenor de sus espectaculares resultados en taquilla, hubo nuevas entregas de Regreso al futuro, y aunque no funcionaron del todo mal, demostrando el potencial de las muchas variables de su argumento original, la magia nunca volvió a ser la misma.

A. Batlen

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