Crítica de la película Rey Arturo: La Leyenda de Excálibur
Buen cine de aventuras y espada y brujería con el sello de Guy Ritchie.
Una película que llega tarde, mucho, con varios meses de retraso, pero con un género, el de espada y brujería, que suele funcionar bastante bien en nuestras salas, pero que en esta ocasión además fue maltratada por la crítica americana en su mayoría, algo que realmente no entiendo. Sí comprendo que una película pueda funcionar o no en el mercado, que genere mayor o menor interés entre el público. Pero en esta ocasión no entiendo a mis compañeros de otros medios internacionales. Porque Rey Arturo puede ser muchas cosas, pero una mala película no es. He tenido la ocasión incluso de revisar la película desde que la vi por vez primera hace ya unos meses, y de hecho he apreciado incluso más detalles sobre la misma, cosas que no había identificado la primera vez que vi la película, y algo que en realidad es la clave de lo que podía haber sido una producción sin más. Es una película de Guy Ritchie y lo demuestra en casi cada plano. No sólo ha hecho la película que quería hacer, sino que además le ha dado una vuelta al género al que pertenece.
Por un lado ha sabido aprovechar los elementos fantásticos de la historia, aportando ese tono de espada y brujería que mencionábamos antes y que acerca más la película a una historia de Conan que a una aventura clásica o a películas como Excalibur. Al mismo tiempo tiene claro que es una película de Guy Ritchie y no pierde esa personalidad en casi ningún momento de la película. Por ejemplo en ese montaje en el que vemos a Arturo pasar de su infancia a la madurez, a ritmo de una música que bien podría emplearse en algunas de sus películas con ambientación contemporánea, y que recuerda a Sherlock Holmes, por ejemplo. De hecho, siendo una película algo inferior a las dos adaptaciones de Holmes de Ritchie con Robert Downey Jr y Jude Law de protagonistas, es más cercana al estilo de Ritchie desplegado por ejemplo en Snatch, Cerdos y Diamantes, con esos montajes de historias que se rebobinan, avanzan, prevén el futuro… contadas por los protagonistas. De hecho la escena en la que narran lo que han hecho en el día al guardia negro es una gozada para los fans del director, que además hay que disfrutar en versión original…
Charlie Hunnam ya demostró en la serie Hijos de la Anarquía, sin ir más lejos, que es un enorme actor que, como dice mi compañero Miguel Juan Payán, tiene un aire a Steve McQueen que nadie tiene hoy entre los jóvenes actores de Hollywood. Tiene carisma y tiene presencia en pantalla, amén de talento como actor, y lo único que le falta es un taquillazo como dios manda para demostrar al gran público de lo que es capaz. Aquí, es un Arturo gamberro, bastante golfo, y con mala leche, casi una extensión de su Jax Teller de la serie que mencionábamos, y da la talla como protagonista sin problemas. De hecho se nota que se lo ha pasado en grande, y las escenas con los vikingos son buena prueba de ello. Escenas en las que la película sigue ese tono gamberro, desmitificador y divertido que tan bien sienta a la historia. Igual con por ejemplo el cameo de David Beckham, que sigue esa pauta de desmitificar y reírse de los mitos. O Aidan Gillen en un papel que sí, recuerda a su Meñique en Juego de Tronos, pero que tiene ese toque de ironía que se mantiene casi toda la película.
Mención aparte merece un Jude Law que toma uno de los villanos más tópicos que uno puede echarse a la cara, para convertirlo en un portento que se eleva sobre el reparto con muy buen tino. Como muestra sus momentos con las sirenas, donde la película muestra de nuevo ese tono de espada y brujería, aportando además un punto de terror, no sólo por los monstruos, sino por lo que allí sucede. Y lo que allí sucede es una equiparación entre sexo y muerte, entre las sirenas, terribles monstruos tentadores, y los sacrificios que exigen. Vale lo mismo para el viaje a las tierras oscuras de Arturo, o para el diseño del “villano”, una mezcla de videojuego y Frank Frazetta. Ahí está uno de los debes de la película. El exceso de tono “videojuego”, donde el Dark Souls se convierte en referente para muchos momentos, o incluso la saga Assassin’s Creed en esa aventura en medio del antiguo Londres, perseguidos por la guardia. Es cuando la película pierde personalidad y Rey Arturo apuesta por los fuegos artificiales. Comprensible, pero le hace perder fuerza. Pese a que Excálibur se convierte en vital para entender al personaje, con esa magnífica manifestación física de la espada cuando Arturo la empuña.
Al final Rey Arturo es el viaje del héroe paso por paso, con todos los elementos que Jospeh Campbell destacaba y que han sido aplicados en miles de películas. Y la forma de hacerlo distinto y aportar algo nuevo, es el tono de humor gamberro, y la épica bien distribuida. Porque la película es épica. Desde el espectacular prólogo, que recordará desde a 300 al juego antes mencionado, con un Eric Bana tan bien como siempre, a momentos como el patio de lucha, cuando ciertos personajes toman una decisión, ante su reticente rey, espoleando a la audiencia con ellos. Eso, es épica. Y eso es brillante en la película de Ritchie. Como evitar los lugares más comunes de Merlín, Lancelot o Ginebra. Como la elegante trama romántica que no carga porque es secundaria y no la sobrexplotan. Es sutil y elegante. Aunque al final la pirotecnia gane. Aunque no termine de aprovechar a Annabelle Wallis, que con su presencia ya da forma a un papel plano. Aunque no sea la versión definitiva y los planes de más entregas se vayan al garete por la mala taquilla. Rey Arturo es entretenimiento puro, es género y es Guy Ritchie. Por eso no entiendo las malas críticas. No, no es brillante ni la mejor película del año. Pero es uno de los blockbusters con más personalidad y divertidos del verano.
Jesús Usero
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