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martes, mayo 7, 2024
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Sácame del paraíso **

Sácame del paraíso **

Sácame del paraíso, otra comedia romántica clónica de Jennifer Aniston, entretenida pero inofensiva, con cierto eco de Friends.

Empieza con buen ritmo en un prólogo que de mantener ese tono el resto de la película podría haber dado lugar a una comedia más completa y chispeante, menos previsible. Esas primeras escenas con el pingüino con cáncer de testículos y el osezno huérfano tienen cierto aire de la serie Friends. Pero rápidamente la cosa evoluciona al tipo de tramas en clave de relato de risas y romance que integra la mayor parte de la filmografía de su protagonista femenina, una Jennifer Aniston en plena forma, eso sí, para protagonizar este tipo de humor inofensivo, bienpensante, urbanita, buenrrollista, tolerante… y con inevitable final feliz. Aniston ha protagonizado tantas de este tipo que incluso ha batido el récord de las filmografías de Meg Ryan y Jennifer López sumadas ella solita. De hecho propongo que se bautice una nueva variante del subgénero de comedia romántica que lleve su nombre, algo así como la “Comedia Jenniferanistoniana”.

Entre las principales características las mismas, que encontramos en Sácame del paraíso, está esa fórmula de: pareja feliz, problemas para la pareja feliz, pareja feliz que intenta adaptarse a esos problemas y fracasa, pareja feliz que se pone los cuernos y se separa, pareja feliz que se reencuentra. Es como la clásica fórmula argumental chico encuentra chica, chico pierde chica, chico recupera chica, pero haciendo que la protagonista sea la Jenniferaniston Chica, una especie de variante hipertrofiada de la típica heroína romántica con cierto toque de inmadurez, hiperventilando y echando una canita al aire, o lo que es lo mismo, incorporando la práctica del sexo extramatrimonial y un lenguaje soez totalmente domesticado para ponerle algo de picante a la cosa… Pero sin pasarse, ojo, que hay jovencitas de buena familia y señoras en la sala.

Explico lo del lenguaje soez domesticado con un ejemplo: ver a Paul Rudd soltando tacos delante del espejo como si fuera Robert De Niro en Taxi Driver pero preparándose no para cometer un magnicidio o asaltar un burdel sino simplemente para echar un polvete con la tía más buena de toda la comuna hippy, resulta incómodo y sospecho que hace poca gracia más allá de los círculos más íntimos del propio actor y los que estaban en el rodaje entregados a la causa en cuerpo y alma. Ver hacer algo parecido, pero en plan mucho más salvaje y gamberro, a Sacha Baron Cohen en El dictador no resulta tan incómodo porque toda la película responde a ese registro gamberro desatado y desfasando. De manera que Rudd recitando frases soeces en esta fórmula tipo Friends, no encaja ni tiene gracia. Pero Baron Cohen haciendo el burro en El dictador, sí. Es curioso: si se quedan a ver las metidas de pata de los actores que acompañan a los créditos finales comprobarán que había otros diálogos más gamberros y podría haber habido otra versión más gamberra de Sácame del paraíso. Pero parecen haberse cortado no un pelo sino toda la cabellera y haber optado por una versión más dócil, menos soez, más para público de féminas deseando encontrarse con al inofensiva historieta romántica de la típica “Comedia Jenniferanistoniana”. ¿Lo ven ustedes? ¡Funciona! Si lo repetimos un número suficiente de veces podemos convertirlo en marca.

De manera que viendo la película me ha dado la sensación de estar mirando un puzzle de chistes domesticados y trama igualmente domesticada, en la que unos cuernos como un templo se presentan como una inofensiva y casi involuntaria canita al aire. Por un momento pensé que iban a tener las agallas de poner al marido a copular con la hippy embarazada, pero por supuesto eso es algo que nunca veremos en una “Comedia Jenniferanistoniana”.

Todo ello rematado como una tarta nupcial rosa, con un final feliz, insultantemente feliz, a todas las bandas. El desenlace que nos presenta Sácame del paraíso es una auténtica carambola de final felicísimo, tan exultantemente feliz que sólo les ha faltado incluir un plano de cierre de Jennifer Aniston subida encima de un unicornio rosa que caga estrellitas y trota por un arcoíris multicolor mientras suena la música de los dibujos animados de la Abeja Maya.

Esto no quiere decir que Sácame del paraíso no pueda funcionar para su público de referencia. Es evidente que responde a una fórmula clónica que tiene su éxito entre un tipo de público al que la “Comedia Jenniferanistoniana” le proporciona exactamente lo que busca: evasión sencilla, con humor pero sin complicaciones ni gamberrismo más allá de lo estéticamente correcto, con una falsa idea de “liberación” de la mujer por la vía de la canita al aire y modernidad estrictamente ceñida a los límites de las buenas costumbres.

Una comedia amable, blanca, para todos los públicos, incapaz de adentrarse en el territorio del humor absurdo, surrealista, antisocial, revulsivo, caótico, gamberro, provocador… Es decir, todo lo que construye comedias realmente memorables.

Sácame del paraíso es un producto igual a otros muchos que hemos visto protagonizados por Jennifer Aniston, con un Alan Alda desperdiciado en un papel que pedía más desarrollo y escenas.

De manera que es entretenida, pero nada más.

Miguel Juan Payán

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