Crítica de la película Santos Criminales
Precuela cinematográfica de Los Soprano que queda algo lejos de la calidad de la serie.
Porque para muchos Los Soprano es una de las mejores series de la historia, si no la mejor. Y seguramente estén en lo cierto. La serie creada por David Chase no sólo es un drama criminal de primer orden, sino que supo adentrarse en las vicisitudes de una familia criminal revisando a todos sus componentes y humanizándolos como nunca antes se había hecho. Unía lo mejor de Scorsese y Coppola y lo llevaba en una nueva dirección poco o nada explorada, que tomaba forma desde la relación de Tony Soprano con su madre a la necesidad de tratarse con una terapeuta. Poco de eso queda en una película que cumple, pero que no brilla o casi nunca lo hace.
Precuela de la serie, la película nos traslada a la infancia y adolescencia de un Tony Soprano interpretado por el hijo de James Gandolfini, Michael, cuando llega a su etapa de instituto. La idea, interesante en principio, es mostrar cómo las relaciones que rodeaban a Tony le convirtieron en quien finalmente es, desde sus padres interpretados por Jon Bernthal y Vera Farmiga, a su tío, a quien da vida Alessandro Nivola, y que tiene varios frentes abiertos como uno de los líderes mafiosos locales, al que las cosas le van bien, que adora a su sobrino, y que no puede hacer nada por evitar algunos cambios que están por llegar, como el auge de la comunidad afroamericana, liderada aquí por un antiguo asociado interpretado por Leslie Odom Jr.
No es mal reparto, la verdad, pero tiene serios problemas. El primero y el más obvio, está tan obsesionado porque los actores se parezcan a sus contrapartidas adultas en la serie que no se da cuenta de lo ridículo del maquillaje de Farmiga, de que Michael Gandolfini no es ni de lejos su padre (aunque tiene un momento en una cabina telefónica que por momentos recuerda al gran actor que perdimos…), y que interpretaciones como las de Billy Magnussen como Paulie y, especialmente, John Magaro como Silvio, bordean la parodia y el ridículo. Más naturalidad y menos intento de mimetizar lo que hicieron los actores originales en versiones mucho más adultas, hubiese ayudado y mucho. Sólo Corey Stoll parece sobrevivir a eso.
El otro problema es de dónde pone el foco la historia. David Chase vuelve al guión, pero ni de lejos queda al nivel de la serie porque parece obligado a hablar de Tony, cuando en realidad la historia es la de Dickie Moltisanti, el personaje de Nivola, y lo que le rodea. Tony es accesorio y se nota, porque cuando la película gira hacia él su atención, se resiente. En lugar de centrarse en Dickie que es lo que parece que de verdad querían hacer. O quizá incluso volver la mirada al padre de Johnny, un desaprovechado Jon Bernthal que es mejor actor que Nivola, la verdad.
Hasta Ray Liotta parece desaprovechado. Y aunque la fotografía y la dirección de Alan Taylor sean más que correctas, la forma de enfocarlo todo resulta confusa por esos saltos del guión. Si realmente querían contar la historia de Dickie y Harold (Odom Jr.), eso tenían que haber hecho, y olvidarse de Tony. El resultado tiene momentos de grandeza, esencia de Los Soprano, pero no la suficiente. Demasiado difuso. Correcto en general, pero lejos de la brillantez previa vista en televisión. Honestamente, Los Soprano merecía más que una película correcta.
Jesús Usero
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