Cuando entraba en la sala para ver Sed de Venganza iba completamente convencido de que iba a encontrarme el típico producto de acción protagonizado por Dwayne Johnson, con mucho humor descacharrante, un villano encarnado por un gran actor con ganas de cobrar el cheque, tiros, golpes y explosiones a todo trapo… lo habitual de películas como El Tesoro del Amazonas, la verdad. El tipo de películas por las que ahora reconocemos a “La Roca” Johnson, y que sin ser nada del otro mundo, entretenían de una forma ejemplar. Pero nada más lejos de lo que me encontré en Sed de Venganza. No sabía yo lo equivocado que estaba…
Claro que había motivos para dejarse llevar por esa confusión. El título original de la película, Faster, me recordaba demasiado que el protagonista se había sumado a la quinta entrega de Fast and Furious. Y el protagonista es conductor de coches en fugas de atracos… Es para tener miedo, la verdad. Pero a los 5 minutos el miedo había desaparecido por completo dejando una extraña sensación de perplejidad. Sí había acción, persecuciones en coches, pero poco sentido del humor. O algo más escondido, porque realmente ante lo que me encontraba era un spaghetti-western. Así, sin más.
Si alguno piensa fusilarme al leer estas líneas, por favor, que antes piense cuáles son las claves del spaghetti western, sus personajes, sus paisajes, sus historias… Y Sed de Venganza cumple todas y cada una de las claves sin despeinarse. Vamos, que sólo faltan los sombreros, pese a ser una película ambientada en la actualidad. Ya las primeras imágenes con esa fotografía pasada y con textura, donde priman ciertos colores y cierta estética casi de otra era, todo en tonos suaves o tierra… Con la arena del desierto flotando por ahí… Visualmente no es la típica película de acción.
Pero ya sólo la presentación de personajes te deja claro las claves del relato y a quién homenajea, con esos tres hombres en torno a los que gira el mismo, que tienen nombres y apellidos, pero a nosotros nos los dan a conocer como Conductor, policía y asesino. Sin nombres, sólo lo que son. Y hay un intento por presentarte a dos de los personajes, aunque se caiga en el tópico más absoluto y absurdo que pueda existir, claro. Por ejemplo, ese policía de Billy Bob Thornton que está separado y tiene que llevar a su hijo al partido de baseball… Es en el conductor monosilábico de Johnson y en el asesino con problemas de Oliver Jackson-Cohen donde hay un mayor esfuerzo. Pero cuando suena el móvil de este último y lo hace con la banda sonora de El Bueno, el Feo y el Malo, las cosas se aclaran por completo.
Toda la trama de la venganza, el perdón, el personaje que vuelve de entre los muertos, el predicador, el paisaje, el duelo final, los diálogos (aunque a veces rozan el ridículo más absoluto), la música… todo trae recuerdos de películas como Cometieron dos errores o Por un puñado de Dólares. El hecho de que nos encontremos en una ciudad pero que casi nunca veamos edificios altos, sino más bien casas bajas y desiertos, con esa tienda de campaña al final…
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Por ejemplo esa escena en la que el protagonista (no tan protagonista, que la trama es bastante coral y los tres personajes tienen casi el mismo tiempo en pantalla) va a ver a su madre, o el momento en el que encuentra al personaje de Jennifer Carpenter y cómo acaba su charla. O cuando se enfrenta al predicador hacia el final de la cinta, por no hablar del asalto a la cabaña por parte de los asesinos, donde se inicia esta peculiar historia de venganza, con esos dos hermanos enfrentándose a la muerte de forma tan distinta… todo, en serio, todo parece sacado de un western, pasado por el tamiz, algo turbio quizá, de Michael Mann. Una historia de venganza a toda pastilla, con buenas escenas de acción, aunque a veces algo aceleradas.
Por ejemplo la persecución de coches en flashback, lo que es el atraco en sí, recuerda demasiado a la saga antes mencionada, y le afea el gesto en general a una película más que curiosa. Es el mismo caso de los diálogos, con momentos realmente buenos, concisos, elegantes… y otros que sonrojan al más pintado, por mucho homenaje que quiera hacerse, como ver a Billy Bob Thornton decir eso de “Me iré en mi caballo cabalgando hacia el ocaso”. A veces se les va un poco la mano.
Eso sí, la violencia está en pantalla de forma muy directa y brutal, sobre todo por la cantidad de tiros en la cabeza que se observan. No hay muchos tiroteos, es cierto, pero los momentos que hay son apreciados por la platea por su fuerza y por su coherencia dentro del relato. Que tampoco es que tenga que ser coherencia con el mundo real. Incluso tiene momentos para homenajear al cine de los años 70 merced a sus canciones y su puesta en escena. Pero en sus duelos, en sus planos, en su composición y uso de la profundidad de campo, se respira Sergio Leone, la verdad.
Justo la semana que Valor de Ley se estrena en nuestras pantallas, es curioso ver esta otra forma de entender el western en clave desmitificadora y a la vez cargada de homenajes. Una forma que para nada pretende convencer al espectador de que es una gran película, sólo entretenerle durante 100 minutos y no hacerle pensar que está perdiendo el tiempo ante la pantalla, que parece algo fácil pero que muchas películas fallan en ofrecérnoslo.
Así que si este fin de semana les apetece acudir a ver una película simpática, curiosa y entretenida, con aroma de otro tiempo, y con un profundo respeto por sus mayores, no lo duden y pasen a ver Sed de Venganza. Más de uno se sorprenderá gratamente. Quizá otros prefieran el resto de películas de su protagonista.
Jesús Usero
