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viernes, mayo 3, 2024
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Sinister ***

Sinister ***

Sinister, terror que busca intrigar al espectador viajando entre distintos subgéneros a caballo del susto.

Sinister vive de la mezcla y de las referencias. Habita en el mundo de la autocita del género de terror en todas sus variantes. Se presenta siguiendo la clave de Paranormal Activity con las imágenes de un asesinato filmadas en súper 8, prosigue entrando en la fórmula del asesino en serie y convocando ecos de El dragón rojo, gira hacia las entrañas de los fenómenos paranormales en casas estilo Terror en Amityville, y antes de que nos demos cuenta estamos metidos de lleno en una trama que nos recuerda a El resplandor de Kubrick, especialmente por la situación de su protagonista. Todo ello servido con sustos que se articulan en torno a los golpes de música y sonido. Jugando además con el despiste del público como principal herramienta para mantener nuestro interés. E introduciendo una curiosa variante de aplicación del flashback a través de las imágenes de asesinatos filmadas estilo películas caseras con un tratamiento visual estilo La maldición de la bruja de Blair.

Sinister se presenta como un festival de referencias, un puzzle que toca varios palos y trabaja sobre una construcción de elementos cotidianos con trasfondo o significación terrorífica, como la películas caseras de súper 8, los dibujos de la niña, la pantalla del ordenador. El director consigue incluso sacarle el máximo partido a una podadora y una caja de cartón donde han viajado los objetos de la mudanza de la familia protagonista.

Su indefinición argumental no es un error, sino una herramienta tópica y previsible, pero al mismo tiempo bastante funcional, para mantenernos pendientes de lo que ocurre en la pantalla. Quizá no tanto por miedo a lo que pueda pasarle a los protagonistas, que cada vez nos recuerdan más a los de El resplandor, como porque nos empeñamos en descifrar qué tipo de historia quiere contarnos finalmente la película y en qué clave de las muchas formas de narrar lo inquietante que tiene el cine de terror hemos de situarnos.

Saltando así de lo policíaco a la intriga, de la intriga a lo inquietante, de lo inquietante a lo siniestro y de lo siniestro a lo terrorífico, la película nos ofrece una especie de recorrido turístico por casi todas las posibilidades, trucos y tópicos que esgrime el cine de terror en nuestros días, incluyendo el satanismo precristiano. Así que si en principio reedita de algún modo El dragón rojo, esa primera peripecia del doctor Hannibal “el Caníbal” Lecter, cambiando experto en perfiles criminales por novelista experto en investigar crímenes sin resolver, tiene la astucia de cambiar a la fórmula de El resplandor cuando los tópicos y la acumulación de obviedades genéricas empiezan a acumularse en esa primera fórmula hasta hacerla impracticable… y empieza a explotar las claves de la fórmula más siniestra aplicada en la película de Kubrick.

En ese sentido la construcción narrativa de la película me ha recordado a Tarzán de los monos saltando de una liana a otra. Coge una fórmula hasta que la agota, y luego salta a la siguiente para hacer lo propio. Ese procedimiento, que puede parecer fácil pero no lo es en absoluto, es evidentemente comercial y totalmente oportunista, pero requiere un buen pulso para mantener el ritmo del relato, y ciertamente Sinister hace gala de ese buen pulso. No tendrá nada nuevo ni nada auténtico en su interior, pero como fórmula para entretener desde el miedo sin aportar absolutamente nada nuevo al género, simplemente explotando lo que ya hemos visto muchas veces, merece sin duda el premio de nuestra atención e interés. Es de hecho una película para analizar como mecanismo de sobrexplotación de los tópicos consiguiendo resultados mejores de los que cabía esperar considerando que realmente no tiene nada nuevo que ofrecer.

Por lo referido al reparto, la eficacia se impone en todos sus componentes, pero sin duda todo reposa sobre los hombros de su protagonista, Ethan Hawke, que se pasa la película intentando darle su toque personal a un personaje cosido con tópicos y que viaja desde el interpretado por William Petersen o Edward Norton en cualquiera de las dos adaptaciones de la novela El dragón rojo y el personaje de Jack Nicholson en El resplandor. Considerando ese carácter reiterativo de su personaje, creo que Hawke hace un trabajo mejor de lo que algunos pueden llegar a advertir vendiéndonos a ese atribulado escritor acosado y manejado como un títere por la amenaza monstruosa de la historia. Ese trabajo junto con un final sin contemplaciones y tremendista, son los dos factores que me han llevado a ponerle tres estrellas a este ejercicio de terror totalmente tópico pero que conseguirá sembrar algunos sustos e inquietudes satisfaciendo seguramente a los más aficionados al género. Me gusta que tenga las agallas de imponer ese final cortante.

En cuanto a la amenaza, no puedo decir mucho sobre el monstruo en cuestión sin destripar el argumento al lector, de manera que en atención a quien todavía no haya visto la película, anuncio que después de estas líneas voy a revelar un spoiler. Hecho el aviso, allá vamos… NO LEAN LO QUE SIGUE SI TODAVÍA NO HAN VISTO SINISTER Y NO QUIEREN CONOCER UNA REVELACIÓN DEL ARGUMENTO.

El principal problema que tiene la película es que más tarde o más temprano tiene que enfrentarse a la revelación de la verdadera identidad de la amenaza. Es el momento de la verdad. El momento crucial de todo el relato. Y cuando llega, creo que es una salida tan buena como otra cualquiera para acompañar al resto de los tópicos que integran la película. De hecho, me ha provocado cierta hilaridad pensar que este mismo año ya hemos tenido la oportunidad de ver en The Possession una versión de El exorcista cambiando la demonología y el exorcismo católico por los demonios y exorcismos judíos como único e insuficiente alarde de originalidad. Así que ver cómo la amenaza final de Sinister es un demonio babilonio me ha hecho pensar hasta dónde piensan retroceder los guionistas a la hora de buscar amenazas sobrenaturales en la historia de las religiones humanas antes de que se den de narices con las cuevas y si llegados en ese viaje de búsqueda de terrores religiosos de nuestros ancestros irán más allá del homo sapiens sapiens remontándose hasta los miedos sobrenaturales de los australopitecos, lo cual quizá fuera incluso más interesante que la oferta de demonios que nos está proponiendo el cine de terror en los últimos tiempos.

Miguel Juan Payán


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