Crítica de la película Suburra
Viaje imprescindible para los aficionados al cine de mafias.
Quienes disfruten zambulléndose en el mundo del crimen a través de esa reinvención del género de cine criminal mafioso que nos ha traído recientemente a la cartelera Gomorra, deben ver también esta inevitable variante del mismo asunto que se despliega con eficacia y notable intensidad narrativa y visual como una de las mejores propuestas de cine policíaco del año.
La corrupción total que tan actual es en nuestros días, vuelve a ser el tapiz de fondo sobre el que se despliega una galería de personajes que proporcionan un aire de verosimilitud a cada acto brutal llevando la película más allá de la mera reproducción de estereotipos del género. El director de las notables series Roma criminal y Gomorra demuestra que tiene muy bien tomadas las medidas tanto al tema como a la manera de llevarlo a la pantalla, partiendo nuevamente de un libro de Giancarlo De Cataldo y Carlo Bonini en el que queda puesto al descubierto el submundo criminal de Roma y los trapicheos de altos y bajos vuelos que rodean al tejido económico europeo de nuestros días. El título de libro y película, que alude al barrio de burdeles y tabernas de la antigua Roma, es la mejor descripción de lo que nos espera en la película: un paseo por los bajos fondos donde políticos, banqueros, especuladores varios y el crimen organizado se dan la mano para organizar sus negocios.
El pulso que imprime a esos encuentros en la sombra el director Stefano Sollima, hijo del gran Sergio Sollima, que junto a Sergio Leone fuera el gran maestro del western mediterráneo, es el primer punto a destacar en este ejercicio de puzle que rompe las fronteras del género policial para mutarse en retrato sociopolítico que explora las verdaderas raíces de la corrupción. El surburbio que rezuma putrefacción se da así la mano con las fiestas de la nueva aristocracia del dinero, formando una especie de composición musical dominada por el ruido de la violencia que estalla esporádicamente para recordarnos la existencia de ese otro mundo del que no queremos saber nada pero que en muchos aspectos es el motor corrupto de la sociedad en que vivimos.
La fotografía le presta a la película un aire neonoir que en otro momentos, como en la paliza para la coacción de la firma, con el fuego al fondo, adquiere cierto tinte de neowestern urbanita. Esa mezcla proporciona al conjunto una cualidad de puzle bien orquestado que sin derivas ni cambios de ritmo articula bien un discurso común entre los distintos mundos y personajes que lo habitan, empeñados todos ellos en enriquecerse con ese proyecto de construcción de un emporio que emule a Las Vegas en el puerto de Ostia… con la dimisión del Papa al fondo…
Además de ser una pareja de programa doble excelente para Gomorra, esta Suburra y en general el cine y las series sobre crimen organizado que están floreciendo de un tiempo a esta parte en el audiovisual italiano es por otra parte una excelente ocasión para establecer una especie de diálogo desde otra cultura con la propuesta que hiciera en su momento Francis Coppola con su trilogía de El Padrino, especialmente por lo mucho que tienen en común con la tercera entrega de la misma.
Creo además que Sollima supera con nota alta el reto de llevar el pulso y el bueno ritmo con el que desarrolla sus historias en las series televisivas citadas al formato del largometraje, saliendo además con buen pie de las limitaciones de tiempo que impone este formato frente a la mayor libertad de series y miniseries para la pequeña pantalla en lo referido al desarrollo de los personajes y las distintas subtramas que los acompañan.
Miguel Juan Payán
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