De lo mejor que ha dirigido Clint Eastwood en los últimos años.
Primer punto importante a aclarar sobre esta película: no esperen una de catástrofe que no va de eso, ni mucho menos. No sería tan interesante como lo que nos propone Clint Eastwood en uno de sus trabajos más sobresalientes de los últimos años, y también uno de los más equilibrados que ha dirigido a lo largo de toda su carrera. Naturalmente hay varias escenas particularmente espectaculares, pero la película no tira por ese camino. Muy al contrario: construye desde los personajes y desde la cercanía que consiguen los actores para los mismos en lugar de fabricar un espectáculo visual sometido a los efectos visuales. No esperaba menos de Eastwood. Así es como se sitúa dentro de la filmografía del director en unas coordenadas temáticas sobre la responsabilidad del individuo frente al sistema que la acercan a Sin perdón, Mystic River, Gran Torino, Cartas desde Iwo Jima o El francotirador, al mismo tiempo que en su arranque espectacular y en su estructura narrativa recuerda la fragmentación del relato en distintos tiempos pero muy bien coordinada que podemos encontrar también en Las banderas de nuestros padres y Más allá de la vida.
El segundo punto a tener en cuenta es que contiene el mejor trabajo como actor de Tom Hanks que he visto en mucho tiempo. Hanks plenamente utilizado con una clave que lo acerca a otro grande de un Hollywood anterior, Jack Lemmon, por la vía de la cercanía y la humanidad en la construcción del piloto veterano. El pulso de Sully con la celebridad está tejido con una elegancia por parte del guión y de la dirección que se complementa tan bien con las capacidades del protagonista hasta un punto en el que no es arriesgado afirmar que el dúo de colaboración entre Hanks y Eastwood delante y detrás de las cámaras es una de las asociaciones más felices en las carreras de ambos y en la oferta cinematográfica que hemos visto en este año que se acerca a su fin.
Otro detalle a tener en cuenta es cómo resuelve la película el eco de los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas sin subrayarlos en exceso o convertirlos en protagonistas en una historia donde tienen un papel pero no el papel principal. La manera en la que Eastwood siembra en varios planos y en varios diálogos, simplemente con la mirada de un actor o con una frase de otro, la alargada sombra de esos atentados que todavía se hace presente en las vidas de los norteamericanos en general y de los neoyorquinos en particular. La reacción de la gente corriente a lo que consigue Sully marca como un ligero redoble de batería esa presencia del 11-S sin necesidad de exagerar.
Finalmente es muy eficaz la manera en la que Eastwood esquiva todas las trampas de exceso épico o melodramático que estaban sembradas en una historia y un personaje de este tipo, y lejos de elaborar una parábola triunfalista permite que su película crezca reflexionando con madurez y solvencia sobre el verdadero significado del heroísmo. Su épica está en las pequeñas cosas, en esas conversaciones de Sully con su copiloto en el pasillo, al salir de la vista donde se les juzga, o en las conversaciones de Sully con su mujer, competente como siempre Laura Linney, pero sobre todo en esa obsesión por sacar la cuenta de supervivientes después de amerizar.
Sully es una película construida sobre detalles en la que Eastwood consigue dar papel a los pasajeros del vuelo con una gran economía de metraje y planos sin que ello reste solidez a su presencia en el relato.
Buena película.
Miguel Juan Payán
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