Crítica de la película Terminator: Salvation
El Mecano fue un célebre juego de construcción de metal que hizo furor entre la chiquillería de varias generaciones (siempre que sus padres tuvieran dinero para pagar el invento) y que hoy se ha convertido en pieza de coleccionista. Y el Mecano es lo que siempre me viene a la memoria cuando veo una película de la saga de Terminator. Volvió a aparecérseme ayer noche cuando estaba viendo el Telemadrid las dos primeras entregas de la serie Las crónicas de Sarah Connor, buscando inspiración sobre cómo plantear esta reflexión respecto al estreno de Terminator: Salvation. Fue así, entre miradas de creciente admiración por la belleza sin par de Lena Headey, como reafirmé mi idea de que la saga es un mecano narrativo que se construye y destruye en cada nueva entrega para volver a reconstruirse en la siguiente. Una idea muy atractiva y una política muy astuta para mantener viva la atención del espectador. La línea cronológica de acontecimientos continuamente alterada, creadora de distintos futuros y pasado, alcanza nueva complejidad y nuevas posibilidades con el argumento de la cuarta película de la saga, girando siempre en torno a una serie de personajes carismáticos sometidos continuamente a un nuevo volver a empezar en la narración del presente, el pasado y el futuro. Y todo gira en torno a Sarah Connor, la gran protagonista incluso cuando, como en el caso de Terminator: Salvation, está más o menos ausente pero sigue imponiendo su presencia imprescindible en el relato en un gesto de coherencia con la continuidad de la saga que habla mucho y muy bien de la pericia de sus artífices a la hora de armar el relato. Una simple foto, siguiendo la pauta establecida por James Cameron en el desenlace de Terminator, es más que suficiente para mantener a Sarah en el relato. Junto a ella encontramos otros dos personajes cuya presencia y ausencia también han marcado la saga: su hijo John, presente y al mismo tiempo ausente en la primera entrega –y algo maltratado por los guiones de las dos entregas siguientes-, y el padre igualmente ausente y presente, Kyle Reese. Y Frente a esta familia espaciotemporalmente disfuncional, los distintos modelos de Terminator, enviados para salvar –si quieres vivir, sígueme-, o para matar. Todos estos personajes, que otorgan alguna que otra resonancia religiosa judeocristiana al relato –¿de verdad estamos ya tan lejos de nuestras raíces culturales católicas que no vemos las sombras de Cristo, María y José en todo este asunto?-, nadan en una piscina de líneas temporales cambiantes que hace a cada nueva película y a la propia serie partir casi de cero, el verdadero secreto para mantener la continuidad de la saga sin entrar en contradicciones entre las distintas propuestas argumentales que hasta el momento la integran, porque nada odia más el espectador que la secuela pura y dura, previsible, repetitiva, cansina, y los artífices de la saga de los robots asesinos intentan esquivar a toda costa ese obstáculo huyendo de la secuelitis pura y dura, cosa que nuevamente han conseguido de manera brillante con Terminator: Salvation (hay también series de tebeos dedicadas al asunto, como la colección Terminator contra Robocop, con guión de Frank Miller y dibujos de Walter Simonson, pero esa es ya otra historia).
En el primer capítulo de Las crónicas de Sarah Connor asistimos ya a un nuevo viaje en el tiempo desde 1997 a 2007 que vuelve a cambiar la línea de acontecimientos: Sarah no murió el 4 de diciembre de 2005 víctima de un cáncer, como planteaba el argumento de Terminator 3: la rebelión de las máquinas, sin duda la más floja de toda la saga. De manera que la serie es como un tren que arranca desde el final de la estación Terminator 2 pero argumentalmente hablando no llega hasta la estación Terminator 3, sino que queda suspendida en un limbo del puzzle espaciotemporal de la saga que quizá tampoco tenga nada que ver con Terminator: Salvation, aunque por el momento encaje con los acontecimientos que en dicha película se narran. Todo vuelve a empezar, no hay nada escrito, y lo que ocurra es imprevisible, o como expone un diálogo entre Sarah y Cameron, el Terminator femenino enviado a proteger a John cuando tiene 15 años
Sarah: Aceptas órdenes de John.
Cameron: No de éste John.
Sarah: ¿No son todos el mismo?
Cameron: Aún no.
Este espíritu de reconstrucción y reinvención continua que otorga vida a la saga y la hace más atractiva, recuerda curiosamente la propia capacidad de los Terminator para reconstruirse y seguir con su misión de exterminio o protección pase lo que pase, y es también una clave esencial para entender Terminator: Salvation, en cuyo trailer escuchamos al John Connor interpretado por Christian Bale decir: “Este no es el futuro del que me habló mi madre”. Algo ha cambiado. Algo siempre cambia en la saga de Terminator, porque, como decía Giuseppe Tomasi, príncipe de Lampedusa en El Gatopardo, su novela sobre tiempos convulsos en Sicilia (brillantemente adaptada al cine por Luchino Visconti): “Hay que cambiar para que todo siga igual”.
De manera que con Terminator: Salvation el juego del mecano de la saga vuelve a comenzar, en mi opinión de manera bastante competente y con la solvencia que le otorga a este tipo de proyectos el afecto que sus artífices profesan a sus predecesoras. El director McG arma su propio mecano mostrando un inteligente respeto, teñido a ratos incluso de algo muy cercano a la veneración, hacia Terminator y Terminator 2 (más por el primero que por el segundo). De ahí que haya elegido recuperar a Kyle Reese (AntonYelchin), algo que el propio Cameron se planteó en la segunda pero no llegó a incorporar al montaje de la misma, a pesar de que ya había rodado la secuencia onírica de Linda Hamilton con Michael Biehn. De ese modo, hace que el reencuentro del hijo con el padre, tema planteado en Terminator, se convierta en una de las tramas centrales también de Terminator: Salvation, cuya clave esencial radica en que McG refunda en sentido contrario al camino recorrido por James Cameron, y buscando finalmente un punto de encuentro intermedio entre la trilogía clásica y sus nuevas propuestas (de hecho, McG ha elegido el futuro como paisaje dominante de la narración tras un breve prólogo en la actualidad, mientras Cameron eligió el presente como paisaje central dejando el futuro como una serie de flashbacks a modo de reconstrucción mitológica del relato). Dos caminos que van camino de encontrarse y darse la mano, y en el que por lo que se refiere a Terminator: Salvation destaca también la recuperación de la textura visual de las secuencias de Sarah en el manicomio de Pescadero de Terminator 2 en las secuencias iniciales de Marcus (Sam Wortihington) y la doctora Serena Kogan (Helena Bonham Carter), así como la tensión en las secuencias de acción trepidante, que a su manera rinden también homenaje a los logros visuales alcanzados por Cameron en Terminator 2, al tiempo que supera claramente en esa parcela a Terminator 3, demostrando que todo alarde en las secuencias de acción debe ponerse al servicio de una trama sólida y un buen arco de desarrollo de los personajes, cosa en la que su predecesora andaba notablemente más floja, aún resultando entretenida, por haber caído en la misma trampa en la que se consumieron las dos secuelas de Matrix: fuegos artificiales visuales sin respaldo de un buen guión.
De manera que con Terminator: Salvation el mecano vuelve a cambiar, nada es lo mismo. Es el mejor homenaje a las palabras finales de Sarah Connor en Terminator 2: el día del juicio, que reflejan el espíritu de renovación constante perseguido por James Cameron para la saga que él inició: “El futuro desconocido rueda hacia nosotros. Por primera vez lo afronto con un sentimiento de esperanza…”
Miguel Juan Payán