Nuestros críticos más dicharacheros Miguel Juan Payán y Jesús Usero debaten sobre Quentin Tarantino y el Spaguetti Western.
«¡Cuchillo se va!»… Esa frase gritada por Tomás Milian en El halcón y la presa se convirtió en mítida para quienes, sumidos en plena adolescencia, allá por los años setenta acudíamos al cine en sesión continua y programa doble para ver las películas de espagueti western rodadas en Italia y España principalmente. Almería se nos convirtió en nuestro paisaje de aventuras favorito mientras Lee Van Cleef hacía justicia con su cara de buitre paciente dispuesto a picotear en los despojos de sus enemigos tras abatirlos a tiro.
Lo bueno de Cuchillo, que fue una especie de rebelde antisistema con un cachondeo de pícaro mejicano dispuesto a reírse del poder que le otorgaba una personalidad muy bien acogida por el púlblico. Era el representante de los perdedores en ese género de triunfadores anglosajones con pistola. El resto de los personajes iban armados hasta los dientes.
Él sólo necesitaba un cuchillo metido en la bota para hacer justicia, y de paso divertirse.
Mítico.
Miguel Juan Payán
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