Crítica West Side Story
Crítica de la película West Side Story
Espectacular y emocionante adaptación del clásico musical ideado por Leonard Bernstein y Arthur Laurents.
Nada más arrancar, con la imagen de un solar medio derruido y los sonidos lejanos de unos potentes silbidos, West Side Story mete en la trama a los espectadores, ansiosos por degustar los enfrentamientos callejeros y coreografiados de los Jets y los Sharks. Steven Spielberg, uno de los mejores cineastas a la hora de trasladar a una pantalla las emociones desatadas de una escena o un plano general, aprovecha este singular inicio para prologar su cuidada versión de la clásica obra de Leonard Bernstein y Arthur Laurents. Un libreto que alcanzó cotas de película de culto, cuando Robert Wise y Jerome Robbins (este fuera de los títulos de crédito, en la categoría de la dirección) la convirtieron en una movie imperecedera y sorprendente.
Steven Spielberg es consciente de la carga mítica que transpiran los fotogramas de la cinta de 1961, por eso no traiciona en ningún instante la guía dramática desarrollada por el modelo precedente, y la sigue sin modificar los aspectos fundamentales del film. Tan solo insertos como el baile del tema América (en la versión de Wise, la frenética danza tiene lugar en la azotea del edificio en que viven Bernardo y Anita, mientras que en la de Spielberg se desencadena en plena calle) y la incorporación de un personaje como el de Valentina (este rol sirve al responsable de En busca del arca perdida para granjearse la participación de la legendaria Rita Moreno, y establecer un lazo afectivo y humano entre la movie sesentera y la actual) sirven a StSp para marcar leves diferencias entre las dos adaptaciones. Sin embargo, en las intenciones creativas del creador de La lista de Schindler no existe en ningún momento la voluntad de alejarse del título estrenado en 1961.
El argumento, como los otros ingredientes del largo, no cambia lo más mínimo con el descrito por el musical original y la película de Wise y Robbins. El relato sigue ambientado en los barrios del West Side neoyorquino, a finales de los años cincuenta. En esas calles es donde luchan los Jets y los Sharks. La primera de las bandas está compuesta por jóvenes estadounidenses, que desean echar a los extranjeros de su barriada. Por su parte, los Sharks son un grupo de chavales puertorriqueños, que intentan impedir que los Jets les nieguen el acceso a su porción del sueño americano. En medio de los enfrentamientos entre ambas pandillas, un muchacho, llamado Tony (Ansel Elgort), y una chica puertorriqueña, bautizada María (Rachel Zegler), se enamoran profundamente, pese a los peligrosos obstáculos que se presentan ante ellos.
Spielberg extrae un conjunto de caracterizaciones brillantes y convincentes, del elenco artístico al completo. Sin embargo, el cineasta no consigue eliminar el poso de mitificación que aún conservan los inolvidables Natalie Wood, Richard Beymer, George Chakiris, Russ Tamblyn y Rita Moreno (su Anita sigue siendo muy superior a la citada caracterización de Valentina), cuando protagonizaron la película de 1961. No obstante, la nostalgia que produce rememorar la cinta de Wise y Robbins se diluye rápidamente, al escuchar los acordes de Maria, Tonight, o el siempre impactante Somewhere.
Mágica en esencia y exuberante en sus formas y números musicales, West Side Story renace en este 2021 para reivindicar la vigencia perenne del cine clásico, y de una manera de entender el séptimo arte más acorde con la creatividad y la potenciación de las emociones sensibles a través de un guion, que con la concatenación de efectos especiales carentes de textura humana.
Jesús Martín
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