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martes, diciembre 10, 2024
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Winchester: La casa que construyeron los espíritus ★★★

Winchester: La casa que construyeron los espíritus ★★★Eficaz propuesta de intriga mezclada con terror bien defendida por Helen Mirren y el reparto.

Los hermanos Spierig siempre son una interesante incógnita, una especie de enigma por descifrar cuando estrenan película. Pueden tirar por el camino de lo más interesante de su carrera, Daybreakers y Predestination, o asentarse en lo más tópico y convencional, que está en Los no muertos y Saw VIII. En Winchester se han quedado en un punto medio, sacando a relucir esa capacidad que tienen para extraer el jugo más exótico a argumentos tópicos y previsibles, explotando al máximo y con habilidad el poder de sus actores ante las cámaras y construyendo como consecuencia de todo ello una curiosa película que mezcla intriga con terror y sin duda a los aficionados a este género les proporcionará suficiente material para debate a favor o en contra de los resultados obtenidos.

Lo cierto es que la película funciona más como relato de intriga gótica que como fábrica de sustos en la línea de lo que nos viene ofreciendo el cine de terror en los últimos tiempos. Y es precisamente eso lo que más me interesa de su propuesta: la capacidad para rescatar cierto tono de los cuentos de Edgar Allan Poe y el terror afincado en la fantasía previo a los cambios de códigos experimentados por el género en los años sesenta y setenta. Me gusta eso. Me gusta que haya ese tono de cuento fantástico y encuentro con los espíritus que me parece muy sólido y me ha recordado el tono de las películas del ciclo de adaptaciones de Edgar Allan Poe dirigidas por Roger Corman, La caída de la casa Usher, El péndulo de la muerte, La obsesión, El palacio de los espíritus, junto con las propuestas de terror producidas por la Hammer Films en Inglaterra en los años cincuenta, sesenta y setenta. Ambas cosas, eso sí, convenientemente actualizadas. Es otro tipo de terror que quizá parte el público actual no aprecie como debiera, pero que para empezar tiene un desarrollo de personajes y trama más elaborado y complejo que el de las típicas historias de fantasmas que salen hoy en día a la caza del susto fácil y resultón.

Asentada en la fórmula de “basada en hechos reales”, más o menos, la trama que propone es más sólida de lo que suelen serlo este tipo de argumentos del género. Lo que puede ocurrir es que la venta de la propuesta en clave de terror haga que el público llegue al cine despistado. Insisto: esta película gana muchos puntos si se la traduce adecuadamente como una propuesta de intriga con pinceladas de terror, en lugar de presentarla como propuesta de terror con pinceladas de intriga, algo que no es. Otro elemento que puede operar en su favor o en su contra es el cruce con la reconstrucción histórica. En mi opinión opera en su favor, porque además está convenientemente resuelta con un toque de actualización muy bien ajustado a la construcción e interpretación de sus personajes principales. Pero obviamente si el espectador espera ver una peripecia de adolescentes gritones perseguidos por fantasmas o de familias del siglo veinte acosadas por muertos vivientes devoradores de carne quedará inevitablemente defraudado. La cosa no va de ese palo.




La película queda además reforzada por dos puntales principales. Por un lado Helen Mirren, que se agarra con uñas y dientes a la máxima explotación de los elementos más interesantes que tiene su personaje, respaldado por el tema de la culpa y la obsesión, sumida en el dilema del capitalismo enfrentado a las consecuencias del enriquecimiento a toda costa. Los Spierig aciertan a convertirla en protagonista legítima del relato que se nos cuenta apoyada por la resuelta y eficaz pericia artesanal que estamos a acostumbrados a disfrutar en los trabajos de Jason Clarke, actor frecuentemente reclutado como secundario pero que claramente se ha ganado el derecho a tener más papeles principales. Aquí es un doctor perseguido por su pasado que opera bien como actualización del tipo de personajes creados por Edgar Allan Poe, con un punto canalla ajeno con el romanticismo de aquellos envenado por un cinismo mucho más actual respecto a cómo contemplar el mundo y sus escombros.

Cierto es que al final, este viaje entre fantasmas afloja un poco y se desliza hacia el tópico, pero eso no borra su eficacia previa en el primer y segundo acto, y el aporte para completar el género con otro tipo de propuesta alternativa a la corriente dominante en la actualidad que hace en el resto de su metraje, con ese puntito nostálgico por el terror más cercano a la fantasía gótica.

Miguel Juan Payán


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Miguel Juan Payán
Profesor de Historia del cine, Géneros cinematográficos y Literatura dramática

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