Crítica de X
Crítica de la película X
Eficaz y bien tramada fiesta de homenaje al terror en todas sus variantes. .
Ti West consigue hacer blanco en la diana con su nueva visita al terror, género que conoce como director por sus trabajos anteriores y en el que no obstante nunca había conseguido resultados tan positivos como los que saca a la luz en X. Sus propuestas anteriores en el género, La casa del diablo (2009), Cabin Fever 2 (2009), Los huéspedes (2011), The Sacrament (2013), son claramente inferiores a lo que nos propone en X tanto desde la puesta en escena como desde el tratamiento de la mezcla de parodia y homenaje del género, mezclando terror y comedia.
Testimonio referencial del género, X es tanto un homenaje al terror de la serie B a la serie Z como al porno en evolución desde la década de las prohibiciones a la liberación del género por la vía de la difusión de sus películas a través del vídeo, como señala en un momento el propio diálogo del largometraje. En un momento de la trama incluso se cruzan las dos referencias que constituyen el eje de su propuesta en una secuencia de montaje en paralelo para dejarlo más claro: una secuencia de sexo en la grabación de la película pornográfica que pretenden filmar los protagonistas en paralelo al primer encuentro de la anciana con la joven la aspirante a estrella interpretada por Mia Goth.
Su carga de referencias en lo que se refiere al terror se significa positivamente por esquivar la obviedad y el mimetismo para forjarse como una telaraña de momentos y propuestas visuales que van desde Psicosis -el coche abandonado en la ciénaga- a planos que rinden homenaje a dos títulos emblemáticos del nuevo terror que revolucionó el género en los años setenta, La última casa a la izquierda (Wes Craven, 1972) y La matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974) -Mia Gotz en el bosque y alejándose de la casa de los ancianos-, o el plano cenital del cocodrilo en el lago, que sospecho guiña a una película menos recordada de Hooper pero en mi opinión más reivindicable de lo que parece en su puro cultivo del disparate, Trampa mortal (T. Hooper, 1976), por no hablar del clásico de la productora Troma Films Abuelas rabiosas (Emmanuel Kerwyn, 1988), por citar solo algunas de las muchas referencias en torno a los clichés del género sobre las que se asienta el discurso visual de esta divertida película.
Hay además un tema interesante, del que no se puede hablar mucho para no destripar, pero que juega con la decadencia y la decrepitud y los tópicos sobre el sexo en una clave que consigue dar unos giros a su argumento para que el espectador se mantenga desorientado y presa de la sorpresa, como siempre debería ocurrir en el cine de terror. El juego con la puesta en escena tanto como el propio diálogo y tratamiento visual de los personajes combina la parodia y el humor con los momentos sangrientos, articulando toda la trama en un flashback precedido por un inquietante prólogo de final en suspenso que siembra la intriga eficazmente.
Miguel Juan Payán
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