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viernes, abril 26, 2024
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Zipi y Zape y la isla del capitán **

Zipi y Zape y la isla del capitán **Más floja que Zipi y Zape y el club de la canica, pero entretenida para público infantil.

Zipi, Zape y sus padres viajan a una isla para encontrarse con una especie de puzle de referencias y personajes de la literatura de aventuras que abarca un amplio arco desde el Hombre Invisible a 20.000 leguas de viaje submarino, pasando por una recreación de Peter Pan que en su faceta siniestra es lo más interesante de la película, aunque lamentablemente no puedan desarrollarlo más a fondo para no entrar en conflicto con el público infantil y familiar que busca el largometraje. De hecho, esa es la principal pega que tiene la película, su indefinición, esa especie de existencia en tierra de nadie, perdida entre una fábula que con Elena Anaya y su personaje tenía mucho potencial para desarrollarse en clave más madura y original, trabajando más cerca del territorio de películas como La ciudad de los niños perdidos, dirigida por Marc Caro y Jean-Pierre Jeunet en 1995, pero, por otra parte con toda lógica, se ve obligada a esquivar esa posibilidad para hilvanar una peripecia de aventuras más tópicas y previsibles para su público de referencia.




Es algo que también le ocurría a Zipi y Zape y el club de la canica, pero aquí esa especie de pelea interior consigo misma que tiene la película se hace más evidente. Aunque en su primera hora de proyección los toques de disparate que aporta la mezcla de referencias y fuentes de inspiración tomadas de los relatos y personajes clásicos de la narrativa de aventuras, curiosa hibridación de elementos de novelas de Julio Verne, Arthur Conan Doyle, etcétera, contribuyen a darle un entrañable tono nostálgico al conjunto que incluso encaja con cierto espíritu de las viñetas protagonizadas por estos personajes en el mundo del cómic, no llega sin embargo a sacar todo el jugo al poder de evocación del agentes del caos y la rebelión casi nihilista contra la realidad que son los dos hermanos en los tebeos.

Opta por seguir un camino más sembrado de limitaciones en un argumento más inclinado a impartir lecciones de buena conducta, en lugar de ser una comedia gamberra, que sería lo más lógico. Pienso que lastra a sus dos protagonistas forzando una fábula muy ingenua de complicidad con sus progenitores. Los diálogos de Elena Anaya son algo acartonados y poco interesantes, atrapados en el tópico de un ejercicio de antagonismo que en la película anterior estaba mejor servido por Javier Gutiérrez. Además en el tramo final del relato se aprecia cierta precipitación por ir rápidamente a la conclusión y resolver las subtramas de algunos personajes, principalmente la figura infantil del personaje de Anaya, que desaparece abruptamente de escena sin llegar a desarrollarse plenamente. Hay como prisa por lucir la parte más espectacular de la conclusión del viaje y solventar el complicado tema de las versiones alternativas de los padres incluso andando y desandando el mismo camino con esos personajes –dentro y fuera de la máquina-, haciendo que los curiosos personajes secundarios que acompañan a Zipi y Zape acaben revelando su verdadera naturaleza como meros pretextos argumentales, en lugar de tener identidad propia y solidez dentro del conjunto.

Miguel Juan Payán


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