Crítica de la película Batman Begins de Christopher Nolan
Se nos conoce por nuestros actos
Respeto. Eso es lo que hace de Batman Begins un fenómeno esencial para el cine que además se metió en el bolsillo a los espectadores resucitando a un personaje que estaba sumido en la escombrera de los juguetes rotos de Hollywood después de ser triturado en la maquinaria de sobrexplotación de la industria audiovisual estadounidense. El Batman con pezones debe haberle ganado una chabola de dos plantas en el infierno a Joel Schumacher. Una planta por Batman Forever y otra por Batman y Robin. Pero la visión del Hombre Murciélago que diera en su momento Tim Burton tampoco acabó de convencerme. Retrocedo en el tiempo haciendo un flashback estilo Nolan, y recuerdo el día que asistí al preestreno de prensa de Batman y sigo sin dejar de preguntarme por qué Burton no le echó un par y la tituló ¡Joker!, con signos de admiración y todo.
Michael Keaton es un gran actor. Un Buitre sublime en Spiderman Homecoming. Pero no es Batman ni aunque lo vistan como una tanqueta. Puede amartelarse al personaje de Bruce Wayne porque tiene mucho talento. Pero no es Batman. Nunca lo fue. Y además a Burton no le importaba un carajo que lo fuera. Le valía con tener a Bithelchús apuntado al invento tirándole los tejos a una espectacular Kim Basinger que tenía mucha más química con Jack Nicholson como el Joker que con Michael Keaton como Batman.
Y además cuando estrenaron el Batman de Burton la versión del personaje que mandaba en las viñetas era la de Frank Miller en El regreso del señor de la noche, o del El caballero oscuro… A pesar de lo mucho que nos entretuvieron Batman y Batman Returns (siempre me ha gustado más la segunda), lo cierto es que para ver al auténtico Caballero Oscuro tuvimos que esperar a Batman Begins.
“Caemos para levantarnos”. La frase que le dice Thomas Wayne a su hijo Bruce después de que caiga en el pozo de los murciélagos y que más tarde le repetirá Alfred (Michael Caine), es una buena declaración de principios para una película que hizo renacer al icónico personaje creado por Bob Kane de las cenizas cinematográficas en las que le habían sumido las películas de Schumacher para volver a convertirlo en un taquillero icono de la pantalla grande.
El largometraje comienza como un relato de prisiones, pero rápidamente se muta en película de aventuras, para pasar más tarde a ser una historia policíaca con claves de cine negro que anticipan lo que será El caballero oscuro. El despliegue visual inicial otorga al paisaje el máximo protagonismo en el viaje de iniciación de Bruce, recordándonos los paisajes de apertura desde el avión de Insomnio, porque de uno u otro modo Nolan siempre intenta mantener una especie de continuidad visual entre sus trabajos.
En ese primer acto, Batman Begins rinde homenaje visual a las viñetas de Frank Miller, creador del concepto del Caballero Oscuro para las viñetas. Es coherente. Nolan intenta releer el personaje de Batman para actualizarlo y mejorarlo. La personalidad más adecuada de las distintas versiones del mismo en las viñetas la encuentra en los trabajos de Miller con el personaje, porque el propio Miller tuvo que releer y reconstruir el personaje de Batman años atrás en los cómics con los mismos objetivos. Wayne (Christian Bale) escalando la montaña, el paisaje, el monasterio, los ninjas, la pelea con los ninjas en el entrenamiento, son momentos que se construyen visualmente siguiendo la pauta de los dibujos de Miller, recuerdan su estilo no solo en El regreso del señor de la noche, sino en otras obras como 300 y Ronin.
En esta ocasión la desorganización de la corriente temporal de acontecimientos como recurso para construir el laberinto atenúa su complejidad y rapidez de desarrollo para asentarse con más solidez y pausadamente, mientras el plano del tren que atraviesa la ciudad de Gotham, con todo su despliegue visual, nos deja claro, como esa salida inicial a los paisajes naturales en exteriores, que no estamos en un ejercicio de adaptación de Batman al cine como el que practicara en su momento Tim Burton.
En relación con el resto de la filmografía de Nolan, el protagonista se enfrenta también con la culpa y busca la redención. En este caso, Bruce se acusa de haber sido el causante de la muerte de sus padres por provocar con su miedo a los murciélagos que salgan del teatro y sean asesinados.
De paso la película muestra una vez más, como tantos otros momentos de las películas de Nolan, por qué Michael Caine es tan grande, por ejemplo en la secuencia posterior al entierro de los Wayne, cuando consuela a un Bruce todavía niño y se convierte en una de las muchas figuras paternas que acompañaran u obstaculizarán la evolución del héroe hacia la madurez. Además, de Caine, pesos pesados como Gary Oldman interpretando a Gordon o Liam Neeson dando vida a Ducard, respaldan a un Christian Bale con el que algunos comentarios algo peregrinos no están siendo nada justos en los últimos tiempos. A todos aquellos que en un intento por denostar el trabajo de Nolan prefieren defender la indefendible opinión de que Michael Keaton fue mejor Batman y mejor Bruce Wayne que Bale, y a aquellos otros que por defender a Ben Affleck caen en vestir a un santo para desvestir a otro y afirman que este último es mejor Batman que Bale, hay que pedirles que vuelvan a ver el impresionante trabajo de interpretación que hace el protagonista de Batman Begins. Hay que pedirles que reparen en cómo Bale no construye a un Batman y un Wayne en una sola etapa de su vida, sino en varias, desde una etapa de juventud obsesionada por la venganza, con la ingenuidad y la inocencia de la inexperiencia y el dolor por la pérdida de los padres pintada en la mirada, en el rostro, y hasta en la manera de andar y correr, cuando Bruce habla con Falcone, por ejemplo, o cuando corre hacia el puerto, o cuando más tarde algo más maduro, pero todavía no lo suficiente, se entrena con Ducard. Y luego, ya tras haber madurado, cuando se reencuentra en el avión con Alfred, después de haber escapado de la Liga de los asesinos. O cómo recupera la mirada del joven cuando vuelve a encontrarse con Rachel saliendo del hotel con sus dos acompañantes empapadas.
Pretender que Bale no es el mejor Batman que ha dado el cine hasta el momento es como pretender que Heath Ledger no es el mejor Joker que ha dado el cine hasta el momento.
Es además interesante el punto nihilista que la película le otorga a la figura de Ducard, de Ra´s Al-Ghul y de la Liga de los Asesinos, que podría resumirse en la frase del primero: “El adiestramiento no es nada. La voluntad lo es todo. La voluntad de actuar”. Esto abre además una interesante línea de reflexión sobre el poso de nihilismo que existe en el punto de partida de la cruzada de Bruce Wayne para combatir el crimen, y refuerza el destacado papel que tiene en la historia, como secuencia más señalada y definitoria de la película, el momento en el que Bruce se niega a ejecutar al ladrón, afirmando: “Yo no soy un verdugo”. Esa escena le llevará a salir de la Liga de los Asesinos y emprender su propia cruzada por la justicia en la amenazada Gotham, que Ra´s y su Liga pretenden destruir como castigo por sus pecados. El tema de la urbe condenada por los pecados de sus habitantes será una constante que sirve también a los argumentos relacionados con el Comité de los Búhos en la serie de televisión Gotham, pero aquí llega a alcanzar resonancias casi bíblicas propias del Antiguo Testamento, en plan Sodoma y Gomorra, cuando Ducard habla de las anteriores intervenciones de la Liga de los Asesinos como herramienta para restablecer el equilibrio mediante la provocación del caos y la catástrofe.
Es interesante destacar el tratamiento de la luz sobre el rostro del protagonista que aplica la película a dos momentos clave en su desarrollo como héroe y la toma de decisión de convertirse en un cruzado enmascarado. El primero es en la secuencia en la que Bruce le dice a Ducard: “La venganza no me sirve”, que es el principal dilema del personaje. En primer plano, la mitad del rostro de Bale está sumida en la oscuridad, la otra mitad en la luz. La dualidad de la vida del personaje, su doble identidad como Bruce y como Batman quedan claramente establecidas. El otro ejemplo lo encontramos en la escena en la que aborda el avión con Michael Caine para regresar a Gotham, nuevamente un primer plano en el que vemos el rostro del actor dividida aunque en este caso el efecto no es tan marcado, solo un duelo entre los rayos del sol y la luz más floja en el interior del avión.
Otro detalle de la manera sutil en la que Nolan va sembrando informaciones y emociones en el espectador lo encontramos en la secuencia en la que Rachel se enfrenta con Crane (Cillian Murphy), que se convertirá en el Espantapájaros, en el asilo Arkham. Nolan juega con el movimiento de cámara que se acerca a los dos personajes por la espalda de Rachel, en el primer plano de Crane con Rachel en escorzo, expresando el acecho a que somete Crane a la fiscal.
La película contiene además una de las secuencias más aplaudidas por los seguidores del personaje de Batman en el cómic que por sí sola demuestra por qué el respeto al personaje original de las viñetas, y no a sus variantes televisivas y de dibujos animados como icono de la cultura popular, es la clave del trabajo de Nolan con el Hombre Murciélago: me refiero a la escena en la que vemos al futuro Caballero Oscuro progresando por los pasillos del Asilo Arkham al que pronto irá mandando a los criminales más disparatados y enloquecidos que captura.
Los flashbacks son más ordenados y con un ritmo más pausado de lo que suele ser este recurso en el resto de las películas de Nolan. La estructura y construcción del laberinto es más clara, aunque sigue teniendo una presentación y primer acto largos, como suele ser habitual en las películas del director. No culmina hasta que Bruce abandona la liga de los asesinos, dando comienzo al segundo acto cuando regresa a Gotham, que es el momento en el que la música empieza a hacerse notar más como acompañante de las apariciones de Batman, preludiando el ritmo más frenético que va a tener El caballero oscuro. Momento clave de ese segundo acto es la entrada en la Batcueva y el “baño” en los murciélagos, que junto con la secuencia de apertura del accidente de Bruce niño y la secuencia del tercer acto en la que vemos a Bruce cerrando el pozo, hacen de este un elemento central como punto de referencia de la evolución del relato en sus tres actos. Está presente en la presentación, en el nudo y en el desenlace.
Miguel Juan Payán
Este texto ha sido extraído del libro CHRISTOPHER NOLAN DOS VISIONES. Que podéis adquirir en nuestra editorial o en Amazon.
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