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martes, abril 23, 2024
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Carne de neón **

CARNEDENEONCARTEL

Divertida y gamberra en sus primera parte de arranque,  Carne de neón es sin duda una apuesta clara para la taquilla de este fin de semana con la que te echas unas risas al empezar, pero que a medida que progresa cae en la trampa tan propia del cine español de tomarse  de repente demasiado en serio y atacar en plan trágico. Además utiliza algunos temas, como la trata de blancas o la venta de niños, que no tienen maldita la gracia, lo cual hace que esas sonrisas ante su desparpajo inicial para presentar a los personajes se nos queden congeladas en la boca, dando paso a un cierto estupor por lo que estamos viendo, que cada vez se nos hace más cuesta arriba…

Recuerdo perfectamente que mi tolerancia con el cachondeo salvaje cruzó la frontera de lo que me parece divertido cuando el proxeneta que interpreta Mario Casas y su descerebrado colega Angelito se disponen a comprar unas chicas para incorporarlas a su burdel. Es en ese momento cuando me pareció que el esperpento tenía un límite, y entraba en otro terreno, congelando la sonrisa que me había acompañado hasta que se me hizo muy cuesta arriba sostener la broma sobre asuntos que son francamente trágicos, como es la trata de blancas.

Esa frontera no es fruto de que yo sea  sea un pazguato lamecirios o un moralista recalcitrante. Simplemente creo que hay límites sobre el tipo de cosas respecto a las cuales se puede bromear. Lo de la venta del bebé colmó mi vaso de tolerancia respecto a lo que podemos tomarnos a cachondeo.

O es comedia o es drama. Las dos cosas no a la vez, sino en etapas distintas del relato, despistan mucho. El cambio de tono es letal para la película, que si bien inicialmente tampoco es que fuera un prodigio de comicidad o un dechado de originalidad, tenía sus golpes, y aún copiando el cine de Guy Ritchie manejaba la fórmula con astucia y habilidad suficiente bien servida por un reparto que está de notable.  A pesar de los pesares y de ese molesto giro hacia el melodrama facilón que da en determinado momento, dejando de lado la comedia de enredo, que era su territorio natural, los actores sirven fielmente a la trama levantando los personajes por encima de los lastres que a medida que progresa la historia les va imponiendo el guión. Ángela Molina prácticamente se inventa su personaje a base de su desbordante carisma y unos recursos que ha ido reuniendo en una dilatada carrera que espero sea mucho más prolongada, porque esta película demuestra que tiene que estar mucho más presente en el cine español. Incluso cuando la película está más enredada e insidiosamente se va deslizando hacia el caos, sus apariciones espabilan al espectador prestándole enorme servicio al ritmo de la narración. En ese sentido, Molina da una versión de la madre del protagonista que nada tiene que envidiarle a la que diera Victoria Abril en el cortometraje de 2005 del que parte esta nueva Carne de Neón en forma de largo. Luego está Macarena Gómez, cuyo papel merecía más desarrollo, aunque sólo sea por el talento de la actriz, que además, y  esto es obviamente un piropo, tiene todos los mimbres para ser una nueva Ángela Molina, y notables similitudes con ella, además de su propio carisma y personalidad, naturalmente. Luego está Vicente Romero como Angelito, un tipo al que sólo se me ocurre calificar como “inmenso”, porque ha conseguido reunir en su personaje todas las claves de las criaturas más salvajes e impresentables de los cómics underground y las historias de El Víbora, y debería convertirse en un referente para la interpretación en clave claramente satírica de ese tipo de papeles. Excelente trabajo el suyo capaz de convertirle en motor de la trama bombeando adrenalina y trepidación a la misma. Romero y Macarena conocen bien a Angelito y a la Canija, y eso se nota y llega al público.

ANGELITO

Por su parte Mario Casas cumple, se las ingenia como mejor sabe, dando una imagen de Ricky que responde, con lógica y coherencia, a la etapa profesional por la que está pasando el actor, encumbrado al puesto de icono erótico-festivo para las adolescentes y no tan adolescentes, algo que posiblemente acabará mosqueándole no tardando mucho, porque aquí somos muy pesados con eso de enchufarle etiquetas al personal y convertir en celebridades a quienes viven de su curro y no del famoseo, cual es el caso. Creo que Casas merece otra cosa, para empezar, y a raíz de este trabajo, que se le tome más en serio y le amplíen algo el abanico de tipos que puede interpretar sometiéndole a mayores retos. Dará buen juego porque tiene a la cámara metida en el bolsillo y le sobran recursos. No caigamos en la trampa de pensar que todo es fotogenia. Inevitablemente le van a comparar con Óscar Jaenada, que interpretó a Ricky en la versión de cortometraje, pero las comparaciones no vienen al caso y además éste es otro partido, si me permiten el desvío futbolístico. Seamos justos: lo que ocurre es que en el corto Jaenada tenía un papel más equilibrado, por aquello de la limitada duración del asunto, pero aquí Casas tiene que hacer frente a la innecesaria prolongación de la anécdota, y su personaje, no él, acaba perdiendo fuerza camino del desenlace. Parecida faena le cae encima a Luciano Cáceres en su papel como El Niño, un personaje que anda algo huérfano tras un arranque que presagiaba más desarrollo.

El problema es que hay  demasiados personajes y algunos, como el Chino de Darío Grandinetti,  queda sometido a mera anécdota, mientras que el travesti La Infantita de Dámaso Conde, la niña Verónica de Blanca Suárez o el policía Santos que interpreta Antonio de la Torre no tienen casi agarraderas para sujetarse a la historia, y se diluyen en una trama que progresa hacia la dispersión y la pérdida de ritmo hacia su final. Un ejemplo de ello es la resolución, algo precipitada y menos divertida de lo que debiera, del conflicto de la operación de cambio de sexo que persigue La Infantita.

Entiendo que la idea era hacer progresar la fábula desde la comedia desenfadada y de enredo a un drama que se expresa a través de la violencia, pero es ése un ejercicio arriesgado, de puro funambulismo narrativo, sin red, y mi opinión es que no les ha salido demasiado bien la jugada.

Me quedo con esos primeros 40 minutos que me sacaron más de una sonrisa, aunque ya digo que la película tiene todas las papeletas para ganarse un puesto destacado entre las más vistas de la semana, lo cual me alegra, porque el cine español necesita éstas alegrías recaudatorias y nunca viene mal un paseo por los géneros, que no obstante deberían encontrar la manera de expresarse con menos complejos y sin intentar disfrazarse de lo que no son.

Miguel Juan Payán

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