Crítica Bros Más que amigos
Crítica de la película Bros – Más que amigos
Entretenida comedia romántica. Billy Eichner y Luke Macfarlane demuestran que, en cuestión de afectos, no hay diferencia entre una pareja gay y una heterosexual.
Stanley Donen sorprendió a los espectadores en 1969, cuando estrenó La escalera: una hilarante comedia sobre una pareja homosexual, interpretada por los icónicos Rex Harrison y Richard Burton. Desde esa época de dogmatismo férreo, el mundo ha luchado por obtener la aceptación de las distintas opciones en materia sexual y afectiva; aunque la sociedad se resista todavía a visualizar una historia de amor que no sea mantenida entre un hombre y una mujer. Nicholas Stoller ha querido romper esa ilógica norma en el género de la comedia romántica, con BROS; al utilizar muchos de los clichés de este tipo de films, para escenificar la apasionada relación entre dos hombres.
El guion sigue la existencia de Bobby (Billy Eichner): un polifacético intelectual y activista, que se dedica a defender los derechos de las personas LGTBI. Desde sus grabaciones en streaming y su programa de radio, este influencer no para de promulgar su homosexualidad, mientras arremete contra los estereotipos que acompañan al universo gay. Sin embargo, y a pesar de su popularidad, Bobby tiene un miedo cerval a enamorarse de alguien, por lo que mantiene encuentros esporádicos con individuos con los que contacta a través de las redes sociales. Una noche, durante una desenfrenada reunión en un club de moda, el protagonista se queda prendado de Aaron (Luke Macfarlane): un tipo callado y musculoso, por el que empieza a sentir una atracción sincera e irresistible. Poco a poco, ambos se rinden ante unos sentimientos que ninguno de ellos esperaba desarrollar.
Nicholas Stoller aprovecha con ironía la mayoría de los tópicos relativos al universo gay, para montar un producto que sigue las normas de cualquier comedia romántica, con independencia de que los personajes sean homo a hetero. A través del hedonismo vacuo que se suele asociar al colectivo homosexual, Stoller se adentra con cierta superficialidad en la confusión sentimental que experimentan Billy y Aaron, a los que –en un principio- les repele volver a quedar más de dos veces con el mismo amante.
Los encuentros de desenfreno sexual, los movimientos exagerados del cuerpo y las manos, la inflexión de la voz, las fiestas en las que los invitados no distan mucho de ser stripers, la verborrea agresiva y abundante en calificativos… El responsable de Malditos vecinos 2 reúne con eficacia cada uno de los tics más mediáticos del comportamiento de los homosexuales con éxito en la sociedad, muy explotados en el cine y la televisión. Y los exhibe para revelar las inseguridades que semejantes actitudes provocan en la psique de Bobby y de Aaron.
No obstante, y con independencia de la eficacia de la fórmula utilizada por Stoller, el film se resiente de una cierta zozobra en cuanto a su supuesta originalidad. El relato y las situaciones que espolean la realdad que comparten Bobby y Aaron se antojan demasiado intrascendentes y artificiales.
Como principal aliciente de BROS hay que destacar las brillantes interpretaciones de Billy Eichner (al que le pega bastante el rol de un Woody Allen con una inacabable artillería contra el imperio de los hetero) y Luke Macfarlane (quien saca gran partido al rocoso Aaron). Estos dos actores son lo mejor de una película en la que los conflictos son meras anécdotas argumentales.
Jesús Martín
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