Crítica El maestro Jardinero ★★★★

Crítica El maestro Jardinero película dirigida por Paul Schrader con Joel Edgerton, Sigourney Weaver, Quintessa Swindell

Intensa película de Paul Schrader, sobre un hombre con un pasado demasiado oscuro, como para hallar la ansiada paz afectiva.

Paul Schrader es un cineasta y guionista interesado en reflejar las contradicciones humanas, expresadas a través de personajes emulsionados por una energía autodestructiva, que les encamina hacia el desastre y el abismo. El dolorido Wade Whitehouse (Nick Nolte), de Aflicción, y el desquiciado sacerdote Ernst Toller (Ethan Hawke), de El reverendo, son solo dos ejemplos de las odiseas interiores en las que se ha embarcado como director el veterano guionista de Taxi Driver.

El protagonista de El maestro jardinero no se aleja de esta norma de papeles deformados por sus acciones en contextos al borde de la locura, los cuales tienen un atisbo de redención al que acogerse, en medio de la zozobra voluntaria en la que se ven envueltos.

La acción de la película sigue la estela de Narvel Roth (Joe Edgerton); un callado y concienzudo jardinero, que trabaja a las órdenes de la controladora Sra. Norma Haverhill (Sigourney Weaver). El hombre realiza su labor con las plantas con una dedicación encomiable, aunque su comportamiento frío y reservado no indica alegría alguna.

Un día, la Sra. Haverhill comunica a Narvel que desea que este enseñe su oficio a una pariente lejana, llamada Maya (Quintessa Swindell): una chica huérfana, que está dominada por su adicción a las drogas, y que intenta escapar de un narcotraficante que la maltrata físicamente. A pesar de que al principio  Narvel y Maya no congenian, poro a poco nace entre ambos una unión amorosa, que les obliga a escapar juntos de la casa de la Sra. Haverhill, después de que esta despida a Narvel por su relación con la joven.

Con sobriedad espartana, y sin casi elementos ajenos a la historia, Paul Schrader construye una obra de explosiva eficacia dramática, en la que las revelaciones ayudan a que la trama evolucione con verosimilitud, por asuntos tan espinosos como el del racismo en USA. El fogueado responsable de El contador de cartas exhibe sus virtudes como retratista de las paradojas existenciales, reflejadas a través de tipos anónimos y aparentemente poco dados a las expansiones sociales. Esa capacidad para destapar el pasado misterioso de sus extraños personajes hace que El maestro jardinero goce de una atmósfera lo suficientemente asfixiante, como para generar una implicación constante por parte de los espectadores, los cuales son atrapados por los continuos giros argumentales.

Schrader diseña su película como si fuera un jardín abigarrado y salvaje, en el que los individuos se comportan como plantas de ornamento, seres a los que hay que alimentar con confesiones determinantes y diálogos cuidados y precisos. En este sentido, el parque del director de El beso de la pantera  tiene como principal atracción a un antiguo miembro motero de una organización segregacionista y terrorista: un testigo protegido por el FBI con el nombre falso de Narvel Roth, al que le siguen la pista sus otrora compañeros de matanzas. Semejante rol tira del carro de un conjunto de personajes igualmente contradictorios y fuera de cualquier catálogo de normalidad al uso.

Bajo estos parámetros, el cuadro interpretativo al completo contribuye a que el film sea percibido como una obra de emocionante curso existencial y humano.

Jesús Martín

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