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Crítica Indiana Jones y el dial del destino película dirigida por James Mangold con Harrison Ford, Mads Mikkelsen, Phoebe Waller-Bridge, Antonio Banderas
Una buena despedida a uno de los personajes más importantes de la historia del cine.
Indiana Jones nos deja, como ha asegurado Harrison Ford en muchas ocasiones. El actor tiene ya más de 80 años y su etapa al frente de la saga ha concluido, nos toca despedirnos de él. Sí, no sabemos si en el futuro alguien más volverá a coger el látigo y el sombrero para ponerse a recorrer el mundo en busca de los mayores tesoros de la historia, viviendo mil aventuras. Pero no será Ford, y quien se atreva a intentar emularlo tiene un vacío enorme que llenar.
Eso sí, la película dirigida por James Mangold es mejor y más satisfactoria que la cuarta entrega de Steven Spielberg, La calavera de cristal, y eso deja un mejor sabor de boca en el espectador. Agridulce, como toda despedida. Porque hablamos de un adiós que, en el fondo, ninguno deseamos.
Una historia que comienza en la Alemania nazi, con un rejuvenecido Harrison Ford y con un grupo de personajes que viven una de aquellas historias cercanas a la película original, que nos conquistaron. De ahí damos el salto a los años sesenta, 1969 en concreto, y al comienzo de la aventura real, del viaje que tiene que ver con lo que vimos en el arranque, pero que nos propone algo diferente.
Especialmente porque contamos con un Indy cansado, avejentado, dispuesto a retirarse, que colgó su capa, por así decirlo, hace muchos años. Un Indy que quiere simplemente descansar… o no. La aventura en la que se sumerge nos recordará por qué es quien es, y por qué es tan importante para todos nosotros. Con un ritmo trepidante que nos devolverá a algunos de los mejores momentos de la franquicia.
Y con incorporaciones importantes en el reparto. Por ejemplo, Phobe Waller-Bridge, que cambia la dinámica de Indiana Jones con sus coprotagonistas femeninas, o Mads Mikkelsen, quien aporta sobriedad a un villano de esos que sólo existen en el universo del personaje. Lo hace creíble en su imposibilidad. El actor es brillante y con eso deberíamos quedarnos, pero no se para ahí. Ante los tópicos del guión, le da personalidad al villano, mucho más que Cate Blanchett hizo en la anterior entrega.
La lástima es que desaproveche a Antonio Banderas, que es todo carisma y presencia física, y que pasa desapercibido, algo que no sucede con Toby Jones o Thomas Kretchsmann, mucho mejor utilizados por la película. Y, por supuesto, Harrison Ford, la estrella de la función, quien destila carisma y ese aire de personaje derrotado por la vida que le sienta tan bien en esta ocasión Indy. Evidentemente, sin él, esto no tendría sentido (que tomen nota para cuando intenten hacer un remake).
James Mangold nos trae su lado más artesano, algo alejado de su Logan, para subirnos a un viaje lleno de emociones, peligros, riesgos y aventuras. Uno de esos viajes en el que los villanos, no sabemos bien cómo, siempre saben el destino de los héroes. Un viaje en el que se abusa, es cierto, del CGI, algo que quizá no está precisamente en la esencia de Indiana Jones. Hay momentos en los que incluso nos saca de la historia, y no hablo del rejuvenecimiento facial que funciona casi siempre.
Hablo de momentos que hace nada se habrían hecho de forma práctica, y ahora son obra de un ordenador. Pero prevalece el ritmo, prevalece la aventura, prevalece Indiana Jones incluso ante las inconsistencias del guión, incluso ante una resolución final algo floja. Porque el final real de la aventura es maravilloso y porque el viaje ha merecido la pena. No es la mejor de la saga, y sin duda se echa de menos a Steven Spielberg, pero es una digna despedida a un personaje icónico dentro de la historia del cine. Buen viaje, doctor Jones. Gracias por todo.
Jesús Usero
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