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Crítica La Maison película dirigida por François Ozon con Fabrice Luchini, Ernst Umhauer, Kristin Scott Thomas
Anissa Bonnefont adapta el polémico best-seller de Emma Becker, sobre una escritora francesa que trabaja como prostituta en Berlín, para elaborar su nuevo libro.
Los ambientes en penumbra de La Maison, siempre definidos por las artificiales relaciones entre las prostitutas y sus respectivos clientes, son los que mejor ilustran el oscuro universo que acompaña a los reiterados intercambios de sexo por dinero que narra la película. Pese a que Emma (la protagonista del film) llega a confesar a su hermana y a su mejor amigo que ella ha escogido la prostitución por pura voluntad; lo que sucede a su alrededor alerta sobre las privaciones y miedos de unas mujeres que se sienten en su mayoría explotadas, con independencia del siniestro ambiente familiar que se respira en el burdel que da título a la movie.
La acción de La Maison arranca con Emma (Ane Girardot): una joven escritora francesa que no cree en las limitaciones en lo referente a las prácticas sexuales. La narradora vive temporalmente en Berlín compartiendo piso con su hermana, y su idea es meterse a investigar en un burdel, para confeccionar una obra sobre ese universo sórdido y amenazante, desde el punto de vista de las prostitutas.
Al principio, Emma ejerce su nueva ocupación en una casa de frialdad electrizante, donde las compañeras de aventuras sexuales no se prestan a confesar nada. Decepcionada, la novelista se traslada a una casa de sexo por dinero conocida como La Maison. Este es un lugar singular, donde el trabajo de explotación del cuerpo se hace con la afabilidad artificiosa que desprende cada una de las mujeres que prestan allí sus servicios. En semejante sitio, Emma llena su libreta con frases e ideas, aportadas por las prostitutas y los clientes. Sin embargo, un día, la novelista se encuentra con un chico que le despierta sentimientos cercanos al amor. La contradicción que supone realizar el acto sexual por un afecto sincero a hacerlo por una contraprestación económica comienza a aturdir los pensamientos de Emma, quien empieza a ver el lado menos amable de una actividad tan salvaje y alienante como la de la prostitución.
Anissa Bonnefont centra el interés del film en los constantes encuentros sexuales de Emma con sus clientes variopintos. Sin embargo, todo parece un juego de intenciones lujuriosas y vacías, en el que los personajes se comportan como marionetas dentro de un teatro de guiñol, incapaces de aportar algo medianamente verídico y creíble. Las contorsiones a las que se presta Ana Girardot y los desnudos integrales de hombres y mujeres contribuyen a fortalecer el mensaje de una película que se mueve con soltura entre la estética videoclipera de Diario de una ninfómana y el humor extravagante y zafio de Los burdeles de Paprika.
Según la fórmula descrita, lo más interesante de La Maison sucede a través de las atmósferas enrarecidas en las que se adentra del papel de Emma, pero la cineasta no acierta a sacar partido del misterio y el desconocimiento que implica un universo tan tenebroso como el de la prostitución. En este sentido, la historia de amor de la protagonista tampoco consigue generar un mínimo de coherencia dramática en el argumento, y solo logra confundir a los espectadores, que esperan el ansiado cambio de opinión en la escritora metida ocasionalmente a meretriz.
La reafirmación final de Emma, con sus palabras de empoderamiento, salvan en parte esos bajones en intensidad de una obra bastante reiterativa en su desarrollo, y en el catálogo de servicios que prestan las prostitutas.
Jesús Martín
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