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Crítica Traición película dirigida por Jean–Paul Civeyrac con Sophie Marceau, Johan Heldenbergh, Cristina Flutur, Michaël Erpeling
Fallido thriller de Jean-Paul Civeyrac, en el que sobresale la convincente interpretación de Sophie Marceau.
Afirmar que Sophie Marceau es una de las actrices francesas más eficaces de su generación puede resultar una obviedad; sin embargo, ante películas como Traición, es bueno recordarlo. La antigua chica Bond, en El mundo nunca es suficiente, no ha perdido ni un ápice de su talento dramático, siempre apoyada en su capacidad para desplegar una gestualidad contenida y milimétrica, ajena a los histrionismos vacuos. Estas armas están presentes en la caracterización que Marceau realiza sobre un papel tan hermético y confuso como el de Juliane Verbeeck (el rol que encarna en Traición).
El argumento del film arranca con Juliane Verbeeck (Sophie Marceau): una inspectora de la policía francesa, la cual se encuentra traumatizada por la muerte accidental de su hermana. La mujer, escritora como segunda ocupación, quiere elaborar un libro sobre su pariente fallecida; pero muchos detalles sin cubrir aún le impiden avanzar en su proyecto. Felizmente casada con un hombre que parece estar enamorado de ella, Juliane siente que su mundo se tambalea, cuando descubre que su marido le es infiel con una joven compañera de trabajo.
Sin capacidad para asumir una revelación semejante, la protagonista se sume en un abismo de pesadillas y desafectos. Tales actitudes la alejan del caso de un policía corrupto asesinado, que es el asunto que tiene pendiente como inspectora. Un día, mientras viaja a Normandía, Juliane se topa con una mujer y su hija, quienes le piden ayuda para escapar de un presunto maltratador. La protagonista acepta llevarlas a un hotel apartado, pero el hombre las sigue. En un enfrentamiento violento, la policía mata al agresor. Desde entonces, la vida de JV se torna en una continua huida, con la meta de vengarse de su esposo y la amante de este.
Jean-Paul Civeryrac aplica con poco tino el recurso del macguffin, al introducir varias tramas colaterales con apariencia de trascendentales en la misma película, con el fin de marcar los giros de la historia. Solo así se explica la inclusión del tema del maltratador y delincuente al que asesina Juliane, y que no aporta gran cosa al argumento principal. En la misma media, el asunto del policía corrupto asesinado tampoco es especialmente significativo. En realidad, tampoco es son macguffin a lo Alfred Hichcock, ya que únicamente sirven para aportar recursos rocambolescos a una película de por sí bastante previsible. Talk vez, tales artificios creativos solo sirvan para aclarar aspectos ocultos en la personalidad de Juliane, pero tampoco se muestran muy efectivos en ese sentido, ya que el papel de Sophie Marceau continúa en un estado de hermetismo y confusión bastante exasperante.
Fría en su ambientación y con una galería de personajes desdibujados a conciencia, el rol de Sophie Marceau es el que parece gozar de una identidad que no exhibe el resto del elenco. Un rasgo que permite a la actriz de Braveheart desplegar sus innegables aptitudes dramáticas, pese a que la inspectora y escritora que interpreta no permite muchos virtuosismos escénicos.
Lo que no se le puede negar a Jean-Paul Civeyrac es su empeño en mantener un tono voluntariamente esquivo ante lo que sucede en la pantalla, siempre controlado por el hieratismo gestual de Marceau. Una regla que únicamente rompe en la alocada persecución de la esposa engañada contra su pareja traicionera, acompañada por un arco y unas flechas. Eso es lo más humorístico que sucede en la película.
Jesús Martín
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