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martes, febrero 14, 2023
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Sin novedad en el frente (2022) ★★★★★

Sin novedad en el frente es una de las mejores películas del año. Ejemplo del cine que no podemos perdernos.

Esta nueva versión de Sin novedad en el frente no debería pasar desapercibida en el revuelto de nada audiovisual que en el que dormitamos. Cuando la cartelera se llena de propuestas adocenadas, de más de lo mismo, de superhéroes escapistas hijos de la simplificación y pancartas falsamente comprometidas con diversas causas que no son otra cosa que cortinas de humo para disimular la incapacidad de solucionar los problemas reales disfrazándola de compromiso oportunista, con la crispación creciente y frustrada en la que vivimos paseándose cada vez más frecuentemente por nuestras calles y mientras el mundo se asoma y mira otra vez el abismo de una segunda guerra fría que la mayoría no queremos luchar pero igualmente sigue ahí como latente amenaza a modo de espada de Damocles sobre nuestras cabezas.

Esta película no solo es muy buena, sino también  necesaria y pertinente. Debería convertirse en un grito de rebelión contra la basura de mundo que nos están cocinando lo mismos monstruos que prepararon la Primera y la Segunda Guerra mundial, y en general cualquier guerra grande o pequeña que se libre en cualquier parte para beneficio de unos pocos y dolor y desgracia generalizada para todos los demás.

Han cambiado sus máscaras, pero todos, sabemos que son los mismos de siempre, y entre esos monstruos no es el menos peligroso aquel que nos convierte en títeres haciéndonos mirar hacia otro lado.

Erich Maria Remarque escribió la novela antibelicista definitiva, Sin novedad en el frente, publicada en enero de 1929. Luego fue traducida al cine por Lewis Milestone en 1930 sacando el máximo partido al lenguaje cinematográfico de la época y constituyéndose en la primera obra maestra del recién estrenado cine sonoro y una lección de los mejores recursos del cine clásico, extendiendo su influencia hasta otras dos obras maestras dirigidas por Stanley Kubrick: Senderos de gloria (1957) y La chaqueta metálica (1987).

Ahora Edward Berger nos propone en su propia adaptación de la novela de Remarque con un vigor, una energía, un talento visual y un valor para no hacer ningún de tipo de concesiones a la galería de adictos al melodrama simplista, ni a las modas de pancarta del cine escapista de nuestros días, suprimiendo todo lo que distrae del tema central y único que debe dominar en Sin novedad en el frente: el horror de la guerra y única y exclusivamente el horror de la guerra, sin mensajes, sin melodrama, sin discursos humanistas: simplemente el horror, el mismo ¡Horror! al que aludía el coronel Kurtz en Apocalypse Now (1979) de Francis Ford Coppola, que como cualquiera de los citados anteriormente es otro título esencial de la reflexión cinematográfica sobre el fenómeno bélico.

No es casualidad que todas estas películas reflexionen sobre el verdadero efecto de la guerra sobre los seres humanos. Lejos de convertirnos en héroes y heroínas populista de los discursos del cine utilizado como propaganda y herramienta de reclutamiento, todas ellas nos muestran, según sus propios recursos de lenguaje perfectamente diferenciados desde la autoría de sus directores y resto de equipo creativo, la realidad del efecto que la guerra tiene siempre sobre los seres humanos: nos convierte en una fusión temible de víctimas y monstruos.

Así de simple. No hay más. Sin épica, aunque la épica pueda anidar como astuto anzuelo de reclutamiento en algunas buenas propuestas del bélico en cine y literatura vendido como relato de aventuras, como por ejemplo muestra el reciclaje y saqueo de la novela Sin novedad en el frente perpetrado por Sven Hassel en su ciclo de novelas bélicas sobre la Segunda Guerra Mundial.

Crítica Sin novedad en el frente
Sin novedad en el frente

En la novela Sin novedad en el frente y la versión de la misma que dirige Berger, que no son literatura o cine bélico sino antibelicista, y al mismo tiempo tienen la inteligencia de no pretenderse pacifistas, porque no pueden serlo si quieren describir los horrores de la guerra y precisamente denunciar la inevitable presencia de la violencia y la guerra en la naturaleza humana, encontramos solo ese ¡Horror! de Kurtz, hijo del ¡Horror! de la novela de Erich Maria Remarque, que impresionó a un maestro del horror en la literatura como fue H.P. Lovecraft, obsesionado con el dualismo del humano víctima y el humano monstruo (ese mismo dualismo al que dedica Kubrick La chaqueta metálica), que no por casualidad tenía entre sus películas favoritas precisamente la versión de Sin novedad en el frente dirigida por Lewis Milestone en 1930.  

Para articular ese relato del horror en el que nos movemos durante 2 horas y 28 minutos como en una pesadilla de pinceladas lovecraftianas, Berger nos introduce en su horror desde un pausado y bello prólogo centrado en una naturaleza que celebra la vida en el animal amamantando a sus crías y por tanto parece contemplar desde la majestuosa superioridad de los bosques subrayada por un plano cenital sobre los cadáveres, la ceremonia de muerte que ha desatado los hombres en el campo de batalla.

Berger elimina todo preámbulo que pueda retrasar la llegada al frente de su protagonista principal, el soldado Paul Bäumer (Felix Kammerer), saltándose los primeros pasos de la fórmula tradicional del cine bélico. No hay aquí más reclutamiento que el discurso del profesor vendehúmos que arenga a sus alumnos a alistarse, y toda la instrucción queda reducida a ese terrible apunte sobre la procedencia de los uniformes que le dan a los nuevos soldados, respaldando la idea de la naturaleza de carne de cañón convertida en arma deshumanizada que Kubrick nos trasladó en una de las imágenes más inquietantes de La chaqueta metálica convirtiendo a sus reclutas en balas humanas encamadas con su fusil en un peine gigante munición. No hay tampoco sargento duro y abusón, porque el abuso máximo está ya en la propia, aunque sí se conserven los mensajes que equiparan fusiles y mujeres en el diálogo del teniente en el camión que conduce a los soldados bisoños al frente.

Tal como afirma el cabo Katz (Albrecht Schuch): “Y Dios mirando cómo nos matamos… Y yo solo soy dos botas con un fusil”. Los planos cenitales serán la clave de esa mirada sobre los hombres que matan y mueren, y está presente incluso en la secuencia paradigmática de las versiones cinematográficas de la novela de Erich Maria Remarque dirigidas por Milestone y Berger: el enfrentamiento de Paul con el soldado francés en el cráter de una bomba que se convierte en paréntesis que resume todo el viaje del personaje de Paul de víctima a verdugo hasta convertirse en ese hombre-monstruo que fabrica la guerra. Como también dice Katz, si no mueren en el frente, algún día tendrán que vivir con todo eso a sus espaldas, y los otros siempre les preguntarán precisamente por los combates cuerpo a cuerpo.

Todo es frente. Todo es guerra. Todo es hombres que matan a otros hombres y mueren en un paréntesis sangriento que al cerrarse vuelve a dejar esos planos de la naturaleza siguiendo su curso más allá de los caprichos de matanza y destrucción mutua garantizada de los seres humanos.

La versión de Berger se la más brutal y terrorífica de la novela de Erich Maria Remarque porque no hace ninguna concesión. Ninguna. Ni siquiera cae en la trampa de jugar la carta del melodrama, utilizando cuidadosamente su música en una evolución paralela a las fases del relato que marca con pocos compases el tono anímico que se respira en las imágenes. Incluso acierta en el manejo de las negociaciones de paz protagonizadas por Erzberger (Daniel Brühl) y los momentos de megalomanía del general que desembocarán en la batalla final como contrapunto a las secuencias del frente que refuerza el peso de su denuncia.

                                                              Miguel Juan Payán

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Miguel Juan Payán
Profesor de Historia del cine, Géneros cinematográficos y Literatura dramática

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