Curiosa propuesta la de la última película de Jim Sheridan, un director que se está convirtiendo en todoterreno dentro del cine americano y que ha dejado atrás sus tiempos como director de cine social con mucho peso en la industria. Ahora lo vemos dirigiendo películas como Detrás de las Paredes o la película del rapero 50 Cent, quizá para poder costear el rodaje de películas más personales. El caso es que la elegancia de Sheridan y su cuidado por el detalle están presentes en toda la película, un producto entretenido y curioso que no llega a ser perfecto, pero que tampoco lo pretende.
La idea de la película gira en torno a la vida de un hombre que deja su trabajo en la gran ciudad para mudarse a los suburbios con su familia y perseguir su carrera como escritor desde la casa de sus sueños. Aunque pronto comienza una pesadilla en la que alguien acosa la casa asustando a su mujer y sus hijas. Sobrenatural o real, quizá nada es lo que parece y todo sea producto de una mente perturbada incapaz de lidiar con los pecados del pasado.
El mayor problema de Detrás de las Paredes es que quiere ser muchas películas en apenas 90 minutos de metraje y eso termina por dejar demasiados cabos sueltos y muchas historias inconclusas para que la historia termine de cuajar. Vamos, que a partir de cierto momento todo está cogido demasiado por los pelos en un deseo casi desesperado por sorprender al espectador. Primero con el asunto de las casas encantadas, más adelante con el acosador que vigila y acecha a la familia, para luego dar un giro (cuando uno espera que Daniel Craig empiece a repartir cera y espante al acosador a base de jarabe de palo) y volcarse en una película donde la locura, lo real y lo imaginario, tienen más peso del que uno suponía al inicio. Sin dejar nunca de lado el campo del suspense.
En ese campo Sheridan se mueve con mucha soltura resaltando los aspectos más convincentes de la historia, proponiendo curiosas muestras visuales que nos interesen un mínimo y mostrando una película de suspense que se degusta con ritmo y que resulta siempre entretenida, pese a las aguas que hace el guión. Para ello cuenta con un sólido reparto que se sustenta en tres pilares como son Daniel Craig, Rachel Weisz y Naomi Watts, perfectos protagonistas que dan vida a unos personajes del montón (y encima con Elias Koteas como sombría presencia). Sólo por ver a los tres en acción merece la pena la película.
Luego hacia el final se les va un poco la mano con la pirotecnia y las debilidades del producto se hacen más evidentes, culpa ante todo de ese imposible guión, pero eso no quita que al salir de la sala hayamos pasado un muy buen rato en compañía de un gran director y de unos excelentes actores. Y hoy en día eso bien merece el precio de una entrada.
Jesús Usero
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