Crítica de El juego de las llaves
Simpática comedia española que no llega al fondo de la cuestión que plantea.
Quizá es pedir demasiado a una película que, desde el inicio, solo desea entretener, hacer pasar al espectador un buen rato, sacarle varias sonrisas y alguna carcajada, y que, cuando salga de la sala de cine, sienta que no ha perdido el tiempo y que todo ha merecido la pena. Esa es la sensación, sí, pero también es cierto que plantea algunas ideas interesantes sobre las dinámicas de pareja, sobre ciertos conceptos o ideas en torno a ellas, que en realidad no son explorados en profundidad. Seguramente sería otra película, pero quizá fuese una más ácida. Es una película que cumple, pero que tenía mimbres para hacer algo más. O mucho más.
Tres parejas, todos amigos desde el instituto, todos con personalidades muy marcadas y distintas. De repente reaparece en la vida del grupo un antiguo compañero, actor, que regresa a vivir a España con su joven novia. El reencuentro lleva a las ahora cuatro parejas a plantearse si jugar al juego de las llaves. Es decir, intercambiar parejas para dar vida a las relaciones, dañadas todas de una u otra forma por el tiempo, la rutina o las personalidades de cada uno. Quizá eso sea el fin de todos ellos, o el principio. Quién sabe. Si está claro que el guión de marta Buchaca busca dejar a todos los personajes compensados, pese a que el tiempo en pantalla y el protagonismo tan coral, nos dejen a veces una suerte de arquetipos a los que los actores insuflan finalmente de vida.
En ese sentido, la clara vencedora de la situación es Miren Ibarguren, que, como siempre está brillante y se come la pantalla. Y quiero dejar claro que el resto del reparto está más que magnífico también, y destacan todos, de verdad. Pero lo de esta mujer es de otro planeta. Su capacidad de conquistar la pantalla, su forma de plantear el humor… Repito, todo el reparto es un motivo para ver la película, sin lugar a dudas. Ellos aportan la salsa que a veces le falta a la historia por esos arquetipos tan marcados. Y la química que muestran es magnífica. Además ojo a Cintia García y cómo va creciendo esa chica, que es maravilloso verlo en pantalla.
Por lo demás está contada con sencillez, dinamismo y bastante humor, con los personajes adentrándose en un universo en el que están más perdidos que el barco del arroz, y con muchos juegos de equívocos y situaciones divertidas. Es cierto que lo que plantea en torno a las parejas no está del todo explorado, a veces porque busca el humor más disparatado (la niñera) otras porque no hay tiempo (la relación entre dos personajes que cambia radicalmente). Y también es verdad que el final en la mansión no aporta precisamente cordura al resultado final y es quizá, demasiado disparatado. Es entretenida, divertida y con un muy buen reparto, pero el resultado queda algo desdibujado, con un final estridente y dejando demasiadas cosas en el tintero.
Jesús Usero
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