Entrevista José Ortuño que nos habla de Normas para una página de sucesos
Puede que asociemos inicialmente el nombre de José Ortuño al mundo de los documentales, gracias a su trabajo en Eterno Quini, Fernando Torres: El último símbolo o la miniserie 548 días, pero no es la primera vez que se enfrenta a un proyecto de ficción, ni mucho menos. Es por ejemplo, el creador de la serie Operación Barrio Inglés, y escribió y dirigió Ánimas junto a Laura Alvea. Ahora es el turno de Normas para una página de sucesos, el primer proyecto original de la recién lanzada plataforma Divergente. Una película más que interesante de la que el realizador nos habló en profundidad.
Es una historia tan condesada, tan breve y que te lanza desde el inicio en mitad de todo, que es difícil hablar de ella sin revelar demasiado, pero, ¿qué es lo que te atrajo inicialmente del proyecto y de esta forma tan peculiar de contar la historia?
A mí me mandan en junio Lydia Palencia, la productora ejecutiva, y Roberta Martino, la jefa de producción, el guión de Nuria (V. Martín), y yo, nada más que lo leí, me pareció fascinante. De hecho, yo estaba trabajando en otro proyecto y lo abandoné para meterme de cabeza en esta película, porque me pareció muy valiente. No es habitual que un proyecto de encargo tenga esta valentía y, sobre todo, que tenga un personaje protagonista tan complejo y tan difícil como es el personaje de Leo Leiva. Suelen ser historias más amables, que intentan satisfacer a todo el mundo y agradar, con maravillosos finales felices… Y, en este caso, era una historia bastante oscura, compleja. Un thriller donde se mete en territorios muy complejos, me pareció fascinante, así que inmediatamente dije que sí, cogí un avión y me fui a Canarias.
Hablas de finales felices, y, sin revelar demasiado, la película tiene un final feliz. A lo mejor no el que quiere el espectador, pero es un final feliz…
Bueno, en la película… digamos que hay personajes que logran sus objetivos y otros que no los consiguen. Por tanto puede que, para unos, sea un final feliz, y para otros no tanto…
Imagino que ambientar la historia en Canarias es imprescindible para que tenga sentido. Ambientarlo en una gran capital donde estos sucesos son el pan nuestro de cada día… sería mucho más complicado encontrar la motivación del personaje…
Sí, una gran capital seguramente hubiera necesitado otro tipo de tratamiento. Pero al ambientarse en un lugar como Gran Canaria, eso facilitaba que la historia se pudiese contar de esta manera, donde el protagonista, al final, es un periodista de un medio local, que se sabe que en este tipo de ciudades no tan grandes, los medios locales tienen un gran peso. No suele haber tantos, además, con lo cual, efectivamente, el tipo de historia que es, es así en gran medida porque la historia sucede en la isla de Gran Canaria, sí.
¿Cómo de difícil fue encontrar al protagonista, a Leo Leiva? Al actor y al personaje también, porque hay que encontrar el tono adecuado…
Sí, sí. Totalmente. De hecho yo, cuando me leí el guión, no visualizaba a ningún actor. Cuando tú escribes un guión de cero, sí lo haces muchas veces con una idea de quién puede ser en tu cabeza, aunque luego nunca pueden porque siempre están liados (risas). Pero, en este caso, yo me lo leo y no visualizo a ningún actor. Y después, cuando empezamos a trabajar con la productora y la directora de casting, sí empezamos a preguntarnos quién puede ser Leo Leiva. Es tan complejo que es muy difícil encontrar a la persona adecuada. En el momento en el que surge el nombre de Raúl Prieto, todos decimos que es el actor perfecto. Raúl nació para ser Leo Leiva. Yo era escéptico por el poco tiempo que teníamos. Estábamos en verano y empezábamos a rodar en septiembre. Y Raúl es uno de los actores más demandados. Cuando no está haciendo televisión, está haciendo teatro, está haciendo cine, está haciendo cortos… Pero soñar es gratis, así que le mandamos el guión a Raúl Prieto y a ver qué decía. Tuve una conversación telefónica con él y me dijo que se embarcaba en la aventura. Así que dijimos “Genial, lo hemos conseguido. Tenemos a Leo Leiva”.
También muy demandados están el resto de actores protagonistas. ¿Fue complicado encontrarles y convencerles? Porque una de las claves son las relaciones que se forman entre esos personajes y el protagonista. Son imprescindibles.
Con Esther Acebo me pasó un poco lo mismo. Es una persona con la que llevaba mucho tiempo queriendo trabajar porque la admiro muchísimo, y además me parece que es una actriz con un sentido del humor que me encanta y con el que empatizo muchísimo, pero luego además es una actriz con muchísima verdad. Pero pensé, de nuevo, que no iba a poder hacerlo. Tuve también una conversación telefónica con ella, en la que me apunté un montón de argumentos para intentar convencerla, pero, afortunadamente, no hicieron falta, porque se leyó el guión, le gustó mucho, y sabiendo que tenía a Raúl de compañero, también me dijo que se embarcaba.
A Miguel no le conocía, fue una propuesta de la directora de casting. Hizo una prueba y, cuando la vi, me quedé maravillado. Hizo una prueba maravillosa y ahí está en la película. También es un actor con mucha sensibilidad y que aporta mucha verdad a la historia. Creo que, efectivamente, es un triángulo amoroso, por decirlo de alguna manera, distinto, extraño y sorprendente.
¿Cómo se condensa una historia así en 59 minutos? Estamos acostumbrados a que una historia así se cuente en mínimo una hora y media, o incluso dos horas. Aquí se hace sin que falte nada. No quiero ni imaginarme lo complejo que ha tenido que ser el montaje y el rodaje de la película…
Ha sido difícil. Debo reconocer que sí, que ha sido complejo el atenernos a esa hora de duración. Y no porque una hora y media o dos horas sean el tiempo estándar, sino que esta propia historia, desde el primer montaje, supuso un reto. Nosotros escribimos una historia, un guión, que estaba pensado para durar una hora. Pero, al final, el primer montaje se nos quedó en una hora y siete minutos. ¿Cómo de difícil fue quitar esos siete minutos? Fue realmente complejo, porque teníamos que ceñirnos a la regla de que no puede durar más de una hora, y lo teníamos claro desde el principio. Y eliminar esos siete minutos fue muy complejo, pero después también muy satisfactorio, porque a veces hay historias que decaen un poco en el ritmo, que muchas veces se van a contar cosas que, en el fondo, se podrían eliminar fácilmente y no pasaría nada. Y, en este caso, al final, concentrarte y focalizarte plenamente en la historia y, sobre todo, en Leo Leiva, era primordial. Ese fue el primer objetivo. Todo tiene que estar contado a través de los ojos de Leo Leiva. De hecho, de todas las escenas de la película, Leo está en todas. Menos en el epílogo. Si hacíamos eso, si llevábamos al espectador de la mano de Leo toda la película y no lo soltábamos para irnos a contar otras cosas, entonces sí era posible contar esta historia en una hora.
Jesús Usero
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