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jueves, abril 25, 2024
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Expediente Warren: The Conjuring ***


Expediente Warren, eficaz relato de terror con tintes setenteros bien dirigido pero previsible y algo tópico en su parte final.

Confieso que me está dejando algo a cuadros tanto elogio desatado a esta película como si de repente su director hubiera redescubierto el cine de terror. Le reconozco a James Wan una notable habilidad como director del género. Sabe cómo y dónde poner la cámara, como moverla cuando toca, cómo sacarle buen partido a un encuadre, y además tiene una encomiable capacidad para tomarse en serio un género que está siendo sistemáticamente expoliado por directores notablemente más torpones y menos duchos en la materia que él. Nada que discutirle por ese lado a la película. De hecho, es precisamente todo ello lo que hace que sea una especie de festival de tópicos del cine de terror que el público entregado al género puede celebrar de forma entusiasta como tal, reconociendo en sus muchos lugares comunes guiños a películas, situaciones y personajes que hemos visto una y cien veces. Bajo esa naturaleza de celebración en plan festival del cine de terror, tengo poco que reprocharle a este producto de evasión y entretenimiento. Pero por otra parte, para ser sincero, no puedo entregarme a la feliz celebración del evento porque me parece que James Wan no me está contando nada nuevo ni original con Expediente Warren, ni siquiera algo diferente que plantee algún progreso en su filmografía. Director hábil, pone nuevamente de manifiesto su pericia como narrador visual a una historia que es algo así como la versión 2.0 de su anterior paseo por el terror, Insidous, que me pareció más floja que ésta. Pero las claves son las mismas, tanto visuales como argumentales o de referencias, con lo cual se produce cierta sensación de reiteración y falta de novedad que lastra el conjunto.

Y lo más curioso es que para jugar con mayor originalidad, lo tenía muy fácil. Hay un elemento realmente atractivo como recurso argumental que está incluido en la propia Expediente Warren y al menos en su principio parece ir a convertirse en el verdadero epicentro del relato. Me refiero a esa especie de gabinete de curiosidades habitado por una serie de objetos siniestros que la pareja protagonista de investigadores de lo oculto ha ido almacenando de sus casos anteriores. Que haya más poder de evocación de lo inquietante en la muñeca con la que arranca la película en su prólogo que en toda la peripecia de la casa, creo que es buena prueba de esto que comento. Lo interesante está en ese sótano y en esos objetos, una auténtica bomba de tiempo que curiosamente, aún con los conocimientos que atesoran sobre el asunto, los protagonistas han decidido guardar justo debajo del trasero de su familia, de su propia hija. Aguerridos ellos.

Pero en lugar de ello, el argumento, respaldándose en lo que se afirma es un caso real, decide ir a beber a las mismas situaciones, personajes y lugares explotados en muchas ocasiones anteriores por el cine de terror, lo que convierte todo el asunto en algo mucho más previsible. Poco puede hacer el talento de narrador visual de James Wan para sobreponerse al hecho de que está abordando material muy trillado. Quizá a muchos críticos jóvenes, víctimas de ese terror cada vez más anodino y repetitivo de las matanzas de jovenzuelos derivado de las Pesadilla en Elm Street, o presas del remake y la secuelitis o serialización, o de la estrategia de explotación del fandom del género en productos como Paranormal Activity, les parezca que Expediente Warren es notablemente original, pero no es el caso. Recomiendo darle un repaso a los grandes éxitos del cine de terror de los años setenta (y de paso dejar de pensar que el cine nació en los 80 con E.T. y Los Goonies). Precisamente una de las características que explota con habilidad James Wan, que sí parece haberse visto mucho cine anterior a su fecha de nacimiento (1977), es cierto tono setentero siniestro y grotesco del que están privadas muchas producciones de terror posterior a dicha década. Aquellos eran otros tiempos, y el cine de terror de los setenta, en mi opinión, no ha sido superado. La última obra maestra del género, El resplandor, de Stanley Kubrick, se rodó entre 1978 y 1979 y se estrenó en mayo de 1980, un año que todavía pertenece a la década de los 70, porque no hubo año 0 y la cuenta siempre debe empezar con el 1, así que la década de los 70 acaba en 1980 y la de los 80 empieza en 1981. Wan bucea en las referencias que sembraron el escalofrío en los espectadores de la década de los setenta y de paso llevaron el género de terror a convertirse en materia prima de explotación de los grandes estudios. Por eso es imposible pensar en la primera y mejor mitad de Expediente Warren sin que automáticamente surja en la memoria del espectador bien documentado de cualquier edad pero con curiosidad por ver cine de todo tipo y de todas las décadas, imágenes de las dos películas que más marcan su trabajo en este largometraje: El exorcista (William Friedkin, 1973) y Terror en Amityville (Stuart Rosenberg, 1979), que también acudió a la cartelera respaldada por el reclamo del “basado en hechos reales”. Quienes hayan visto éstas y otras producciones de la misma condición saben que Wan no ha descubierto nada que no hayamos visto antes cien veces en una pantalla grande, aunque el tratamiento visual de su argumento sea notable. Es más, creo que de haberse mantenido en esa misma línea setentera, podría haber sacado algo más curioso que cuando se entrega, en la segunda mitad de su relato, a un despliegue más cercano a Poltergeist (Tobe Hooper, 1982), carrera arriba, carrera abajo, que se entrega al terror mas epidérmico, superficial, un tanto histriónico, eso sí, manteniéndose en un tono más oscuro que el spielbergiano despliegue de luminotecnia habitual del cine ochentero del que fuera notable cultivador de lo inquietante en clave setentera en Tiburón.

Resumiendo: en Expediente Warren me interesa más ese fleco del argumento no desarrollado que gira en torno a la muñeca siniestra y el sótano repleto de objetos con con poderes sobrenaturales, y creo que el protagonismo compartido entre la moñona familia de foto playera que habita la casa y la pareja de investigadores de lo paranormal y su grupo es un lastre. Habría sido mucho más interesante contar la peripecia desde el punto de vista del matrimonio de investigadores.

Dicho esto: terror competente, sí, pero sin grandes novedades, y con un solo susto que es un eco de la niña de El Exorcista. Toda la parte final, pura acción, carrera y persecución, desprovisto de lo realmente inquietante que habita en la primera parte.

Miguel Juan Payán

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