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sábado, julio 27, 2024
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First Man (El primer hombre) ★★★★★

First Man (El primer hombre) ★★★★★

Crítica de la película First Man (El primer hombre)

Una de las mejores películas del año tanto en lo visual como en la interpretación.

Damien Chazelle confirma las buenas vibraciones y críticas que ha venido suscitando su nuevo largometraje y demuestra, una vez más, que su mirada hacia los géneros y temas aparentemente más clásicos y manidos es única, original, muy madura, completa e inevitablemente interesante. Capaz de atraparnos desde el primer fotograma, First Man confirma que el cine, el gran cine, el cine capaz de proporcionarle una experiencia al espectador que éste no olvide rápidamente al salir de la sala, sigue siendo posible, y que incluso en el código y necesidades de eso que podríamos llamar el cine “comercial”, encontramos oportunidades para disfrutar de unos niveles de calidad y personalidad, de miradas únicas de directores, que están más allá del adocenamiento, la reiteración, las franquicias previsibles y las temerosa recuperación de asuntos ya abordados. Nada de eso lo encontrará el espectador en esta película cuyos puntos de interés paso a enumerar de inmediato para aprovechar el corto espacio que tengo en este artículo para hablar de un largometraje que merece mucha más labor de reflexión y análisis del que aquí corresponde.

En primer lugar, Chazelle impone en todo momento una premisa a esta película uno de cuyos temas centrales, sino el gran tema de su propuesta argumental, es la pérdida y cómo superar el encuentro con la muerte en nuestra especie. Entre los humanos. El gran acierto de este largometraje es tener siempre los pies en el suelo aunque nos esté contando la etapa pionera de las gestas de la carrera espacial. Lejos de abrazarse a la épica, Chazelle elige pues el intimismo y un lenguaje visual que hace hincapié en la narración en primera persona. Trabaja sobre los primeros planos, territorio por tanto de actores que se postulan sin perder metraje como posibles nominados a premiso del año, y me refiero aquí a los dos protagonistas, Ryan Goslin y Claire Foy, marido y mujer en la ficción. A través de ellos Chazelle nos lleva a vivir la carrera espacial, esa carrera hasta poner el pie en la luna, como una historia intimista, en clave de drama pero sin cargar las tintas ni ponerse en ningún momento melodramático. Hay música, cierto, y saldremos de la sala, como en todas las películas del director, acompañado por el tema musical que define y parece explicar el asunto central de la película, después de haber visto imágenes de naves flotando en el espacio a modo de ballet que inevitablemente recuerdan y parecen inspiradas por ese otro ballet espacial que Stanley Kubrick quiso mostrar en 2001: una odisea del espacio. Pero aquí sería interesante hacer una comparativa entre el planteamiento visual de esos ballet en ambos filmes, porque son diferentes y definen ese tono intimista, siempre pegado a la tierra, siempre contado en primera persona, que Chazelle le impone a su película frente a otras alternativas.

Ese intimismo, esos primeros planos y planos de detalles, esas manos que acarician lo perdido una y otra vez mostrándonos el irreparable vacío dejado por la pérdida, son la magia de esta película, en la que además encontramos una de las más bellas materializaciones visuales de un momento clave del tradicional viaje del héroe, la caída en la caverna más oscura, en el accidente con el prototipo de vehículo lunar, donde se impone, como durante todo el resto de la película, el plano subjetivo que nos mete de cabeza, siempre en primera persona, en la experiencia espacial del protagonista.

Miguel Juan Payán

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Miguel Juan Payán
Profesor de Historia del cine, Géneros cinematográficos y Literatura dramática

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