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lunes, mayo 6, 2024
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In Time ★★★

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Crítica de la película In Time

Ciencia ficción interesante, reflexiona sobre el presente pintando un futuro con el tiempo como única moneda de curso legal. Visualmente elegante y estilizada, In Time tiene momentos que la acercan a Hijos de los hombres junto a otros que la ponen más próxima a Gattaca (debut en la realización del director de ésta), o Equlibrium, y juega más o menos en  la misma liga de otro título de culto del género de ciencia ficción, Días extraños, de Kathryn Bigelow.  Junto a todos estos referentes o pistas para que sepamos por dónde se mueve el tema, tiene un estilo visual que inevitablemente parece influenciado por los planteamientos de la nouvelle vague francesa, con los fantasmas de Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg en Al final de la escapada de Jean-Luc Godard planeando sobre esa fuga de los dos protagonistas, que bien podrían ser los bisnietos de aquella otra pareja de fugados.

Más interesante que la otra propuesta de ciencia ficción de la cartelera de esta semana, especialmente para los cinéfilos (me refiero a Acero azul, de la que también he hablado en esta misma página), In Time plantea un argumento que aún moviéndose entre los referentes citados, rápidamente encuentra su propia personalidad en una trama donde el tiempo se convierte en el pretexto para abrir las puertas a una reflexión sobre nuestro presente y las maniobras especulativas que están poniendo el mundo al borde del colapso económico.  Entramos así en una fábula que en realidad está vinculada tanto estética como narrativamente a la tradición de las distopías en la ciencia ficción, una clave más propia de 1984 de George Orwell, como dejan claro las escenas iniciales con el protagonista trabajando como un eslabón más de la cadena en la fábrica. A partir de ahí, la película se conduce con rasgos de personalidad que quedan expresados visualmente en algunos momentos claves de su trama, como la carrera contra el tiempo, nunca mejor dicho, de la madre y el hijo, el momento de suicidio o la elipsis con la que se resuelve la participación en la trama del amigo del protagonista, encarnado por Johnny Galecki (Leonard en la serie The Big Bang). Cada uno de esos momentos componen, junto con el personaje de cronopolicía interpretado por Cillian Murphy, lo mejor de la película. Junto a todo ello creo que acierta a lidiar con su principal hándicap: un argumento que es perfecto para el relato corto o el cortometraje, e incluso para un capítulo de serie de televisión, pero una vez desvelado lo básico de su propuesta –el ser humano ha alcanzado la posibilidad de la inmortalidad no envejeciendo más allá de los 25 años, algo parecido a lo que les ocurría a los personajes de La fuga de Logan, pero para ello la sociedad ha de pagar el precio de dividirse en ricos y pobres partiendo del tiempo como única moneda de curso legal, de modo que se puede traficar, robar y especular con segundos, minutos, horas, días y años-, corre el riesgo de haber consumido lo mejor y entrar en lo previsible o anodino. El punto de inflexión, esto es, el de mayor riesgo de que la película pierda fuelle al progresar más allá de su interesante planteamiento de partida, lo encontramos en el momento en que el protagonista decide ir a New Granach, el país de los ricos. No es algo nuevo en el mundo de las distopías de ciencia ficción: inevitablemente el arco de desarrollo del personaje principal está ligado a un viaje, lo que convierte esa progresión dramática en un reto, porque lo que encuentre ha de ser tan interesante como lo que deja atrás. En este caso es en ese viaje y su llegada a destino donde la película flojea un poco, habida cuenta de que además fruto del mismo será la historia de amor que marca el ritmo de la segunda parte de la fábula. El director, que como ya he dicho debutó en la realización con Gattaca y también dirigió otra fábula de ciencia ficción, Simone, además de El señor de la guerra, y en su faceta como escritor y productor estuvo igualmente implicado en El show de Tuman, sortea ese escollo tirando de las mismas armas que en esos trabajos anteriores, esto es, mediante un ejercicio de estilización de la imagen que con notable elegancia visual nos vende nuevamente la trama de la persecución y la fuga encadenando una serie de planos, escenas y secuencias que huelen al ya mencionado guiño u homenaje a la Nouvelle Vague francesa. Quizá desde el punto de vista de construcción narrativa de la historia habría sido más interesante que esa estilización hubiera venido acompañada por una mejor utilización del personaje de cronopolicía, que en mi opinión no está tan explotado como debiera y era un elemento propicio a un mayor despliegue y protagonismo en la segunda parte de la película. Le ocurre a este personaje lo mismo que al criminal ladrón de tiempo interpretado por Alex Pettyfer, por cirto en el mejor trabajo que le hemos visto hasta el momento. Ambos son herramientas un tanto desaprovechadas en el relato, especialmente en el segundo y tercer acto del mismo, donde bien administrados estos personajes habrían podido proporcionar mayor entidad y un desarrollo más amplio a la poco más que esbozada carrera criminal estilo Bonnie y Clyde que inician los dos protagonistas. Tanto el personaje de Cillian Murphy como el de Alex Pettyfer son las claves de cine negro que podrían haberle proporcionado mayor contraste al ir y venir de los protagonistas, que tal como está se queda como digo marcado por un carácter algo esquemático, casi un boceto. A pesar de todo ello la solvencia de Justin Timberlake y Amanda Seyfried para sacar adelante a sus personajes, arropada por el resto de los elementos citados previamente, hacen de  In Time una propuesta de cine de ciencia ficción bastante interesante que además nos propone una puesta en escena elegante y resolutiva, bien aplicada a una fábula futurista que debería darnos mucho que pensar sobre qué tipo de sociedad estamos construyendo ahora mismo a la sombra de la crisis.

Miguel Juan Payán

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Miguel Juan Payán
Profesor de Historia del cine, Géneros cinematográficos y Literatura dramática

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