Crítica de Juego de asesinos
Crítica de la película Juego de asesinos
Este es el tipo de película que puede llevar a aficionarse al cine de acción a mucha gente. Es una propuesta que ya no se ve tanto como me gustaría en la cartelera. Una película para entretener. No sujeta a franquicias. De género. Incluso voluntariosamente entregada al género en su plenitud y sin complejos. Y sin pancartas reivindicativas. No persigue otra cosa que contar una historia sencilla y entretener. Pero, eso sí, con eficacia y calidad dentro de su ejercicio genérico, que además pone nuevamente de manifiesto los estrechos vínculos que han unido desde siempre en la cultura estadounidense el cine negro o de temática criminal con el western, no solo en cine sino también en literatura. Y ahí está Elmore Leonard, gran escritor cultivador de ambos géneros para demostrarlo. De hecho, hay algunos aspectos de Juego de asesinos, como todo lo referido a sus personajes y el laberinto de alianzas cambiantes en el que se encuentran atrapados, que encajan perfectamente con los trabajos literarios de Leonard tanto en el western como en la narrativa criminal.
El otro referente que podemos encontrar en la película hay que remontarlo igualmente a los mejores cultivadores de esa fusión criminal-western que he mencionado, haciendo de la película una variante, eco o remembranza de la película Asalto a la comisaría del distrito 13 (1976), dirigida por John Carpenter, que a su vez es una revisión/adaptación/homenaje confeso al clásico del western Río Bravo (1959), dirigido por Howard Hawks.
Sobre estas premisas construye, con una dirección muy sólida y con personalidad, Joe Carnahan, su Juego de asesinos. Y con ella ratifica e incluso reivindica su capacidad incuestionable para ser uno de los directores que mejor maneja el cine de acción en su fase de presentación de la intriga y desarrollo del conflicto, aunque al llegar a la resolución, nuevamente, se deje llevar al caos de la trepidación extrema como herramienta para terminar el relato, desaprovechando la posibilidad de seguir exprimiendo sus personajes hasta el último segundo de metraje para ayudarlos a completar su viaje.
Además en esa fase de resolución suele ser donde Carnahan aboga por una desinhibida fórmula de exhibicionismo casi orgásmico de la violencia, que no le reprocho e incluso puedo disfrutar con mi parte más reptiliana del cerebro, pero siempre me deja con la sensación de que la película, sus personajes y yo mismo como espectador merecíamos algo más. Debo ser sincero en esto, por mucho que me haya gustado y haya disfrutado la película y se la recomiende a todo aquel al que le guste el buen cine de acción. Pero al mismo tiempo debo ser coherente y por eso aviso que en su resolución, absolutamente explosiva, a la película le falta la ambición que le falta a todo el cine de Joe Carnahan de ser algo más. Por otra parte aprovecho para aclarar que pienso que la propia fórmula de género en la que se mueve todo el cine de Carnahan, que es una especie de evolución del cine de acción ochentero puro y duro pasada por un filtro light de presentación de personajes, intriga y conflicto tras la pista del cine de Quentin Tarantino, no requiere para completarse coherentemente y con corrección otra cosa que el estallido de acción que el director suele ofrecernos.
Resumiendo: me apunto de inmediato y sin pensarlo dos veces a cualquier película que dirija este señor porque pienso que nos devuelve el cine de acción realizado con entrega a los géneros, pericia, eficacia y coherencia, incluso en sus momentos incoherentes, que alguno hay suelto por ahí, como esos peines de munición que parecen eternos, no se agotan nunca y además se recargan solos para que les des la vuelta y los sigas utilizando. Claro que si eres Frank Grillo, cuyo personaje de Teddy Muretto es una especie de variante de Kleinfield, el abogado liante interpretado por Sean Penn en Atrapado por su pasado (Brian De Palma, 1993), pero muy, muy pasado de vueltas, puedes hacer eso y mucho más, sobre todo si tienes al lacedemonio rey Leónidas tras tu pista empeñado en hacerte un “¡Esto-es-Esparta!”
Miguel Juan Payán
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