Elena MartĂn nos propone un viaje a un cine convertido en experiencia vital.
El regreso del cine puro estĂĄ servido en la cartelera con una de las mejores pelĂculas que el aficionado al cine sin prejuicios y abierto a disfrutar con ojos curiosos las variadas posibilidades que nos ofrece el sĂ©ptimo arte deberĂa disfrutar tanto como ha disfrutado quien esto escribe.
JĂșlia ist es uno de los mejores retratos de personaje que nos ha dado el cine en los Ășltimos tiempos. La directora, que oficia tambiĂ©n como co-guionista y protagonista, nos propone un itinerario femenino que transforma su cine en una experiencia para el espectador. Nos mete de lleno en la vida de una joven catalana que viaja a BerlĂn para estudiar Arquitectura como alumna del programa europeo de educaciĂłn Erasmus. Pero mĂĄs allĂĄ de esa puntualizaciĂłn argumental, que puede servir como pretexto y punto de arranque de su pelĂcula, lo que nos ofrece Elena MartĂn en JĂșlia ist es una reflexiĂłn sobre la sensaciĂłn de desorientaciĂłn e incomunicaciĂłn que vivimos en nuestros dĂas. Es como una reescritura de aquellos periplos hijos del existencialismo que nos propusieran en su momento los cineastas de la Nouvelle Vague, pero trasladada a nuestros dĂas. Y lo mejor es que lejos de ser sĂłlo un retrato generacional que atañe a los jĂłvenes, la pelĂcula avanza hasta convertirse en una sĂłlida y madura fĂĄbula vĂĄlida para hacernos reflexionar a todos, sea cual sea nuestra edad, sobre lo desorientados que podemos llegar a estar en nuestra experiencia vital.
Si aplicĂĄramos las fĂłrmulas de los argumentos universales, podrĂamos decir que la pelĂcula es una historia de itinerario que sigue el esquema de la bĂșsqueda del tesoro ejemplificada en el viaje de juventud de JasĂłn a la bĂșsqueda del Vellocino de Oro que le ayudarĂĄ a ganar su lugar en la corte, esto es, su lugar en el mundo, pero cuando termina JĂșlia ist, se nos viene a la memoria mĂĄs la fĂłrmula argumental del retorno al hogar, con la mirada de la protagonista convertida en la mirada de una Ulises femenina que ha regresado a su Ătaca tras su particular odisea y no encaja ya en ese lugar porque arrastra tras de sĂ la experiencia del otro lugar del que viene. SaliĂł a buscarse a sĂ misma, y se encontrĂł con la perplejidad del desarraigo perpetuo.
La pelĂcula nos hace en todo momento partĂcipes de esa vida, de esa experiencia que tantos jĂłvenes españoles y de otros paĂses tienen en comĂșn y afrontan cada curso intentando encajar en laberintos lejanos y aparentemente ajenos. La Arquitectura le permite a la pelĂcula dar algunas pinceladas sobre las ciudades en las que vivimos como islas en un mundo donde las mayores facilidades para comunicarnos âlas charlas por skype con el novio son una buena muestra de ello- no se traducen necesariamente en mĂĄs y mejor comunicaciĂłn con nuestros semejantes.
Todo eso estĂĄ tratado con una naturalidad que desarma pero que estĂĄ lejos de ser pura improvisaciĂłn. Muy al contrario. Todo estĂĄ cuidadosamente pensado y coreografiado con un envidiable acierto en el ritmo y en el montaje de cada plano. Es asĂ desde el principio de la pelĂcula, en la secuencia del interior del coche, cuando el plano se mantiene sobre la protagonista con la voz en off de su novio, Jordi, que permanece fuera de plano⊠para acabar finalmente en el plano de la mano de ella que es el puente que se tiende hacia Ă©l. Pero esa meticulosidad en âpensarâ visualmente la pelĂcula no hace que Ă©sta se convierta en un frĂo ejercicio contemplativo, sino todo lo contrario: en todo momento estamos totalmente inmersos en la vida de esta mujer en continuo itinerario con la que al final del largometraje hemos aprendido a ver el mundo con otro ritmo, otra pausa, otros ojos.
Un brillante ejercicio de cine que debe prevalecer por encima y a contracorriente del barullo y las turbulencias comerciales de la cartelera y encontrando a los verdaderos enamorados del cine entre su pĂșblico.
Miguel Juan PayĂĄn
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