Crítica de la película Juliette desnuda
Comedia romántica sin sorpresas pero entretenida y eficaz en su fórmula.
Bastante previsible en su formulación de la comedia romántica, Jesse Peretz traslada los recursos de trabajo con actores y construcción de personajes que ha lucido en su trabajo para series como The Office, Enfermera Jackie, Orange is the New Black o GLOW al formato de largometraje sacando el máximo partido a la pareja formada por Rose Byrne y Ethan Hawke. La fábula no ofrece nada nuevo bajo el sol, pero tiene perfectamente controlado el pulso al tipo de producto que ofrece al espectador, y además en su beneficio hay que decir que sabe cómo visitar los lugares comunes del género haciendo que a pesar de conocerlos el espectador pueda pasar un rato entretenido intentando deducir hacia donde se encamina la relación de estos dos personajes. Por otra parte los dos protagonistas me parecen mucho más interesantes por separado, y separados del género que en el contexto de la comedia romántica que aquí les toca jugar, y que inevitablemente modera sus aspectos más disparatados para acomodarlos al discurso de este género habitualmente utilizado en la difusión de valores familiares preconcebidos y por ello poco dado a sorprender o explorar asuntos más interesantes que ese empeño en hacer que sus personajes acaben siendo pareja, formando una familia y utilizando a los personajes infantiles como anzuelo para la propaganda de conductas deseables para encajar en el sistema.
Para explicarlo más claro, este tipo de fórmula, si está bien presentada y correctamente escrita, va a funcionar bien, pero sobre todo suele ser más interesante en su primera parte, como ocurre en este caso. Me refiero al caos familiar que envuelve al personaje de Ethan Hawke, con sus hijos y ex esposas, a la forma de vivir en el garaje de la madre de su hijo más pequeño, que se ha convertido en la tabla de redención de una conducta lamentable de su pasado que oficia bien aportando cierta intriga hasta el momento en que se desvela dicho “pecado”. Ese caos y esa pincelada de juego de intriga sin embargo quedan automáticamente domesticados y pierden fuerza revelándose como mera excusa de manual de guión reclutada para propiciar el inevitable buen rollo que debe parece obligado a respirar y transmitir este tipo de propuestas de comedia romántica. Eso es lo que suele hacerlas cada vez menos frescas y las apresa en jaulas cada vez más estrechas consecuencia de su adicción a los previsibles recursos y no menos previsibles argumentos. Al menos en esta ocasión ha tenido el guión la elegancia de no solventar claramente el asunto y dejar un final aparentemente abierto, aunque esto forma parte también del truco en el que nos envuelve toda la película, como su recurso reiterado a la música, previsible y manipuladora de las emociones del espectador. Ese final en realidad no es abierto, simplemente deja en manos del espectador un cierre totalmente pactado de antemano para la relación de los personajes, así que tampoco ahí anida la mínima capacidad para sorprender.
Explicado todo eso, lo que nos queda sobre todo es el correcto juego interpretativo a que se apuntan sus actores, aunque, insisto, creo que ambos, pero sobre todo el personaje y el propio Ethan Hawke, junto con su prole, se merecen que alguien se atreviera a montarles un relato menos apegado a la fórmula en lugar de domesticarlos para servir a la comedia romántica.
Miguel Juan Payán
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