Crítica de La casa entre los cactus
Crítica de la película La casa entre los cactus
Sólida fusión de drama e intriga con muy buen juego entre ambos géneros.
La directora Carlota González-Adrio saca buen partido al guión en el que Paul Pen adapta su propia novela, La casa entre los cactus, una propuesta de suspense con el peso del pasado y la mentira gravitando sobre las hijas de una familia aislada en un remoto paraje cuya burbuja de alejamiento de la civilización y de la realidad se rompe con la llegada de un extraño que va a darle la vuelta a sus vidas.
Marcada por una tragedia, la familia protagonista vive en paz y tranquilidad rodeados de naturaleza y distanciándose del mundo exterior, paréntesis en cuya descripción ocupa la película todo su primer acto haciendo gala de una gran sensibilidad y complicidad con el trabajo de los actores, y especialmente de las jóvenes actrices que hacen gala de una notable eficacia y madurez ante las cámaras lideradas por una Ariadna Gil y un Daniel Grao que hablan en todo momento desde las miradas en unos personajes sumidos en el espejismo de una cotidianeidad feliz bajo la que habita en todo momento el caos.
El argumento juega bien la baza de tomar prestados el clásico enfrentamiento de orden contra caos, conocido contra desconocido, previsible contra imprevisible, que domina el cine de terror, haciendo girar ese duelo de contrarios sobre el extraño interpretado por Ricardo Gómez, en torno al cual se despiertan y desbaratan con facilidad las sospechas del público, en un hábil juego de la ambigüedad y la alternancia de la carga empática que se traslada desde los espectadores hacia los personajes, según los primeros van articulando sus propias impresiones sobre la intriga que se nos propone desde la pantalla base a un ejemplar uso de la información, que sirve como motor de esta intriga.
Destaca la solidez y sensibilidad de la que hace gala la directora en esta su ópera prima a la hora de manejar las claves de los géneros entre los cuales se mueve la película, pero destaca aún más su capacidad para imponer una mirada desde el interior de la intriga para hacer honor a esa otra propuesta de reflexión que habita en esta historia convirtiéndola en vehículo para el drama.
En esa parcela son centrales los personajes de las dos hijas mayores, cada una de las cuales toma una decisión sobre cómo afrontar la llegada de la realidad a sus vidas. Son estos personajes los que materializan ese conflicto que afecta a todos los que los acompañan en esta película, todos los habitantes de esa casa entre los cactus y su inesperado visitante, cada uno de los cuales ha decidido adoptar una postura de escapismo o aceptación de la realidad, a su manera, quedando tan atrapados como esa niña gemela que significativamente siempre queda al margen, en una posición muy interesante de contemplación de la vida que viven sus hermanas y sus padres que la convierte en una especie de puente de la posición que ocupamos nosotros como espectadores.
Todo eso llega hasta nosotros servido con una estimulante madurez delante y detrás de la cámara y una sensibilidad visual y una buscada y estudiada sencillez que junto con su bien elaborada estructura de suspense gana totalmente la atención del espectador, mantenida con un ritmo y un metraje perfectamente controlado en el que se prescinde de adornos innecesarios tanto en la interpretación de los actores como en la puesta en escena, y donde no hay ni un segundo más ni un segundo menos de lo necesario para concluir una buena película en su conjunto.
Miguel Juan Payán
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