Crítica de la película La gran mentira
McKellen y Mirren elevan este thriller con un guión excesivamente tramposo.
De hecho, de no ser por ellos dos y por el buen hacer de Bill Condon tras las cámaras, la película podría haber pasado por un telefilm de esos que emiten los fines de semana a la hora de la siesta. No es sólo que la historia sea la justa y necesaria para llevar la trama del punto a al b, sino que además es tan, tan tramposo, que los momentos finales pueden producir una sensación de sonrojo en el espectador, como si nos estuviesen tomando el pelo. Pero claro, por el camino tenemos a Helen Mirren y a Ian McKellen cara a cara, en un juego de engaños y mentiras que es una delicia. Dos intérpretes que podrían hacer fascinante la lectura de la guía telefónica… Y el guión de La Gran Mentira se asimila demasiado.
Un viejo estafador, experimentado y con mucho talento, tiene sus miras puestas en una reciente viuda con un gran patrimonio, a la que pretende seducir y desplumar, mientras sigue con otros de sus negocios. Pero el pasado de los personajes y las emociones se mezclarán en la situación, cambiándolo todo. Es difícil no soltar algún SPOILER cuando uno habla en profundidad de una película como La Gran Mentira, porque tiene varios giros de guión importantes. Hay que tener en cuenta que la fecha en la que se desarrolla la historia es 2009, algo de cierta relevancia. Y, por muy mediocres que sean esos giros, hay que respetar al espectador y dejar que sea él quien los descubra.
Bill Condon ha trabajado ya en cuatro ocasiones con McKellen. No sólo sabe exprimir lo mejor de un personaje al que el guión intenta aplicar cierta profundidad, pero que es el actor quien levanta realmente. Pasa lo mismo con el de Mirren. Ambos serían una simple fachada, comprensible incluso en ciertos momentos por la trama, pero son ellos dos quienes los convierten en algo más. Su duelo interpretativo es como un gran combate de boxeo, como un baile perfectamente sincronizado. Es una pasada, simplemente disfrutar de cada línea de diálogo, de cada mirada, de cada silencio, entre dos de los mejores actores que tenemos hoy en día. No sabemos lo que vamos a echarles de menos un día. Su elegancia, su porte, su magnetismo, su química, su talento descomunal…
Condon además tiene una elegancia sensacional, que no puede desarrollar en todos sus proyectos, pero a la que da rienda suelta en esta producción británica. La escena del metro, cruenta y dura, la de la carnicería, los planos aéreos de la zona residencial… Sabe dar rienda suelta a los actores y sabe enmarcarlos en un buen entorno visual… el problema está en la historia. Una historia de engaños y estafas sencilla en apariencia, que podía haber dado el pego (pese a ciertas salidas de tono que nunca encajan del todo con los personajes) pero que empieza a desvariar en un momento de la trama y llega a un final sin sentido, en el que se saca de la chistera una historia que es imposible imaginar porque nunca se ha dejado una pista siquiera al espectador. Es uno de esos momentos en los que te quieren sorprender, y para ello se sacan de la manga algo que viene de otra película, de otra historia, de otro universo. Y ese guión tan tramposo y maniqueo, es lo que lastra lo que podía haber sido un thriller soberbio, y queda en buena película.
Jesús Usero
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