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La maldición de la película Roar (1981) El gran rugido, de Noel Marshall

En Roar (1981) El gran rugido (1981), de Noel Marshall lo sorprendente no es que setenta personas resultaran heridas. Lo extraordinario es que ninguna muriera.

Puede que su calidad dramática o artística sea discutible. Pero nadie le ha echado las narices que le echaron Noel Marshall, Tippi Hedren y familia cuando rodaron El gran rugido (1981) entre un centenar de grandes felinos: tigres, leones, panteras, pumas… totalmente a pelo, sin dobles. Y todo por una buena causa que, de milagro, no derivó en tragedia. 

Considerada como la “película más peligrosa de la historia”, es también una de las más inclasificables. A ratos película de terror cuando no directamente una snuff movie, por momentos cine de aventuras, en otros una extrañísima comedia… A estas, deberíamos sumar otra categoría: la de home movie. En la vida real, Noel Marshall era el marido de Tippi Hedren; él tenía tres hijos de su matrimonio anterior y Tippi, por su parte, era la madre de Melanie Griffith. Todos ellos, menos uno de los hijos de Marshall, se autointerpretaban en pantalla. El marido encarnaba a un naturalista que vive en África estudiando a los felinos, mientras que Tippi y los tres chicos eran su mujer y sus hijos, que viajaban a Tanzania para visitarle. La cinta se centraba, por un lado, en la supervivencia de la familia frente a las manadas de leones y tigres del lugar, y por otro, en la lucha del científico para evitar la caza furtiva.

Efectivamente, el trasfondo de El gran rugido era ecologista. La idea le vino al matrimonio después del rodaje de Satan’s Harvest (1970), cinta protagonizada por Tippi en Mozambique. Allí, la actriz y su esposo fueron testigos directos de la caza indiscriminada de leones. Muy concienciados, decidieron que tenían que dedicarles un filme. 

Así, ambos comenzaron a rescatar y adoptar grandes felinos de todo tipo de zoos y circos, llevándolos a sus casas de California y conviviendo con ellos. Todos ellos, claro está, domesticados. Para recrear Tanzania, compraron un terreno en Soledad Canyon, en Los Ángeles, con 190 m2 acordonados y custodiados con vallas de cuatro metros para evitar que los animales escapasen.

La cinta comenzó a rodarse en 1976 y se finalizó en 1981. Pero si tenemos en cuenta que empezaron a acoger a los primeros animales en 1970, la producción abarcó once años. Por una parte, el retraso se debió a las dificultades económicas que conllevaba el mantener a todas aquellas fieras; por otra, a que algunas secuencias necesitaban semanas de trabajo. Por muy domesticados que estuvieran, no era fácil que los animales posaran frente a la cámara. 

Durante la filmación, Noel Marshall fue mordido en una mano por un león, sufrió ocho heridas punzantes en una pierna, su rostro y tórax resultaron heridos… Por su parte, Tippi Hedren recibió un mordisco en la cabeza, fue arañada en el brazo por un leopardo y también mordida en el pecho por un puma. Melanie Griffith requirió una reconstrucción facial después de estar cerca de perder un ojo al ser atacada por una leona. Uno de los hijos de Marshall fue mordido en la nuca, mientras que otro recibió idéntica herida en el muslo. Todos requirieron un tiempo de hospitalización, y, en el caso de Marshall, fue diagnosticado con gangrena. Este parte solo es el referente al reparto principal. Otros miembros del equipo precisaron de cirugía. De hecho, la rotación de los trabajadores era alta: al menos una veintena de personas abandonó el rodaje. No tenían ninguna gana (ni necesidad) de volver allí.

El gran rugido fue un fracaso: de los 17 millones invertidos apenas se recuperaron tres. Y eso a pesar del gran esfuerzo que afrontó el matrimonio, que se vio obligado a vender un abrigo de pieles, regalo de Alfred Hitchcock a Tippi, para poder pagar el filme. Uno de los motivos del fiasco fue que no se estrenó en Norteamérica, ya que, de haber sido así, la pareja tendría que haber dado parte de la recaudación a los distribuidores, cuando su intención era donarla al cuidado de aquellos animales. Puede que no lograran su propósito de parar la caza furtiva, pero lo que nadie les quita es el haber alumbrado una de las películas de culto más increíbles, en todos los sentidos, jamás captada por una cámara.

Jaime V. Echagüe

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