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martes, abril 25, 2023
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Maigret ★★★

Maigret ★★★

Crítica de Maigret

Crítica de la película Maigret

Maigret crepuscular con pinceladas interesantes pero fallido en su conjunto.

      Basada en la novela de George Simenon Maigret y la joven muerta, la película se inicia con una significativa secuencia de montaje en paralelo en la que se establece el peso de la edad sobre un Maigret en decadencia mediante la revisión médica, asociada a las imágenes de vulnerabilidad de la joven muerta del título de la novela que será epicentro de la investigación del célebre comisario de la policía de París. La imagen de la vulnerabilidad de la muchacha en la desnudez se asocia así desde el principio a la de la vulnerabilidad del propio Maigret, forjando un vínculo entre ambos personajes sobre la fragilidad.

         La idea de un Maigret crepuscular quizá no funciona tan bien como cabría esperar porque en Maigret ha habido siempre algo de tono crepuscular, lo cual me recuerda el intento de abordar por el mismo camino a otro carismático personaje de la novela policíaca, el Hercule Poirot creado por Agatha Christie, en la miniserie El misterio de la guía de ferrocarriles (2018), más afortunado que la película que aquí nos ocupa en su vocación por darle una vuelta los célebres personajes centrales de sus respectivas tramas. Apoyado por un mejor guion, John Malkovich contaba en aquella miniserie con todo a su favor para abordar a un Poirot en decadencia, repudiado, denostado, olvidado, en su último intento por recuperar el prestigio perdido con el paso del tiempo.

Maigret ★★★

         No podemos decir lo mismo del guion del que dispone Gérard Depardieu en este largometraje, que es en el mejor de los casos un ejemplo de sometimiento al cliché (el tratamiento del reiterado argumento de las muchachas ingenuas del campo que se pierden moralmente en el laberinto de la ciudad es puro tópico tal como está tratado), y en el peor un fallido intento de llevar al personaje a un paisaje de reflexión sobre el crimen y la moral que resulta algo trasnochado para los tiempos que vivimos y no plantea un caso realmente interesante en su conclusión.  Todo lo contrario a lo que ocurre en la recomendable versión de este mismo personaje en la serie Maigret, protagonizada por Rowan Atkinson entre 2016 y 2017, aunque puestos a recomendar la mejor traducción de la creación de George Simenon al audiovisual opto por citar aquí la serie Maigret protagonizada por Rupert Davies entre 1960 y 1963.

         Sin embargo, incluso con las pegas que he señalado y otras que voy a comentar, creo que merece la pena echar un vistazo a este Maigret de Depardieu, que intenta estimular el interés del espectador desde el juego con algunos recursos de lenguaje, no siempre atinados, en un intento por reforzar la endeblez de una trama y un guion que son presa del tópico.

         Lo que ocurre con ese juego de los recursos visuales es que unos momentos funcionan mejor que otros. Los más desatinados nos sacan de la película en el momento menos oportuno, esto es, justo cuando estamos entrando en la historia. Es el caso del uso de la cámara al hombro en la fiesta del principio a la que acude la muchacha muerta, jugando también con el sonido, que nos saca de la película.

         Otros recursos plantean momentos interesantes no siempre bien aprovechados, como los aplicados a envolver en un manto de intenso aislamiento y soledad al protagonista, lo mejor de la película. Ejemplo de ello es el desenlace de la primera entrevista con la muchacha a la Maigret rescata de cometer su primer robo y con la que establece un vínculo más interesante y lamentablemente no tan bien explotado como merece con posterioridad. Maigret queda solo en el restaurante y la cámara con su movimiento parece alejarse de él privándole incluso de ese apoyo de la mirada del propio espectador. O el momento en que está sentado en su sillón, del que dice que es su única mascota, con un periódico en la mano que no tiene interés en leer. O la secuencia que mejor define al personaje y me parece más significativa de la película, cuando el comisario habla con su pupilo, al que incluso intenta enseñar a fumar en pipa cuando a él ya se lo ha prohibido el médico, frente a un mapa de la ciudad de Paris en el que se van encendiendo luces que avisan de un delito, y explica cómo es enfrentarse al crimen a cualquier hora del día o de la noche, y fracasar en la necesidad de guardar las distancias frente a los crímenes que investigan, hasta que surge cualquier cosa que hace imposible distanciarse “Y vuelves a ser un niño con miedo a la oscuridad otra vez”.   

         Ese es el contenido interesante de la película, como lo es la visión de Maigret avejentado en modo gólem que plantea Gérard Depardieu, al servicio del cual está toda esta propuesta, girando en torno a él en todo momento, lo que le da un aire quizá en exceso monolítico y de monólogo al conjunto, sin que eso se corresponda con una verdadera profundización en la psicología o el conflicto del personaje.

         Lástima que en otros momentos el director se convierta en su peor enemigo y en un intento por darle una aire más “moderno” o de exploración de posibilidades a algunas secuencias caiga en trampas. Ejemplo de ello el abordaje visual del interrogatorio de la farmacéutica, donde sustituye el recurso del montaje en plano contra plano por un ejercicio forzado de plano secuencia con molesto movimiento de cámara, que no encaja ni con el momento ni con el contenido o la intensidad que requiere la conversación.

         Otro tanto podría decirse de la entrada de Maigret en el estudio de cine para interrogar a la actriz, abriendo falsas puertas de decorado que no llevan a ninguna parte, una buena metáfora de su recorrido por el laberinto del crimen que investiga pobremente presentado en lo visual y por tanto desperdiciado, como el cambio del plano general en el interrogatorio de la portera del edificio donde vivía la víctima para pasar a un plano picado sobre los personajes que podría ser interesante si aludiera a la idea de que la investigación de Maigret está siendo contemplada por los ojos de la propia víctima en todo momento, como se insinúa por esa vinculación inicial de ambos, o por los planos de punto de vista subjetivo de Maigret que casi se confunden con los de la muchacha en la escalera del local donde se celebró la fiesta, pero que luchan contra el lastre de una pobre resolución visual y no llegan a materializar esa línea de propuesta de punto de vista compartido en la trama.

         Hay una tendencia del director a dejarse llevar por un efectismo prescindible que es puro efectismo, como la resolución visual final que elige para cerrar visualmente el personaje de Maigret mientras doblan las campanas.

         El resultado de todo ello es una película fallida, fría en muchos momentos, que no acaba de engancharnos, aunque tenga algunos momentos interesantes.

                                                    

Miguel Juan Payán

                                             

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Miguel Juan Payán
Profesor de Historia del cine, Géneros cinematográficos y Literatura dramática

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