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miércoles, abril 24, 2024
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Murieron por encima de sus posibilidades **

Murieron por encima de sus posibilidades **La crisis económica y la falta de valores sociales que imperan en la actualidad inspiran esta comedia alocada y carente de lógica, en la que la sensación de lo absurdo toma el auténtico protagonismo.

En 1972, Antonio Mercero puso en la balanza de los análisis mordaces al mundo contemporáneo, en su corto La cabina. La obra del director de Lasarte narraba la pesadilla de un angustiado José Luis López Vázquez, quien mostraba su incapacidad para escapar de una simple cabina de teléfonos.

Veintiún años después, Joel Schumacher volvió a poner en tela de juicio a la sociedad moderna, en la claustrofóbica cinta Un día de furia. Aunque en el caso del cineasta neoyorquino, el punto de vista era mucho más violento que el exhibido por el responsable de Farmacia de guardia.




Iñaki Lacuesta (Los condenados, La leyenda del tiempo) parece haber juntado las tesis rectoras de estos dos trabajos, para montar el guion de Murieron por encima de sus posibilidades: una auténtica sátira dotada de la exageración voluntaria, en la que cualquier momento de tregua queda subyugado a la contundencia de una temática abiertamente destroyer.

La crisis económica e institucional que asola España, y por ende a Europa, sirve de pretexto argumental al realizador para levantar una ácida movie, en la que el protagonismo se lo reparten cinco individuos escapados de un manicomio. Los hombres están internados por asesinar a diferentes personas relacionadas con su entorno cotidiano. Una vez fuera del centro, los tipos forman la banda de los Osos Panda, y empeñan sus esfuerzos en secuestrar al presidente del Banco Central; todo con el fin de reivindicar un planeta más solidario.

Frente a un guion tan delirante, el largo solo funciona cuando lo hacen las gracias de los protagonistas. Por esta razón, Lacuesta entrega el engranaje de la película –sin reserva alguna- a la capacidad humorística del quinteto principal; compuesto por Albert Pla, Raúl Arévalo, Jordi Vilches, Iván Telefunken y Julián Villagrán. Ellos son lo más destacado de un filme que hace aguas por los cuatro costados, y que solo mantiene el tipo en el universo absurdo y surrealista que proyecta.

Pese a nutrirse de parte de lo más florido de la escena nacional (por la cinta pasan José Sacristán, Imanol Arias, José Coronado, Bárbara Lennie, Sergi López, Carmen Machi, Ariadna Gil, Emma Suárez, Ángela Molina, Eduard Fernández, Josep María Pou, Luis Tosar…), el filme naufraga por el grueso trazo de una ironía sin sustancia. Una tierra de nadie, en la que se suceden sin el menor ingenio situaciones tan poco edificantes como la de un grupo de ministros desmembrándose mutuamente; o las ridículas e infantiles lecciones del papel del presidente del Banco Central (Josep María Pou), quien recibe a su ejecutor en una sauna camuflada dentro de un barco pesquero. Triste cadena de despropósitos, cuya guinda la pone una troika que hace buenos los gags de los espacios televisivos más casposos del Fin de Año televisivo.

No obstante, y a pesar de sus problemas artísticos, la cinta de Lacuesta tiene en su favor la envolvente banda sonora que la acompaña, a la que pone voz y tintero Albert Pla.

Jesús Martín

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Jesús Martín
Soy un auténtico apasionado de las películas que despiertan la imaginación

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