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viernes, mayo 17, 2024
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Otra Tierra ****

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Buen cine independiente que le da otra vuelta de tuerca a la ciencia ficción y demuestra que todos los géneros, incluido éste, admiten un tratamiento más personal e imaginativo por parte de los cineastas, preocupados aquí de instalar un discurso cinematográfico que a para entendernos es más familiar a la última película de Sofía Coppola, Somewhere, que a las grandes superproducciones de Hollywood, así que conviene no confundirse.

En algunos momentos este juego con la idea de que no estemos tan solos en el universo como hasta el momento presente podemos creer me ha recordado la reformulación del género de ciencia ficción desde los parámetros del cine de autor que nos encontramos en Las vidas posibles de Mr. Nobody, de Jaco Van Dormael, pero además es inevitable que pensemos también en la propuesta argumental de la última película de Lars Von Trier, Melancolía. Pero es que además en algunos de sus planteamientos como fábula de ciencia ficción se avecina con la muy recomendable serie de televisión Fringe y películas en una clave más comercial como Moon, Destino oculto o Código fuente.  Será cuestión de darle otra vuelta de reflexión a qué tiene nuestra actualidad para haber inspirado este tipo de películas que comparten en esencia una misma preocupación o fabulación sobre la pérdida de la identidad, las realidades paralelas y la posibilidad de decisión sobre nuestras propias vidas. Aspectos todos ellos presentes en Otra Tierra, que como todas las citadas viene a demostrar la ductilidad de la ciencia ficción para acoplarse a todo tipo de intereses y formatos de producción, incluyendo en su caso el cine independiente, o indie, en el que ha hecho carrera triunfando primero en el festival de Sundance, donde recogió un par de premios.

Su mejor arma es la sencillez,  a pesar de que está haciendo algo tan inteligente, pero al mismo tiempo difícil y arriesgado, como subvertir las claves del género que visita. En realidad la ciencia ficción es una percha o soporte argumental que no consigue borrar la verdadera identidad del relato, firme e inconfundiblemente mente afincado en el drama. Esa sencillez y esa identidad dramática queda sobradamente explicada simplemente con esa casa a punto de caerse, tan ruinosa como las vidas un tanto miserables de esos dos náufragos que son los protagonistas interpretados por Brit Marling y William Mapother. El encuentro entre estos dos personajes pronto arroja al espectador a uno de los dramas más potentes e intensos que nos ha ofrecido la cartelera de este año, una madura historia de relaciones personales –quizá también de amor, aunque lo que realmente buscan los protagonistas es un camino común para purgar sus culpas y encontrar alguna forma de redención-, en la cual finalmente lo menos importante es esa aparición del elemento de ciencia ficción, el planeta propiamente dicho, la Tierra B. Otra Tierra no pretende en absoluto emular el alcance de las existencias paralelas en su formato más comercial, ni tampoco juega la baza de explotar el asunto por la vía del clásico relato de los universos del espejo que tan buenos ratos nos han hecho pasar a los seguidores de la saga de la nave Enterprise en la franquicia Star Trek. Nada más lejos de las intenciones de los artífices de esta película, más preocupados por hablarnos de la culpa y la responsabilidad de lo que hacemos, temas de especial importancia en estos ajetreados y convulsos tiempos.

Todo ello sin ser pedantes, arropándose en una banda sonora espectacular que viene servida en coherencia con el argumento por la profesión como compositor de uno de los protagonistas, con algunas imágenes de paisajes ciertamente espectaculares, más interesantes por su cualidad hipnótica que por su no obstante incuestionable belleza, y con un final que puede parecer precipitado pero en mi opinión está en perfecta consonancia con el carácter eminentemente sorpresivo e imprevisible de esta pequeña joya para amantes del cine independiente, del cine como recurso poético, del cine de calidad que se sitúa voluntariamente más allá de la mera exploración de lo comercial.

Miguel Juan Payán

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