Este fin de semana, entre otras muchas cosas, se estrena Sin frenos, que podría ser una comedia de acción del montón, pero no lo es. En el siguiente texto voy a intentar explicar por qué ponerse a pedalear con Joseph Gordon-Levitt en esta peripecia urbana merece la pena y la película es una fresca incursión en el mundo de los bici-mensajeros, recuperando las claves de las comedias slapstick del cine mudo.
Acción bien equilibrada con una ligera estructura argumental y un rodaje endiablado con localizaciones que deben haber sido un infierno para los miembros del equipo técnico y artístico (no dejen de ver el fragmento que aparece en los créditos para demostrar que Joseph Gordon-Levitt se ha jugado el pellejo). Esas son las características que definen Sin frenos, una divertida fábula cien por cien urbanita que hace de las concurridas calles de Nueva York su mejor arma, un laberinto cuya complejidad geográfica recorren los protagonistas en sus bicicletas y queda reflejada además en la forma elegida para contar la historia, jugando con el flashback para cambiar de velocidad y mantener un ritmo frenético.
La fórmula argumental no tiene mucho nuevo que ofrecer en lo esencial. Es otra variante de la tradicional peripecia del héroe reticente (éste incluso llega a devolver el sobre que debe entregar a su origen para no meterse en líos), que ha de asumir la responsabilidad de arriesgarse y tomar partido sacrificándose por el prójimo, lo que de paso servirá para ponerle en un camino de redención y/o acuerdo con su pareja. Desde ese punto de vista, y añadiendo la explicación final de toda la trama, que incluye una crítica algo gratuita y metida con calzador a la situación del Tíbet y el tráfico de seres humanos, todo podría quedarse en un convencional ejercicio de intriga. Lo que le otorga personalidad a la película son varios elementos.
El primero es su protagonista, Joseph Gordon-Levitt que se encuentra en un momento de ascenso al estrellato y no deja de depararnos gratas sorpresas con su buena puntería para elegir trabajos. El actor se ha convertido en una garantía de interés para los proyectos en los que participa.
El segundo elemento que refuerza la personalidad de Sin frenos, que podría haber sido una película más entre muchas, es su sentido del humor y la capacidad para la autoparodia, que se manifiesta principalmente en el personaje del antagonista. El personaje de villano interpretado por Michael Shannon (el agente Nelson de la serie Boardwalk Empire), que escapa a los tópicos sobre este tipo de personajes y funciona al mismo tiempo como elemento de amenaza y recurso humorístico. De ese modo el estereotipo del villano queda anulado y el tipo incluso nos cae simpático. La narración a base de flashback permite que este personaje tenga incluso su propia parcela de protagonismo. La estructura en flashback permite oxigenar la historia con toda la trama del sistema de movimiento de dinero chino, la hawala. De ese modo además el mundo de las bicis del protagonista queda compensado con el mundo del juego del antagonista.
Y finalmente tenemos la actualización de las claves de la comedia de carrera y persecución propias del humor slapstick del cine mudo, donde los gags son sobre todo visuales –aunque la película tiene varios diálogos muy divertidos-, y las caídas y distintos tipos de trompazos son esenciales.
Miguel Juan Payán
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