James Ponsoldt firma una pelรญcula carente de riesgos, en la que el responsable de Aquรญ y ahora intenta acercarse -sin un รฉxito rotundo en su empresa- a la faz humana del literato David Foster Wallace.
En 1996, el circuito editorial estadounidense viviรณ un fuerte impacto intelectual, ante la apariciรณn de la novela titulada La broma infinita. El texto de mรกs de mil pรกginas estaba redactado por un joven dotado con el espรญritu huidizo de los outsiders, tocado con melena larga y paรฑuelo a la cabeza. A travรฉs de la enrevesada historia de la familia Incandenza y de la academia tenรญstica Endfield (ubicada en un Massachusetts distรณpico), el autor desgranรณ los miedos e incertidumbres de una generaciรณn hundida en la desesperaciรณn y la falta de ideales. Camino por el que David Foster Wallace alcanzรณ el ansiado podio de lo que siempre se ha venido en llamar โla gran novela americanaโ.
Ocultas tras las pรกginas de su celebrado best seller, DFW dio claves de su particular biografรญa, marcada por las adicciones, la depresiรณn crรณnica, la carencia de empatรญa con la sociedad de consumo y el recelo de los universos vacรญos, preconizados por el abuso tecnolรณgico. Unas coordenadas existenciales que animaron al reportero (y tambiรฉn autor en ciernes) David Lipsky a proponer una entrevista al bautizado como el nuevo Faulkner. El entonces trabajador de la revista Rolling Stone contactรณ con Wallace y le convenciรณ para que le permitiera seguirle durante cinco dรญas, a lo largo de la gira promocional de La broma infinita. The End of the Tour narra esos momentos de preguntas y respuestas, confesiones veladas y amistad mediada por una grabadora.
El guion elaborado por Donald Margulies (a partir del pertinente libro escrito por David Lipsky) muestra de manera algo rutinaria el citado encuentro, en el que acercaron posturas el creador y el periodista. Un vehรญculo argumental que el cineasta James Ponsoldt escenifica con ciertas dosis visuales de indie setentero; pero que pronto evidencia su dรฉficit de ingenio, a travรฉs de un desarrollo sin la suficiente gasolina como para circular adecuadamente.
Debido a la imposibilidad para ampliar el foco de la acciรณn, el largometraje centra su mayor interรฉs en las interpretaciones de Jason Segel y Jesse Eisenberg. El primero ejecuta un adecentado retrato de Foster Wallace, con una leve pose mediรกtica en su caracterizaciรณn. Mientras que Eisenberg imagina un fondo petulante y vacuo para Lipsky, actitud mรกs que comprensible en el mundo en el que se movรญa el redactor de Rolling Stone.
Ambos ofrecen sus actuaciones para encadenar los innumerables tรณpicos que exhiben la naturaleza extraรฑa del literato, y que pasan -sin el mรกs mรญnimo atisbo de profundizaciรณn- por cuestiones vitales en la biografรญa del autor fallecido por ahorcamiento en 2008.
No obstante, The End of the Tour sรญ que es una excelente excusa para sentirse interesado por la impactante obra de David Foster Wallace. Y esa conexiรณn afectiva tiene que ver con los comentarios en claroscuro de sus sueรฑos y obsesiones. Momentos que en el filme resultan mucho mรกs emocionantes cuando no van acompaรฑados de palabras, y que expresan toda su grandeza a base de pinceladas: tales como el trato con los perros del responsable de La broma infinita, la escena en la que Lipsky y รฉl asisten a la proyecciรณn de Alarma nuclear o el paseo del entrevistador con el genio de las letras por los inmensos y desolados campos de USA al amanecer.
Jesรบs Martรญn
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