Cada cierto tiempo Steven Soderbergh intenta alejarse del universo mainstream de Hollywood y sacar un proyecto completamente independiente, rodado en muy pocos días, con un presupuesto ínfimo, con rostros más o menos conocidos que apenas cobran por la película, rodando en formato digital y con una distribución muy limitada. Es la forma que tiene este peculiar y muchas veces brillante director, de declarar que sigue siendo independiente, como en los tiempos de “Sexo, mentiras y cintas de video”, la película que le lanzó a la fama. Le sirve para cargar las baterías artísticas y regresar al mundo de las grandes producciones con más ganas. Claro, que muchos otros directores han demostrado que para ser artístico no hace falta ni tener un presupuesto ínfimo ni alejarse de Hollywood… pero esa es otra historia.
La que aquí nos ocupa es la de The Girlfriend Experience, su última apuesta por este tipo de cine, que, curiosamente, nunca llega a tener la repercusión crítica que tienen sus trabajos para Hollywood, siempre mucho mejor valorados. Lo hemos visto con otras obras como Full Frontal. Y también ha sucedido con ésta. El problema siempre es que Soderbergh parece obsesionado con emular el éxito de aquella Sexo, Mentiras… y nunca termina de dar en el clavo.
En esta ocasión la cosa sale algo mejor, pero no termina de ser redonda ni de largo, sobre todo merced a una estructura caótica y enrevesada que muchas veces impide seguir correctamente el hilo de la acción. Y también a una apuesta que engloba esa desestructuración y que hace que The Girlfriend Experience no tenga una trama al uso que seguir. En la película suceden cosas, a veces, y cuando acaba el espectador es quien debe elaborar la historia dentro de su cabeza, si es que la película tiene alguna.
Sasha Grey, actriz porno que intenta pasarse al cine convencional, da vida a Chelsea, una prostituta de lujo, una escort, que ofrece algo más que sexo. Ofrece a sus clientes la posibilidad de sentir que tienen una pareja, una novia (de ahí el título de la película), con la que pueden cenar, ir al cine, pasear, desahogarse y acostarse, y después se olvidan de ella hasta la siguiente cita. Todo lo bueno de una relación, pero sin ataduras. El problema es que Chelsea es también Christine, una chica con novio que intenta prosperar en la vida. La línea que separa a ambas es la que provoca los acontecimientos de la película.
Soderbergh suele ser un tipo ejemplar a la hora de planificar secuencias que definan a un personaje de una pasada y dejen claro quién o qué son, y aquí aprovecha los primeros minutos de película para hacer lo mismo, con la cita de Chelsea con su primer cliente y cómo acaba ésta en la terraza de un gran hotel, una conversación que deja de ser romántica o cariñosa para convertirse en negocios. La reacción de la protagonista nos lo dice todo sobre ella con elegancia y sutileza.
Buena parte de ese mérito a la hora de construir el personaje es de Sasha Grey, a la que podemos ver en la séptima y recién estrenada temporada de Entourage haciendo de sí misma con bastante sentido del humor. Aquí durante gran parte del metraje parece hierática, más allá de la sobriedad, como carente de emociones. Lo que podría haber sido una mala interpretación, un rostro impávido, evoluciona hacia el final del metraje cuando las barreras se rompen el el personaje se quiebra. Todo es una fachada. Eso nos hace creernos a esta peculiar chica y nos demuestra que hay actriz a pesar de que todo el mundo pueda atacarla por venir del mundo que viene. De hecho, antes de dedicarse al porno, Grey estudió interpretación y se preparó seriamente para la película. Repito que puede parecer una mala interpretación si deja de atenderse a la sutileza y se pierde uno en su rostro casi pétreo, pero llegados al momento importante de la cinta, se comprende todo y la interpretación se percibe con mayor claridad.
Además, quien quiera deleitarse con la belleza desnuda de Grey tendrá que buscar en otros pastos más verdes, porque aquí no hay casi sexo ni falta que hace. Esta película intenta hablar sobre otras cosas. No es una cinta erótica. Son retazos de una vida muy peculiar.
Y es que la película es como un rompecabezas en el que se nos lanzan piezas al azar que nosotros debemos recomponer en nuestra cabeza hasta elaborar la trama de la misma. Esa ausencia de una trama por sí misma, de una historia, es lo que más hace tambalear a la cinta, que da tumbos argumentales sin ton ni son hasta encontrar su camino, lo cual le lleva más de una hora de los poco más de 80 minutos que tiene.
The Girlfriend Experience es una película que intenta dibujar una vida poco común. Conocemos a Chelsea/Christine y su círculo de clientes, contables, novio, amigos… Que no son muchos. Una historia algo moral sobre una niña que parece una mujer fuerte y se revela como una caperucita perdida en el bosque buscando ser encontrada. Muy sola y muy perdida, al final lo único real en su vida terminan siendo sus clientes, paradójicamente. EL resto de sus relaciones se tambalea y sus sueños se disipan. Una máscara de fuerza y grandeza tras la que se esconde una fragilidad inmensa.
También intentan hacer algo de hincapié en el mundo de la prostitución de lujo y cómo algunas personas quieren aprovecharse de ellas, pero es parte de ese puzzle, de esa combinación de secuencias desordenadas sin un rumbo fijo, así que tienden a perderse en la marea. Elegante, sutil, bien rodada, con momentos brillantes… pero la falta de estructura la acaba convirtiendo en lo que es Chelsea, un juguete roto, hueco, vacío… Y es una lástima porque había miga para mucho más.
Por ejemplo El Soplón era mainstream y el resultado final le quedó más redondo a Soderbergh…
Jesús Usero
